Una nueva amiga

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Si hay algo bueno que pueda decirse de François Ozon y de cualquier artista en general, es que nunca deja indiferente a nadie. Cualquier obra que no genere un mínimo de interés e invite a poco más que la indolencia puede considerarte una pieza muerta, un intento de arte fallido. Teniendo esto en cuenta, cabe decir que acercarse a cualquier película del director galo, independientemente de su factura final, suele ser una experiencia, cuanto menos, atractiva e insólita. Su particular sentido del humor, a medio camino entre la sátira y lo incisivo, así como su desacomplejado estilo a la hora de tratar temas controvertidos relacionados con la sexualidad hacen del realizador francés un referente obligatorio para todos los que quieran estar al tanto de lo que se cuece en el mundillo europeo del cine de autor. Desinhibido y rebelde, Ozon no se arruga cuando se trata de meterse en terrenos difíciles y afronta los tabús con un miedo nulo al «que dirán». Aquellos que tuvieran la oportunidad de ver su anterior obra, Joven y bonita (Jeune et jolie, 2013), sabrán de lo que hablo. Sin embargo, la película que nos ocupa en este momento a raíz de su vuelta a las salas de cine podría ser uno de los máximos exponentes para ilustrar las características, virtudes y defectos del cine de este prolífico realizador ya que en Una nueva amiga (Une nouvelle amie, 2014) se revisitan muchos de los tópicos y lugares comunes reconocibles en la filmografía de éste.

Apoyada en un guión escrito por el propio Ozon (algo que suele ser habitual en la mayoría de sus obras), Une nouvelle amie es una historia que trata sobre la búsqueda de la identidad sexual y revisa los códigos de ésta con un registro que, irónicamente, deambula constantemente entre la comedia y el drama sin terminar nunca de definir su personalidad como obra. En ella se nos narra la historia de David (Romain Duris), un hombre joven recientemente enviudado que de repente se ve con la responsabilidad de criar a su bebé, haciendo a la vez de padre y de madre. La tristeza y la soledad que suponen haber perdido a su amada y la necesidad de ejercer el rol paterno y materno a intervalos revivirán en él unas inquietudes que creía adormecidas para siempre, hasta tal punto que éste decide tomar una extravagante decisión; la de vestirse en la intimidad del hogar con la ropa de su ex-esposa. Un inocente atrevimiento bienintencionado (el olor de la ropa de su esposa calma habitualmente el llanto del bebé) que desatará anhelos ignorados hasta entonces e iniciará un complicado camino hacia la feminidad, poniendo en jaque su propia identidad sexual, una vez que Claire (la amiga de la infancia de su fallecida esposa) descubra casualmente su secreto.

Así pues, la última película de François Ozon es una obra que se asienta en una trama que bien podría remitir a alguna de las obras más conocidas de Almodóvar; los ecos del lesbianismo en puntos concretos de la historia, el travestismo de un David que decide calarse la peluca, liberarse y convertirse en Virginia o la difuminación de las fronteras de lo que usualmente conocemos por estándares tradicionales de la condición sexual nos lo ponen difícil a la hora de no pensar en el cine del director manchego. Pero nada más lejos de la realidad, Ozon tiene un sentido del humor que difiere en demasía con el del director de Todo sobre mi madre (1999). Quien busque la chispa y el descaro «almodovariano» se puede llevar un disgusto, pues aquí el tono coquetea más bien con el toque elegante y la contención del genio francés, aunque sea para revertirlo y reírse del mismo en alguna que otra ocasión a través de la sátira. Y es que, siendo prácticos y tirando de honestidad, buscar reflejos del cine de Ozon en otros autores es forzar lo que no se debe forzar. Ozon es Ozon y su idiosincrasia es tan reconocible y única que solamente su cine puede servir de espejo de sí mismo.

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Sin ser una mala película, Una nueva amiga es una obra que pierde demasiados enteros por culpa de su volubilidad. Ni que decir tiene que a nivel técnico François Ozon es un experto al que difícilmente se le pueden poner pegas. Sabe cómo rodar el drama y se permite ciertas licencias a la hora de pretender que sonriamos. Además, la cinta es igualmente correcta tanto en el montaje como en la foto, haciendo un uso de la banda sonora y el sonido que a veces llevan más intención de lo que parece. El problema surge cuando nos damos cuenta de que el autor parece mostrar cierta obsesión por querer dominar con éxito todos los terrenos que pisa; terrenos que, por cierto, quizás se bifurcan en demasiadas direcciones. Dicho de otra forma, Une nouvelle amie pierde demasiada fuerza en su empeño por funcionar como drama, como comedia e incluso como historia con cierto misterio. En medio de los constantes cambios de parecer y de tanta confusión sentimental y sexual la cinta quiere mostrar tantas facetas que difícilmente recordaremos alguna de ellas más allá de lo que dura una anécdota. Tantas sendas busca Ozon que acaba perdiendo el norte en demasiadas ocasiones, haciendo que todo se quede a medio camino y no termine por marchar como es debido. A veces un guión menos ambicioso ayuda a definir una historia y darle una dirección, y por culpa de querer abarcar en exceso la película tiene menos empaque del que sería deseable.

Quizás tampoco ayuda que la historia se asiente básicamente en el extraño triángulo sentimental que forman sus tres protagonistas principales (el cual, lo mismo, debería haberse explorado con más profundidad dadas las posibilidades creativas que ofrecía). El caso es que el hecho de ver casi exclusivamente a Romain Duris (quien por cierto me chirría un poco cuando actúa a lo femenino), Anaïs Demoustier (correcta sin más) y Raphaël Personnaz (en un rol casi anecdótico) durante los casi 110 minutos que dura la película puede ser contraproducente a la hora de mantener el interés del espectador. Un poco más de tratamiento en el plantel de personajes secundarios y un poco más de voluntad de zafarse de tanta recurrencia quizás hubiera ayudado a que la historia de Una nueva amiga hubiera ganado puntos para combatir algunos de sus ademanes frívolos y ocasionalmente caprichosos.

En definitiva, la irregularidad es la tónica de Une nouvelle amie. Entretiene y ofrece algunos puntos interesantes tanto en lo argumental como en lo cinematográfico, sobre todo a la hora de ofrecer algo de drama. Además, tiene algunos momentos realmente imaginativos y llamativos (como su prólogo inicial). Lamentablemente, aparte de sus constantes devaneos, los clichés terminan apareciendo, haciendo que al final de todo permanezca una sensación de que esta vez a François Ozon le ha costado un poco más de lo habitual encontrarse a sí mismo, por lo que su obra se queda algunos puntos por debajo de lo habitual y algo apartada de sus constantes como autor en cuanto a nivel se refiere.

Calificación: 5/10

 
 

Una_nueva_amiga_cartel_Ge_MCTítulo original: Une nouvelle amie

Año: 2014

Duración: 105 min.

País: Francia

Director: François Ozon

Guion: François Ozon

Música: Philippe Rombi

Fotografía: Pascal Martí

Reparto: Romain Duris, Anaïs Demoustier, Raphaël Personnaz, Isild Le Besco, Aurore Clément, Jean-Claude Bolle-Reddat, Bruno Pérard, Claudine Chatel, Anita Gillier,Alex Fondja, Zita Hanrot, Pierre Fabiani

Productora: Mandarin Films / FOZ

 

 

 

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