Vivencias latinoamericanas en Estados Unidos

El Festival de Biarritz de 2020 dedicó una Sección Especial a Los latinos en USA. Su programador, Nicolás Azalbert, reveló una vez más su fina sensibilidad cinematográfica y artística, y aunque ofreció sobre todo una rica y matizada reflexión sobre los sentimientos de los latinoamericanos en Estados Unidos, el vasto y tan actual tema de los latinos dentro de la población norteamericana fue más bien sólo esbozado.
Como todo el mundo ha subrayado con motivo de las recientes elecciones norteamericanas, la población hispana o latina (o latinx, como prefiere denominarla Paola Ramos en su reciente libro Finding Latinx: In Search of the Voices Redefining Latino Identity) engloba un sector cada vez más importante que podría acercarse a los 50 millones de norteamericanos. En las primarias de 2016 para ser candidato del partido Republicano, Trump compitió con Marcos Rubio y Ted Cruz. El recién elegido presidente Joe Biden ha nombrado Secretario de Salud al hijo de inmigrantes mexicanos Xavier Becerra, al cubanoamericano Alejandro Mayorkas como Secretario de Seguridad Nacional y a Miguel Cardona, cuyos padres son puertorriqueños, como Secretario de Educación. En California (40% de población latina) ha sido elegido senador Alex Padilla, hijo de inmigrantes mexicanos, en sustitución de la vicepresidenta Kamala Harris. El voto latino (32 millones de votantes: 13,3 % del electorado) ha favorecido mayoritariamente a Biden, aunque Trump consiguiera más apoyo que otras veces en Florida y Texas.
Alexandria Ocasio-Cortez, uno de los más sólidos nuevos valores demócratas, insiste en que su partido no se ha esforzado lo suficiente, olvidando tal vez unos hechos esenciales que definen a la población latina norteamericana en la actualidad: su complejidad y diversidad, y el cambio generacional que se ha producido. El 80% de la población latina es menor de 35 años y se trata de nacidos en Estados Unidos. Por otro lado, la diversidad es absoluta: aparte de descendientes de emigrantes de Estados latinoamericanos muy distintos (afrolatinos, asiaticolatinos) encontramos diversidad en cuanto al género (joven generación queer), la orientación sexual, a la religión, etcétera. Esta temática no es la que ha privilegiado Biarritz, aunque en su lugar ha ofrecido en su selección una profunda indagación en el complejo universo de emociones, sentimientos, atracciones y rechazos de los latinoamericanos desplazados a los Estados Unidos.
En la notable película chilena de Nicole Costa, El viaje de Monalisa (2019), un destacado universitario y personalidad teatral en Santiago, Iván Ojeda, encuentra su libertad y su verdadera personalidad en Nueva York como Monalisa. Travesti, alternando literatura y prostitución, Monalisa ha elegido la gran ciudad como su territorio, ya que ha sido incapaz de poder desarrollarse plenamente en el Chile postpinochetista. La película penetra en los difíciles ambientes neoyorquinos en que se mueve Monalisa, vestida de mujer apareciendo en algunas secuencias con una larguísima trenza que arrastra por los suelos.

El argentino Matías Piñeiro elige en Hermia & Helena (2016), una nueva shakesperiada tras Rosalinda (2010), Viola (2012) y La princesa de Francia (2014), esta vez inspirada en El sueño de una noche de verano. Es sin duda la más accesible y libre de sus elaboraciones cinematográficas sobre obras del dramaturgo inglés. El filme, con influencias de Hong Sang-soo y Jacques Rivette, oscila entre Buenos Aires y Nueva York, en donde el director reside desde 2011. Camila, la protagonista, cuenta con una beca neoyorquina para traducir la obra El sueño de una noche de verano y tiene allí, además, tanto un antiguo novio norteamericano como a su propio padre, del que ha estado alejada mucho tiempo. Sin embargo, la atracción de Buenos Aires, de su novio actual y de su entorno de amigos es irresistible. Es significativo que la película se centre en la traducción, el eje del trabajo de Camila, ya que la problemática presentada por Piñeiro es el continuo pasar de una forma de pensamiento a otra, el desdoblamiento a que se ve sometida la protagonista.
I’m Leaving Now (2018) dirigida por los mexicanos Lindsey Cordero y Armando Croda y de tono documental, presenta a un emigrante mexicano indocumentado que se defiende con trabajos menores en Brooklyn. Desde hace ya dieciséis años está continuamente repitiendo que regresa enseguida a su país y habla diariamente con su mujer y con sus hijos, a los que envía regularmente dinero. En cuanto tiene ocasión, se pone su gran sombrero mexicano y su traje charro. Indefectiblemente, sin embargo, el regreso va siendo cada vez más imposible. Sus hijos no quieren que vuelva y él mismo se ve obligado a buscar una nueva familia.

Clausuró el festival Los lobos (2019), película de Samuel Kishi que ha sido premiada en Berlín y La Habana. El film describe el drama de una joven madre mexicana que parte a Alburquerque con sus dos hijos, Max de 8 años y Leo de 5. Con gran maestría y sensibilidad, el director mexicano va dando cuenta de las dificultades encontradas por la familia (la madre trabajando todo el día y los dos niños inevitablemente encerrados en un pequeño apartamento). La unión entre los tres y el descubrimiento de que la realidad norteamericana no es el Disneylandia que imaginaban los niños, les hará capaces de afrontar el futuro.
Memorias del desarrollo (2010), del cubano Miguel Coyula, se basa en la novela que Edmundo Desnoes escribió sobre su experiencia norteamericana tras abandonar Cuba. El autor de Memorias del subdesarrollo, que permitió a Tomás Gutiérrez Alea “Titón” realizar su obra maestra en 1968, puso de relieve en su nueva novela toda una serie de deficiencias que encontró en territorio norteamericano, del mismo modo que en su obra anterior retrataba lo mucho que quedaba todavía por hacer en la Revolución cubana. Coyula presenta a un escritor cubano que se ha exilado a Nueva York, que da clases de historia y que critica las insuficiencias del capitalismo norteamericano, la superficialidad de la sociedad, el dominio del consumismo, de la religión y de la pornografía, sin olvidar la histórica dominación ejercida por el imperialismo norteamericano sobre sus vecinos del Sur. La nostalgia por su país se combina con la amarga constatación de la destrucción operada sobre la isla y la imposibilidad de desarrollo personal de tantos cubanos (decepción tras todas las esperanzas depositadas, ejecuciones sumarias, campos de trabajo para homosexuales y marginales, proceso de Ochoa, exilio de Mariel…). En conjunto, se trata de la presentación de un nuevo caso de un latinoamericano que no acaba de encontrarse en Estados Unidos.
Nadie nos mira (2017), la excelente película de la argentina Julia Solomonoff, repite el mismo caso. Nico, un conocido actor de telenovelas en Buenos Aires ha escapado a Nueva York, huyendo de un apasionado amor homosexual profundamente tóxico y que le impide seguir allí una trayectoria profesional. El protagonista va descubriendo que la gran ciudad no es el lugar en donde pueda rehacer su vida. La película que aspira a protagonizar se va retrasando y se ve obligado a trabajar como camarero, niñera e incluso a llevar a cabo pequeños robos en el supermercado para sobrevivir. Además, tiene que alcanzar un desesperante equilibrio entre sobresalir como latino y pasar desapercibido para no ser expulsado del país. Nico acabará por volver a Buenos Aires en donde reencontrará a sus compañeros de trabajo y un ambiente mucho más cálido, mostrándose incluso en condiciones de superar el compulsivo amor que le ha ido corroyendo. Solomonoff cuenta con excelentes intérpretes (como Guillermo Pfening) y aporta una soberbia descripción de los ambientes neoyorquinos que conoce tan bien.

Rastreador de estatuas (2015), del chileno Jerónimo Rodríguez, es un sencillo y emotivo documental sobre un chileno que se ha trasladado a Estados Unidos y que añora a su país, del que va perdiendo paulatinamente las huellas. Su padre en una ocasión le llevó a ver una estatua de un médico portugués en un parque de Santiago. Al descubrir la estatua en un documental, trata por todos los medios de encontrarla allí, viajando a la ciudad y llevando a cabo todo tipo de gestiones para encontrarla. No da con ella, pero en cambio va descubriendo otras como la de Pushkin al tiempo que rememora a personalidades que le marcaron como Raul Ruiz. Y la estatua aparentemente ya no está (o no estuvo nunca) en Santiago. El filme ha sabido indagar en los misterios, las vueltas y las trampas de la memoria de una identidad en exilio, las digresiones, los paréntesis, las libres asociaciones, los recuentos.
En The Infiltrators (2019), codirigida por los mexicanos Cristina Ibarra y Alex Rivera, se presenta el Centro de detención de Broward (privatizado) en Florida, en donde unos seiscientos inmigrantes esperan a ser deportados. Los motivos son azarosos y discriminatorios, como el caso de un latinoamericano que tras llevar mucho tiempo con mujer e hijos en el país es detenido sin permiso de conducir. Algunos pueden pasar más de cinco años antes de ser deportados. Los infiltradores son jóvenes descendientes de inmigrantes que se dedican a conseguir la liberación de los detenidos, provocando su propia detención para ponerse así en contacto con los recluidos y utilizar a los medios de comunicación y a los lobbies para que presionen. Es decir, utilizan los medios que ofrecen la sociedad norteamericana y sus instituciones. Entre el documental y la ficción, la película recurre al método de alternar actores con los personajes reales que aquellos están interpretando.
El expresivo documental del mexicano Mathew Ramirez Warren estrenado en 2014, We Like It Like That, describe el fenómeno del exitoso movimiento musical que supuso el boogaloo a finales de los 60 que desarrollaron los latinos en Nueva York. Este fenómeno musical conquistó a los afroamericanos y a los norteamericanos en general, aunque se basara en música latina combinada con blues y arreglos vocales R&B. Aunque fue luego desapareciendo, es un ejemplo magnífico de integración de distintas culturas musicales y sirvió para poder afirmar más adelante al movimiento identitario latino.
En este campo musical se reafirma la diversidad cultural norteamericana y su capacidad de integración. La mayoría de las películas ofrecidas en la sección de Biarritz, no obstante, se centraron en las dificultades que encuentran los latinoamericanos para acoplarse o integrarse en los Estados Unidos. Es muy posible que un factor importante que ha dificultado este proceso haya radicado en las diferencias entre la cultura hispánica y la anglosajona. La realidad contemporánea es que la composición y la cultura del país está experimentando grandes cambios y que, sin renunciar a la identidad propia, esta divisoria está en gran parte siendo superada.