Wall-E

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La factoría Pixar es la dueña de las grandes obras de animación. Desde que John Lasseter se aventurase a crear esta empresa y empezar por una serie de cortometrajes, Pixar ha ido creciendo hasta alcanzar el máximo, la absoluta perfección. La factoría ha pasado por muchas etapas, muy positivas y no tanto, pero siempre ha innovado el ámbito tecnológico, y por ello le han sido otorgados gran cantidad de reconocimientos en forma de premios. Estas innovaciones se han visto reflejadas progresivamente a todos los proyectos. Toy Story, su primera película, marcó una época. Posteriormente siguió Bichos, causando un gran impacto, y muchos más largometrajes que, aun teniendo una serie de altibajos, siempre tienen esa semilla de Pixar dotando la obra de una gran humanidad. Cada uno tendrá su película más perfecta dentro del mundo Pixar, bien podría ser Toy Story 3, Wall-E, Up e incluso su reciente estreno, Del Revés… En mi caso debo confesar que mi gran debilidad es Wall-E, una película que me llevó a donde nunca pensé que podría llevarme ninguna película, haciendo que me emocionase en muchísimos momentos.

Wall-E es un robot cuya función es ir almacenando la basura del planeta en pequeños paquetes. Junto a él hay muchos otros, sin embargo el único que funciona es él. Desde un gran monitor ubicado junto a la basura se escucha un mensaje del presidente donde cuenta que la humanidad debe abandonar el planeta para la destrucción del medio ambiente, y debe ir a una nave plagada de recursos hasta que el planeta se recupere. Así será como Wall-E conocerá a Eva, un robot que comprueba la existencia de todo tipo de vida, para así poder comunicar a la nave si el planeta está listo para habitarlo o, por el contrario, hay que continuar viajando por el espacio exterior.

La primera parte es la enseñanza de la evolución del robot Wall-E. El aprender a caminar, como empezar siendo un bebé hasta llegar a valerte por ti mismo, desplazarte de un punto a otro. Es el momento de la inocencia, de conocer los elementos por uno mismo y, por ello Wall-E parece tener una inteligencia superior al resto y no cumple su programación tecnológica de inicio a final, sino que cuando encuentra algún objeto peculiar lo guarda en su “casa”, un hogar lo más parecido al nuestro de lo que pensamos. Aparecen infinidad de escenas de una dulzura temible: Wall-E protegiendo a Eva de la lluvia, Wall-E “curándose” y sufriendo emocionalmente… Pero no solo este sentimiento, si no muchos más. La sensación de soledad es brutal, alcanzando el máximo en el momento de Wall-E imitando el baile que aparece en el televisor. La esperanza llega cuando se encuentra una planta en el zapato, observándola con esos ojos iluminados. Pero, la principal virtud durante la primera parte de la obra es: la imaginación. Media hora sin mediar palabra provoca esto, nada más que dejarte llevar por el descubrimiento del entrañable robot, y querer conocer más y más el porqué de todo. Esto es algo muy complicado, pero así es el lenguaje cinéfilo. No son necesarias explicaciones eternas y redundantes, con mostrarlo ya se muestra la idea. Y esta mezcla de sentimientos y actitud se debe a la magnífica utilización de recursos, con una animación perfecta que nunca da la sensación de estar animada, sino de estar en cualquier obra de carne y hueso.

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La segunda parte comienza cuando Wall-E va en busca de Eva en la nave espacial. Podría tratarse como otra película si no fuese porque la raíz inicial sigue vigente. Si en el “primer acto” se observa la devastación que el ser humano ha conseguido, en este “segundo acto” nos enseñan las consecuencias y el cómo ha cambiado la vida de los humanos. Implantados en la comodidad y en la abundancia, los humanos habitan una nave especial llena de recursos, subidos en una silla que los lleva en todo momento a donde desean y les facilitan todo tipo de comida. A esta  sumisión están sometidos los robots que, con su falta de inteligencia únicamente cumplen órdenes. Todo este argumento está realizado para inculcarnos una de las lecciones morales más importantes: cuidar el medio ambiente. Pero no para reciclar y no contaminar, si no para poder vivir nosotros mismos. Hay que tener claro que la naturaleza no se puede acelerar, si tarda tres años en generar algo no se puede catalizar, hay que esperar, por lo que es trabajo de todos cuidarlo para que así, al alcanzar ese tiempo, se pueda aprovechar. Pero en Wall-E no aparece esta premisa, sino una mucho más importante: “Si no sabemos cuidar de nosotros mismos, ¿cómo vamos a cuidar el medio ambiente?” Esto sí es lo primordial. A la mínima somos unos dejados, no nos preocupamos por nadie, ¿para qué reciclar? ¿para qué voy a guardar esta comida? Mejor hacer lo que me dé la gana porque  me resulta más cómodo. Solo pensamos en uno mismo para conseguir nuestros intereses. Y esto se refleja en la película de varias maneras: la primera es la desproporción, todos los habitantes están gordos y continuamente están comiendo y bebiendo. La segunda es la racionalidad, no la conocen, el abuso es continuo. La tercera es la falta de compañerismo, y se repite lo mismo de antes: solo se piensa en uno mismo.

La unión de todas estas lecciones morales hace que Wall-E no sea una película normal. Aparte del enorme entretenimiento te permite pensar, con lo que se reafirma el dicho de Pixar de que no son solamente películas que gustan a pequeños, sino que los adultos lo disfrutan todavía más. Los niños disfrutarán y reirán, pues el humor es uno de sus puntos fuertes, pero los mayores se reirán, emocionarán y aprenderán, todo a partes iguales. Poder ver a donde se podría llegar hará cambiar el chip a muchos (o al menos debería hacerlo), con lo cual este tipo de cine es de agradecer. El gran trabajo que conlleva el anexionar ambas cosas y que sea efectivo es otro de los grandes puntos fuertes. Hemos visto muchos trabajos con buenas intenciones que acababan siendo un fracaso, y esto se debe a no tener la capacidad y magia que posee Pixar por filtrar sus historias y que, si no cumplen al 100% su semilla, se derrocha. Este filtro no siempre es lo efectivo que se desearía, bien por presiones y el hecho de sacar más material, o bien porque ellos pensarán que la obra realmente transmite, lo cual ocurre en las películas más flojas de la compañía: Cars. La historia más infantil y que no consigue prácticamente nunca alcanzar cotas tan altas como sus compañeras. Les falta mucho amor y mimo.

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Wall-E es una de mis películas favoritas, y una de las pocas con las que siempre lloro aunque esté en su octavo visionado. Un gran ejercicio de transmisión donde predomina el compromiso global y se denota la templanza, dos de las cosas que hoy en día más falta hace en la sociedad. Pixar va a seguir sacando grandes obras maestras, más aún tras haber visto su último gran trabajo: Del Revés, pero Wall-E siempre estará en mi corazón pase lo que pase, ya que junto a Toy Story puede ser perfectamente la mejor película de mi vida. Un viaje inolvidable que si estás triste quieres ver, y si estás alegre también. Un placer para los sentidos. Yo seguiré llorando con Wall-E, un robot más humano que la mayoría de la humanidad.

 Calificación: 10/10

 
 

WALL_E_cartel_original_MCTítulo original: Wall-E

Año: 2008

Duración: 103 min.

País: Estados Unidos

Director: Andrew Stanton

Guión: Andrew Stanton, Jim Reardon (Historia: Andrew Stanton, Pete Docter)

Música: Thomas Newman

Fotografía: Animation

Reparto: Animation, Fred Willard

Productora: Walt Disney Pictures / Disney Animation Studios

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