Upstream Color
Ha ocurrido de nuevo. Tras nueve años de espera, Shane Carruth ha vuelto con otro Cubo de Rubik cinematográfico. Si con su ópera prima Primer (2004) nos ofreció un ejercicio de narración laberíntica en el que los viajes en el tiempo, la física y las paradojas científicas suponían un reto hasta para el espectador más avispado, ahora, con Upstream Color el jeroglífico se expande sin reparos hacia lo visual y lo sonoro, haciendo de su nueva propuesta un rompecabezas marciano y retorcido abierto a tantas interpretaciones como miradas puedan existir.
Upstream Color (2013) es, para deleite de algunos y pesadilla de otros, una propuesta única, una de esas producciones que despierta el odio más irracional o la atracción más extrema dependiendo del espectador que se le acerque o incluso de su estado de ánimo. Y es que estamos ante una de esas películas que requiere necesariamente una visión activa, una obra en la que nuestros cinco sentidos y nuestra intuición deben estar alerta cada segundo que se nos va de metraje. Es más, puede que incluso poniendo toda nuestra voluntad participativa resulte difícil obtener una interpretación de la trama objetiva y alejada de lo más puramente personal. Upstream color es un puzzle críptico en el que todas sus piezas tienen el mismo color y dan como resultado un lienzo infinito de sensaciones intangibles. Sólo a través de la maduración post-visionado se puede reconstruir su base narrativa. Estamos ante una obra vanguardista que necesita de nuestro esfuerzo, interés e incluso estudio, para ser mínimamente interpretada.
Dicho esto, queda claro que no se trata de una película recomendable para todos los públicos. Y no se trata de ser más listos o tontos… Sino que, simplemente, aquellos que conciban el cine como un producto exclusivamente dedicado al entretenimiento van a sentirse profundamente molestos en su butaca, ya que la producción no da pié al relax y la desconexión intelectual. Sin embargo, los que gusten de abrazar propuestas más experimentales y oscuras están de enhorabuena, pues Shane Carruth vuelve con la misma complejidad de siempre y con un estilo cinematográfico muchísimo más depurado. Upstream Color es una cinta que remite en lo visual al último Terrence Malick, que huele lejanamente a Kenneth Anger, David Lynch o a Cronenberg, y que suena a Autechre, Aphex Twin y otros iconos de la música experimental. Estamos ante un compendio de imágenes y sonidos que dejan en un segundo plano la narrativa convencional, convirtiendo la elipsis y lo oblicuo en un desconcertante vehículo expositivo. Una historia que a pesar de ser deliberadamente hermética, no deja lugar a la indiferencia, ya sea por su vanguardismo y radicalidad formal, por su contraste entre el preciosismo visual y sus atmósferas perturbadoras, o por su esquiva inteligibilidad. De hecho, la nueva obra de Carruth nos permite fantasear sobre lo que hubiera podido ser del Séptimo Arte si autores como T.S. Eliot hubiesen tenido la oportunidad de haber agarrado una cámara. Si bien el poeta modernista definía su narrativa como “a heap of broken images” (algo así como un cúmulo de imágenes rotas), se me ocurre que igualmente podría aplicarse la misma definición a la narrativa sesgada de la última propuesta del director norteamericano.
Hasta aquí llega la crítica para aquellos que aún no han visto Upstream Color. Creo que tras todo lo comentado muchos se harán a la idea del tipo de película que estamos hablando. Es más, seguramente estamos ante una propuesta tan compleja y abierta, que lo más sensato sería acercarse a ella con los mínimos prejuicios posibles, por lo que aquellos que aún están por ver la cinta deberían alejarse del torrente de interpretaciones que su visionado puede desatar en los diferentes medios de comunicación. Es por ello por lo que (sin que sirva de precedente) voy a escribir el resto de la crítica, en la que trataré el que bajo mi punto de vista es su trasfondo argumental, considerándola Zona Spoiler. Eso sí, me gustaría que los que sigáis leyendo no la toméis como una interpretación con ínfulas de iluminación personal y verdad absoluta, sino más bien como un intento más de otro espectador que ha aceptado armar el puzzle de Carruth.
Bajo mi punto de vista hay varios elementos clave que sugieren que estamos ante una obra con un trasfondo metafísico y un mensaje puramente trascendentalita que tiene además calado político y social. Si anteriormente mencioné que Upstream Color es una obra que requiere estudio para ser comprendida, no es por puro esnobismo, sino porque la que quizás es la pieza clave en toda su complicada historia es una obra literaria, por lo que si no se tiene un previo conocimiento de ella, difícilmente conectaremos los hilos narrativos de su esquivo guión (o si lo hacemos, seguramente el resultado sea totalmente distinto). Pero vamos poco a poco. Intentaré sintetizar al máximo mi teoría.
Tenemos por un lado la historia de un hombre que, introduciendo unos microorganismos en el cuerpo de otras personas, en este caso unos gusanos, consigue esclavizar su voluntad hasta el punto de poder secuestrarlas sin oposición, haciendo incluso que éstas entreguen legalmente todo su patrimonio y riquezas bajo un extraño estado de hipnosis o sumisión inconsciente. Esta vez la víctima del misterioso personaje es Kris (interpretada por Amy Seimetz), quien tras despojarse de todos sus bienes materiales, queda abandonada en su casa con una incapacidad total para recordar nada y con unas secuelas físicas inquietantes, pues el gusano sigue en el interior de su cuerpo y ha crecido, siendo éste el único e inquietante testimonio de lo que ha podido ocurrir. Desesperada por tan inexplicable suceso, nuestra protagonista acudirá a otro personaje misterioso. Un granjero que al parecer puede extraer los gusanos de los cuerpos infectados. La operación es llevada a cabo con éxito y el granjero transfiere el gusano desde el cuerpo de la chica hacia el interior del organismo de uno de sus cerdos. Lo que ignora nuestra protagonista, es que el precio a pagar por esa operación es que el granjero tiene un acceso directo a sus sentimientos y su espíritu cada vez que acaricie al animal que ahora lleva el parásito que ella alojó, sentimientos y recuerdos íntimos que el misterioso hombre puede vivir en primera persona y que parece utilizar como inspiración a la hora de componer su música, un arte que compone a base de sintetizar sonidos de la naturaleza inerte al cual dota de alma capturando la esencia del espíritu ajeno.
Estos dos personajes están conectados entre sí (el nexo de unión son las flores y los gusanos). Ambos roban a sus víctimas. Uno les roba lo material y el otro les roba lo intangible. Pero nuestra protagonista no es su única víctima, hay muchos más, entre ellos Jeff (Shane Carruth), quien por haber sufrido el mismo daño que Kriss (y tras haber pasado por el mismo proceso que ella) guarda un vínculo emocional que ni ellos mismos pueden explicar.
Así visto, estamos ante una trama construida a base de metáforas hiperbólicas y extrañas. Una fábula en la que la ciencia ficción se apoya en la poesía para transmitirnos un mensaje que se toca con la filosofía y el transcendentalismo más puro. La clave y unión de todos los factores está en el libro que tanto aparece en pantalla. Walden, de H.D. Thoreau.
Walden es la obra magna de uno de los padres del movimiento transcendentalista norteamericano, una obra que nos habla de alejarnos de lo que nos oprime y nos aliena, en este caso la sociedad urbana, para acercarnos a la naturaleza y encontrar allí un remanso de autoconocimiento personal y espiritual. Thoreau es conocido igualmente por haber poseído una mentalidad revolucionaria verdaderamente adelantada a su época, de hecho, es uno de los pioneros del concepto de la desobediencia civil como respuesta a la injusticia sistemática. Sus ideas iban desde las posiciones más liberales hasta los postulados antisistema más extremistas. Para él, la sociedad y sus organismos sólo servían para oprimir el espíritu y cegar nuestra identidad verdadera, y la única manera que había de alcanzar el autoconocimiento era a través de la conexión plena con la naturaleza. Para ello era esencial romper lazos con todos los dogmas sociales y apartarse a una vida solitaria en la que la observación y la reflexión intelectual y emocional eran el único camino hacia el descubrimiento de nuestra verdadera esencia. La verdad absoluta sólo era obtenible a través de la renuncia, la rebeldía y la voluntad de insumisión. Ése era el primer paso imprescindible para emprender el camino hacia sendas más etéreas.
Todo esto os lo cuento porque, en mi opinión, lo que Upstream color encierra dentro de su deliberado cripticismo es una metáfora de los principios básicos de Thoreau. El hombre de los gusanos roba para enriquecerse, y bien es verdad que todos podemos trasladar su figura a alguna institución de nuestra sociedad que a todos nos roban a diario. El granjero se inmiscuye en lo más recóndito de sus víctimas para robarles lo más íntimo, como provecho compone una música que luego venden las grandes superficies. Y eso se me antoja una metáfora de la manipulación comercial a la que estamos sometidos también a lo largo de nuetro día a día. Así, pareciera que Carruth nos quiere sugerir que somos víctimas alienadas de estos delincuentes “impersonales” que representan las corporaciones públicas y privadas. Es por ello que, agitados y confusos, deambulamos y vivimos perdidos, sin apenas encontrar un significado a un acto de amor esporádico o uno de supervivencia. Apenas somos capaces de definir una identidad propia, ni comunicarnos con nadie con cierta coherencia, sino que somos en definitiva unas tristes marionetas movidas por demiurgos sin compasión.
¿La solución?. Quizás como sugería Thoreau, es asimilable sólo a través de la rebeldía y la insumisión, sólo cortando los lazos que nos subyugan seremos capaces de conocer nuestra esencia y conocer la verdad, la nuestra y la del mundo. Sólo despojándonos de las ataduras superficiales de nuestra sociedad podremos observarnos a nosotros mismos como seres humanos libres y parte de la naturaleza. El desenlace de la trama de Carruth parece ser la pieza que me permite completar mi rompecabezas particular. La rebelión de Kris es la ruptura con los grilletes que la estaban extenuando.
Pero claro, ya lo he dicho antes. Esto es sólo una lectura más. Todos sabemos que un puzzle con las piezas del mismo color es perfectamente realizable, pero una vez armado, cada uno puede ver en él una cosa distinta a la que ven los demás. Incluso la nada más absoluta.
Sea como sea, el caso es que me ha gustado jugar. Eso sí. Estoy exhausto y me queda la duda de si aquellos pájaros eran estorninos. Además, siempre viene bien encontrarse con una obra de semejantes características. Hace que te replantees muchas cosas que dabas por cánones artísticos irrebatibles, además, nunca conviene olvidarse de que la línea que separa la experimentación de la tomadura de pelo es con frecuencia demasiado difusa, por lo que todo dogma interpretativo puede caer por su propio peso.
Como suele pasar con toda obra abstracta, nadie podrá convencernos nunca de si Upstream Color es una obra de arte o un chiste postmoderno. El rompecabezas es infinito y el debate será eterno. Así que quien crea tener otros argumentos, que tome la palabra.
Calificación: 6,5/10
Título original: Upstream Color
Año: 2013
Duración: 96 min.
País: Estados Unidos
Director: Shane Carruth
Guion: Shane Carruth
Música: Shane Carruth
Fotografía: Shane Carruth
Reparto: Amy Seimetz, Shane Carruth, Andrew Sensenig, Thiago Martins, Juli Erickson, Ted Ferguson, Frank Mosley, Charles Reynolds, Kerry McCormick, Karen Jagger, Jack Watkins, Jeff Fenter, Cody Pottkotter
Productora: ERBP
Procuraba mejores peliculas de sci-fi e hallé un candidato a su altura, pero muchisimo mas hermoso en terminos cinematográficos y artísticos. La trilla, fotografia, direccionamento y la falta del mismo en esta magnífica película me hizo quedar hasta su fin sin cesar, hipnotizado y perplejo, a mirarla! Interessantes junciones/justaposiciones de imagenes/ideas a nos rodillar por la cabeza devaneos/implicaciones sin fin acerca de nosotros como seres en la Tierra y seres unos con los otros. Pareja impossible y al mismo tiempo tan verdadera, haciendo nos repensar que la cotidianeidad no necessita ser tan aburrida a todo el momento, que hay interligaciones y nuevos links en los cuales nos encontremos a nos conectarnos! Hermoso trabajo y reinterpretación del dia trás dia mortificante de nuestros siempre iguales empleos y hogares. Cási una obra maestra!