Ven, mira y baila (Parte 1)

Venga, va… lo confesamos… no podemos disimularlo. Además que ya suponemos que a estas alturas quienes nos siguen desde hace tiempo se habrán apercibido de ello. Así que ahí vamos… lo gritaremos a los cuatro vientos y sin paños calientes… Sí… ¡¡Nos encanta la música!! Y es que ya saben, habitualmente cine y música van tan cogidos de la mano que es difícil encontrar algún cinéfilo que no sepa decirte de carrerilla la discografía de aquel grupo que tanto le gusta o si el disco debut de aquel cantante no es mejor que su segundo álbum. Nada fuera de lo normal, por cierto, si tenemos en cuenta que con frecuencia el cinéfago suele ser un espécimen interesado en otras disciplinas artísticas.
Como decíamos, en mundocritica.com no podemos ocultar que somos unos melómanos empedernidos. De hecho, la música es uno de los temas que más suelen salir a la palestra cuando se reúnen nuestros redactores; muestra de ello es que también nos gusta dedicarle un hueco semanal en nuestra sección de El videoclip del viernes, por lo que lo de este reportaje era tan solo una cuestión de tiempo. Así que, sin más rodeos, os damos a conocer diez documentales que no deberías perderte si de verdad te gusta la música. Una pequeña selección de diez películas las cuales, usando la realidad como vehículo, nos acercan a músicos, bandas y épocas muy diferentes, pero que, a su vez, tienen como común denominador el derrochar una pasión inigualable por la música. No se trata un Top-ten al uso, sino una invitación a que se sienten, miren y bailen.
Dicho eso; ajústense los auriculares que la experiencia será intensa.
1. Searching for Sugar Man (2012)

Empezamos nuestra lista con uno de los fenómenos más recordados de los últimos años en cuanto a documentales musicales se refiere. Dirigida por el realizador sueco Malik Bendjelloul (quien por cierto falleció el año pasado a la temprana edad de 36 años), la cinta se centra en la figura de Sixto Rodríguez, un misterioso músico que, tras grabar en Detroit dos discos a finales de los años 60, quedó relegado al olvido por parte del público y la industria norteamericana.
A pesar de poseer un talento asombroso a la hora de componer y escribir canciones (por poner un ejemplo, el propio texto que da título a la película es magistral), la historia de Sixto es uno de esos relatos tan caprichosos que parecen más la obra de algún novelista retorcido que de la propia realidad. Aquél que parecía llamado a ser una suerte de Bob Dylan latino acabó siendo la víctima de sus propias esperanzas y un perfecto ejemplo de cómo a veces el ingenio pasa desapercibido si no se tiene un golpe de suerte que lo respalde adecuadamente. Derrotado por las ventas casi nulas de sus trabajos, Rodríguez parecía un artista más destinado a ser devorado por la indolencia y el propio paso del tiempo; un poeta más, olvidado en la infinita constelación de estrellas del pop que habitualmente ciegan a nuestra sociedad y cuyo rastro parecía relegado a perderse entre numerosas e infames leyendas urbanas, cada cual más morbosa y tétrica. Aunque, por suerte, Searching for Sugar Man esconde una historia mucho más dulce (o al menos agridulce) de las que estamos acostumbrados a ver en estos casos.
Por supuesto, dicha historia no la vamos a desvelar aquí, pues descubrir la asombrosa narración de la vida de Sixto es algo que preferimos dejar en las manos de cada uno de vosotros. Pero sí que cabría decir que, más allá de la figura de Sixto Rodríguez y de su propia música, la obra de Malik Bendjelloul es una de esas películas que tienen un valor propio y un magnetismo incontestables por su capacidad para ahondar en la poesía subyacente de la vida y por poner inevitablemente la piel de gallina a base de relatar con romanticismo y pasión. O lo que viene a ser lo mismo, pero dicho en otras palabras; Searching for Sugar Man no es más que una joya flamante del género la cual demuestra que la justicia poética a veces existe y que la suerte, en la vida real, es tan voluble como poliédrica.
Los que aún no lo conozcan, no lo dejen pasar. Especialmente si alguna vez han hecho música de algún tipo.
2. The Devil and Daniel Johnston (2005)

Daniel Johnston no canta bien. Al menos no lo hace de una manera ni siquiera medianamente ortodoxa. Igualmente, sus canciones no siguen los patrones habituales de lo que muchos entienden por música. Es más, su formas son más bien extrañas y su proceso creativo está tan cercano a lo intuitivo que no cabe duda de que su arte es vocacional e innato. Debido a ello, la primera toma de contacto con cualquiera de sus canciones suele ser una experiencia tan inefable que más de uno no sabe ni cómo reaccionar ante ella. Sus continuos desafinos y su voz chillona y algo estridente pueden causar el rechazo de más de uno que se acerque a conocer lo que hace. Pero lo que nunca sabrán aquellos que huyan motivados por la primera impresión es que nos encontramos ante uno de los cantautores y compositores norteamericanos más personales, influyentes (si no pregunten por Kurt Cobain o Sonic Youth) y dotados para la música de las últimas décadas.
Aquellos que valoren la música descarnada y visceral van a encontrar en Daniel Johnston un diamante en bruto de esos que se ocultan sin hacer mucho ruido en los anales de la música como esperando a ser descubiertos. Y es que, créanme, esa falta de piel que hay en su música difícilmente la van a encontrar en otros cantantes. Tan desnudas y apasionadas son sus composiciones que terminaron formando parte sin proponérselo de las bases del grunge y gran parte de las bandas más importantes del rock alternativo americano. Por si todo esto pareciera poco atractivo para acercarse a ver The Devil and Daniel Johnston, hay que señalar que su director, Jeff Feuerzeig, aporta un impagable retrato de la angustiada existencia de un artista que vive condenado a existir enfrentándose a sus propios demonios, entre los cuales figuran una enfermedad mental que lo atormenta por momentos y una historia de amor no correspondido que nos desarmará sin remedio por su inocencia, verdad y franqueza.
Dicen que no hay que jugar a las cartas con el diablo, porque éste siempre te va a dar la peor mano. Y viendo la historia de Daniel Johnston no cabe duda de que cuando llevas las de perder no nos queda otra que sufrir… y quizás convertir la tristeza en algo bello. Sin duda, un documental que deja un poso de melancolía bastante intenso, pero que merece la pena por su inclasificable hermosura y delirante particularidad.
3. Quiero tener una ferretería en Andalucía (2011)

Tal vez no sea el mejor documento audiovisual sobre Joe Strummer o The Clash, pero es tremendamente singular y además está filmado en España. Lo dirige Carles Prats, un realizador que pone su mirada en los llamados «años perdidos» del líder de la banda más mítica del punk británico (y perdonen si peco aquí de imparcialidad) y que consigue uno de los bosquejos más particulares sobre éste.
Quiero tener una ferretería en Andalucía es una curiosa historia sobre el exilio voluntario de un Joe Strummer que estaba «hasta los mismos» de su Inglaterra natal y decidió retirarse a su «corraliyo» particular entre Granada y Almería. La época menos documentada de la vida del músico es aquí mostrada con unos tintes tan costumbristas que no se pueden interpretar de otra forma que no sea como la intención de mostrar la faceta más humana y personal de una figura que pasó a la fama por su rabia y energía. Escuchar el amplísimo anecdotario que tienen en su memoria los compadres que Strummer hizo en esos años de retiro espiritual es tan divertido como chocante. Y es que a veces caemos en el error de pensar que conocemos a nuestros héroes tan solo porque los idolatramos. Pero no, resulta que son personas como nosotros y es por ello que los punks también tienen derecho a hartarse de estar enfadados con el mundo.
Ay!! Si la policía hubiera buscado a Jimmy Jazz en alguna taberna…
4. The Punk Singer (2013)

Seguimos en el punk y seguimos con una producción relativamente reciente. The Punk Singer es un documental dirigido por Sini Anderson que nos acerca a la época de los fanzines underground, la contracultura, el activismo, y la emersión de movimientos músico-culturales que dieron como fruto (o tal vez haya que considerarlos como causa) a las Riot Grrlrs o grupos de la talla de Bikini Kill o Nirvana.
La obra de Anderson se centra primordialmente en Kathleen Hanna, líder de Le Tigre y las ya mencionadas Bikini Kill y poseedora de una de las personalidades más arrolladoras y controvertidas de la música estadounidense de los últimos tiempos. Defensora acérrima del feminismo, polémica hasta decir basta y creativa hasta límites inimaginables, Kathleen es una de las artistas más singulares y atractivas de un género que, hasta su llegada, parecía reservado a la furia masculina. Ella demostró que las mujeres también tenían mucho que decir en una sociedad que continuamente las ninguneaba y utilizó su música para ello, alzando su voz para que todos escuchasen su ideario bien alto y claro. El resultado fue una música directa repleta de letras cortantes y sin pelos en la lengua, un legado que a día de hoy sigue sonando revolucionario y vigoroso. Aunque, de nuevo, más allá del aliciente musical que ofrece en primera instancia The Punk Singer, sus atractivos se extienden a la representación y el estudio de la propia Kathleen Hanna, pues tendremos la oportunidad de descubrir qué mujer hay detrás del mito y cuáles son sus glorias y miedos.
The Punk Singer no es otro documental más sobre punk y música underground. No caigan en ese error; The Punk Singer es una oportunidad única de descubrir la personalidad de una de las mujeres más interesantes que ha dado la música de las últimas décadas. Y esto lo afirmo sin exagerar ni un ápice.
5. Pulp: A Film About Life, Death & Supermarkets (2014)

Aquí la propuesta es simple, pero efectiva. Noventa minutos, y Jarvis Cocker y compañía volviendo a su ciudad natal, Sheffield, para darlo todo tras veinticinco años de carrera. El resultado es un buen puñado de fotogramas bañados de música en directo, escenas habituales en los backstages y algunas reflexiones sobre lo divino y lo humano pasadas por el filtro de los carismáticos británicos. O sea, un excitante paseo por la fama, el amor, la mortalidad y la música… sobre todo la música. Divertida y emocionante a partes iguales. La fórmula del documental sobre música reducida a lo básico, pero exultante de fuerza.
Con esta producción de Florian Habicht finalizamos la primera parte de nuestro reportaje; no sin antes preguntaros cuáles añadiríais a nuestra lista. Quien sabe, lo mismo coincidimos en la segunda entrega con algunas de nuestras propuestas. Sea como sea, tal y como dijimos al principio: «Vengan, miren y (si les apetece) bailen».