Truman
Se trata del séptimo largometraje del realizador catalán Cesc Gay, responsable de En la ciudad (2003), Ficción (2006), o su penúltima cinta, Una pistola en cada mano (2012). Ahora nos presenta Truman, en donde nos narra los cuatro días que pasan juntos dos amigos de la infancia, Julián y Tomás, quienes hacen algún tiempo que no se ven, ya que Tomás reside en Canadá y Julián lo hace en España. Este reencuentro se produce porque Julián, actor argentino que reside en Madrid desde hace años, padece un cáncer de pulmón con metástasis por todo el cuerpo y cuyo diagnóstico es desolador: la enfermedad es incurable, el cáncer es terminal y los días que le quedan de vida son bastante pocos. En esta tesitura se encuentra nuestro personaje que, sin embargo, ya ha tomado una drástica y muy reflexionada decisión: no seguirá con el tratamiento y finalizará sus días que le queden en este mundo haciendo lo que buenamente le plazca y alejado de las máquinas y las camas de hospital. Y es tan irrevocable y firme su determinación que ya desde el comienzo el personaje de Tomás es alertado por su amigo de que si ha venido para intentar hacerle cambiar de opinión, ya podía marcharse nuevamente.
El personaje central que nos falta es Truman, quien da título al filme y quien de alguna forma abre y cierra esta emotiva historia, que no es otro que el perro de Julián, un bullmastiff con unos años de más, al que le tiene muchísimo cariño y estima su dueño. Un fiel compañero y uno de sus dos hijos, como dice el propio Julián en la película, quien se preocupa y obsesiona por dejarlo en buen recaudo para cuando él ya no esté.
La película de Gay es inteligentísima y muy conmovedora. Posee un guion (que el propio Gay escribe junto a su habitual colaborador Tomás Aragay) brillante, muy humano, repleto de matices, de pequeñas cosas que se nos aparecen de forma muy sutil y que el espectador debe ir desentrañando. Un sobresaliente guion en el que no falta ni sobra nada, que trata al espectador como adulto, y que no cae en clichés innecesarios, chistes tétricos pasados de rosca o sentimentalismos baratos (véase ma ma de Julio Medem). Truman es de una delicadeza asombrosa, que te habla de la vida tan directamente que asusta. Tiene unos diálogos preciosos, muy profundos, directos, de los que calan en el alma. Se trata de una cinta de miradas, de silencios, de lo que se dice a través de las palabras, de lo que no se dice, de lo que se guardan cada uno de los personajes para sí mismo, para su interior, de lo que se expresa a través de las emociones, de lo que se intuye pero no se muestra. Y de la vida. Porque aunque Truman nos hable de la muerte, en ella se respira auténtica vida por todos los poros. Es un retrato de la existencia humana en la vida occidental actual. Y es, además y ante todo, una cinta sobre la muerte. Pues no la considero tanto como un canto a la vida o un aviso para navegantes sobre lo efímero de nuestra presencia por acá, sino más bien, como un trozo de verdad.
El humor se encuentra introducido de manera muy ingeniosa. Me reí bastante durante el visionado, pero siempre con un nudo en el estómago y unas lágrimas que brotaban sobre mis mejillas, que algunas veces se hacían más cuantiosas, desde prácticamente los primeros minutos del metraje. Una sensación que no recordaba tener desde, seguramente, La vida es bella (Roberto Benigni, 1997). Una perfección en la dirección para calibrar ambos sentimientos de manera tan loable que denota la sensibilidad del artífice.
La cinta toca de puntillas por la religión, pero tampoco le hacía falta que rascase más, pues no es su tema principal. Espectacular esa escena nocturna de conversación telefónica en donde Julián le confiesa a su amigo que espera encontrarse cuando muera, con su madre, ya fallecida, mientras Tomás le recuerda que él era ateo. Viendo esta enternecedora escena me vino a la memoria aquel dicho de Estados Unidos en el cual se dice que todo el mundo en su lecho de muerte es creyente. Pero lo importante aquí son esos cuatro días, el viaje vital inolvidable, en donde el personaje que interpreta Darín asistirá en vida a los preparativos de su muerte, mirando a la parca cara a cara, e intentando dejarlo todo lo más bien organizado que buenamente pueda para cuando ya no esté. Es, igualmente, una recapitulación panorámica sobre quién ha sido en la vida, que le va a posibilitar incluso redimirse de sus pecados y, como no, despedirse de todos. Y esto lo vemos a través de diferentes escenas, a cual mejor, e introduciendo a diferentes personajes secundarios que van apareciendo en la película, que como es habitual en el cine de Gay, son interpretados por caras conocidas para el público. Así vemos a Álex Brendemühl, Javier Gutiérrez, Eduard Fernández, Elvira Mínguez, Pedro Casablanc, Nathalie Poza o la actriz Ágata Roca, esposa en la vida real del director, Cesc Gay, y que aparece en más trabajos anteriores de su marido. En estas escenas asistimos a la cobardía de las personas al no saber enfrentarse con la enfermedad terminal de un amigo, a la incomprensible dureza de algunos empresarios ante las miserias de sus trabajadores, al feroz capitalismo que se expande hasta al negocio de la muerte, al inmenso dolor y sufrimiento de esa sobrina que lo exterioriza con rabia e impotencia, a esas disculpas de Fabián a su amigo que traicionó, a ese encuentro con su hijo, quienes se hallan muy distanciados el uno del otro por una historia pasada que el espectador debe intuir, y ese desgarrador abrazo entre ambos con secreto incluido, a su relación con su exmujer o a ese recorrido para visitar a las personas que pretenden quedarse con el perro, ante la dificultad añadida de ser un can anciano (el perro en la vida real, cuyo nombre verdadero es Troilo, falleció unos meses antes del estreno a consecuencia de su senectud), y con él la realidad de que no todo el mundo trata a los animales de igual forma y con el cariño que merecen.
Porque Truman también es una alabanza a la amistad, a quien no pide nunca nada a cambio, y al amor, en muchos sentidos. La película es también, como digo, un homenaje hacia los animales, en este caso a los perros, y a sus dueños que lo cuidan con afecto y responsabilidad.
Y finalmente habla también de la eutanasia. Un conflicto ético y moral muy presente y que recientemente estamos viendo con frecuencia como se acerca el cine cada vez más. Véase los casos de Miele (Valeria Golino, 2013), Corazón silencioso (Bille August, 2014), Amour (Michael Haneke, 2012), Las invasiones bárbaras (Denys Arcand, 2003), Mar adentro (Alejandro Amenábar, 2004) o Million Dollar Baby (Clint Eastwood, 2004).
Especial apartado se merece lo de Darín y Cámara, que faltarían adjetivos para elogiarlos. Ambos se encuentran en un auténtico estado de gracia en el filme. Cada uno en un papel muy distinto. Los dos sufren, pero mientras uno debe lidiar con la enfermedad en primera persona, el otro asiste sumiso a todos los trámites, con su dilema, con sus miedos, con su inseguridad de no saber muy bien qué hacer. Un personaje, quizá, más difícil de componer, pues resulta ser un poco la mirada del espectador, que dice más por lo que calla que por lo que habla, por sus miradas, por sus gestos. Y cuando hablo de Ricardo Darín, hablo de unos los cinco mejores actores vivos que existen actualmente. El actor argentino de Nueve reinas, El hijo de la novia, El baile de la Victoria, El secreto de sus ojos o Relatos salvajes está dando en estos últimos años un recital actoral impresionante, un auténtico lujo disfrutarlo en la pantalla, nos referimos a un gigante de la interpretación. En la película que nos atañe, ayuda igualmente la enorme astucia de Gay a la hora de colocar su cámara, en unos planos cercanos a sus personajes, unos encuadres en donde siempre lo importante son las personas y no los paisajes, tanto en los interiores como en los exteriores. Y en una banda sonora estupenda, introducida perfectamente en la trama.
Truman no solo es que sea, para mí, la película española del año, sino que, para un servidor, es de momento, la película del año. Por ello que espero y, además creo muy probable, que a la Concha de Plata al mejor actor entregada ex aequo a los dos intérpretes protagonistas, se le sumen otros muchos premios y no solo a nivel actoral (pues ya sabemos que los actores que trabajan con Gay suelen recibir muchas estatuillas) sino a todo su conjunto, y por supuesto que arrase en la próxima edición de los Premios Goya.
Concluyendo. Truman es un viaje de cuatro días que no se pueden perder. Una cinta que habla de tantas cosas que sería imposible enumerarlas en una crítica. Un filme para reír y llorar. De la vida y de la muerte. Del amor y la amistad. Una auténtica obra maestra.
“Cada uno se muere como puede”.
Calificación: 10/10
Año: 2015
Duración: 108 min.
País: España
Director: Cesc Gay
Guion: Cesc Gay, Tomás Aragay
Música: Nico Cota, Toti Soler
Fotografía: Andreu Rebés
Reparto: Ricardo Darín, Javier Cámara, Dolores Fonzi, Àlex Brendemühl, Javier Gutiérrez, Eduard Fernández, Elvira Mínguez, Silvia Abascal, Nathalie Poza, José Luis Gómez, Pedro Casablanc, Francesc Orella, Oriol Pla, Ana Gracia, Susi Sánchez, Àgata Roca
Productora: Coproducción España-Argentina; Imposible Films / BD Cine