Transcendence
Que de entre los frutos de la ciencia a veces nacen monstruos es algo que todos sabemos más que de sobra. El doble filo que puede suponer cada nuevo avance científico ha sido, desde que dominamos la tecnología, una de las mayores preocupaciones del conjunto de la humanidad en general y de algunos individuos en particular. Sólo hay que revisar las páginas de nuestra historia y literatura para confirmar que todo este recelo no está del todo exento de razón. La energía nuclear, por ejemplo, derivó en una potente fuente de poder con la que dar suficiente fuelle a nuestro imparable ritmo de vida, pero por otro lado también dio origen a la bomba atómica y a un sinfín de dilemas medioambientales que aún no hemos sabido resolver. Los avances en medicina pueden servirnos como otro ejemplo ilustrador. La constante investigación en dicho campo es capaz de dar pasos de gigante en lo que se refiere a la búsqueda de una cura para la enfermedades que nos acechan, pero al mismo tiempo todo es susceptible de caer en las manos de la persona inadecuada convirtiéndose de esta forma en un arma potencialmente peligrosa y aberrante para todo el que se pare a pensarlo. Por supuesto, todos estos riegos no saldrían a la palestra si la ética científica siempre avanzase al ritmo que lo hace la propia disciplina; así que resulta evidente que para que los monstruos no surjan es imprescindible que se mantenga un equilibrio real entre la moral, la filosofía humanista y el propio progreso tecnológico.
Es obvio que hay descubrimientos científicos que tienen el poder de cambiar nuestro mundo por completo. Desde la propia revolución industrial que surgió entre el vapor y las primeras máquinas, hasta el descubrimiento de la penicilina, pasando por ejemplo por objetos más concretos como pueden ser el teléfono o el automóvil. Se puede afirmar que cada uno de ellos han ido contribuyendo a que el mundo luzca a día de hoy tal y como lo conocemos, habiéndolo reducido a un espacio en el que todo está interconectado en mayor o menor medida y las fronteras físicas y políticas sucumben a la capacidad de la comunicación. Estamos refiriéndonos, como no, al fenómeno de la globalización, el cual no sería concebible sin el que quizás es uno de los avances más importantes de los de la época más reciente, la informática (disciplina que sería la madre de otro avance esencial en el fenómeno globalizador, la vasta red virtual de comunicaciones y conocimiento que supone Internet).
La cinta que nos ocupa, Transcendence (Wally Pfister, 2014), señala precisamente algunos de los dilemas éticos surgidos de los últimos avances tecnológicos relacionados con la mencionada disciplina, más concretamente con los últimos descubrimientos relacionados con la Inteligencia Artificial, la cual, mirada con ojos especulativos es perfectamente susceptible de caer en el campo de las cábalas más oscuras y pesimistas. No es la primera vez que una película mira con recelo hacia este campo, todos podemos recordar a bote pronto la mítica saga Terminator (que comenzó con James Cameron en 1984) en la que Skynet, una especie de inteligencia creada artificialmente, se hacía con las riendas de su propio conocimiento para dominar el mundo y a la raza humana con su ejército de máquinas. O sin ir más lejos nos podemos acordar igualmente de HAL 9000 el computador de a bordo que controlaba con su inteligencia artificial las funciones vitales de las portentosas naves de 2001: Una odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey. Stanley Kubrick, 1968). Como decimos, ambos precedentes y precursores (aunque ni mucho menos los únicos) de la problemática expuesta por Transcendence.
La primera producción de Wally Pfister como director nos sitúa durante sus primeros minutos en un hipotético futuro no muy lejano en el que toda tecnología relacionada con la informática ha quedado prácticamente obsoleta. Un mundo que parece haber retrocedido décadas en cuanto a modernidad y orden se refiere, un planeta que se encuentra en un nuevo proceso de readaptación natural y social a las nuevas condiciones de vida. Un contexto tan interesante como complejo. Aunque el ojo de su autor no mirará a las consecuencias de ese nuevo orden mundial, sino que prefiere contarnos su testimonio sobre qué y cómo originó dicha situación.
El origen del caos que descubrimos en los primeros planos de la película tiene nombre propio, William Caster, un eminente doctor famoso en todo el mundo por sus asombrosos avances en el campo de la inteligencia artificial. El doctor Will Caster (interpretado por Johnny Depp), trabaja en un proyecto que intenta dotar de alma y emociones a un ente artificialmente inteligente, asunto que a pesar de antojarse casi una utopía, acaba por resolverse como consecuencia directa de un suceso traumático que atañe directamente al prestigioso científico.
Como ya hemos mencionado, cada avance tecnológico es susceptible de levantar recelos en función de la relevancia que tenga, y como es lógico, el intento de crear una inteligencia que en el futuro sea capaz de superar a la de cualquier ser humano y que para colmo tenga posibilidades de evolución infinitas es algo que muchos no están dispuestos a permitir. Por tanto algunos grupos sociales no verán con buenos ojos este intento de crear un nuevo Dios capaz de rebelarse ante sus propios creadores, por lo que intentarán atajar los avances incluso por medios violentos si es necesario. De este conflicto se producirá una serie de atentados que un grupo neo-ludita perpetrará contra los involucrados en la ambiciosa investigación, atentados que dejarán al doctor Caster y su grupo reducido al mínimo y literalmente agónico, al menos en el caso del personaje encarnado por Jonny Depp, pues éste caerá presa de una enfermedad terminal fruto de un ataque certero con un arma biológica. Es en ésta complicada tesitura donde se produce el suceso clave que desembocará en toda la problemática argumental de Trascendence , el traspaso del alma y la mente del doctor Will Caster desde su moribundo cuerpo a las entrañas de la máquina que este mismo creó.
Así pues, tenemos los mayores temores de los luditas hechos realidad. Un alma humana ha transcendido a una máquina y ahora existe una especie de Superhombre que por no tener limitaciones mortales ni intelectuales, bien podría definirse como un semidios. Gran parte de la humanidad ignora lo que ocurre, otros verán con esperanza la llegada de semejante avance; imagínense, una inteligencia capaz de abarcar lo que nunca antes nadie soñó, una mente artificial capaz de hacer avanzar la ciencia hacia terrenos que ni siquiera antes intuíamos, un ente que podría ser la solución a todos los males de nuestro mundo, que podría ser la respuesta definitiva a todas las calamidades que nos acecha como seres humanos. Pero claro, otros se acuerdan del ya mencionado doble filo, de la bomba atómica, de lo que es capaz de hacer un ser humano cuando tiene en su poder el inabarcable arma del saber, así pues, el conflicto está servido, la lucha entre el neo-ludismo y la propia inteligencia del doctor Caster entablarán una guerra abierta para imponerse y desequilibrar la balanza en su pos de su propio dominio. Positivismo y reticencias al avance, de nuevo, enfrentados.
A grandes rasgos, ésta es la temática expuesta por Transcendence; y decimos a grandes rasgos porque como ya se imaginan, un asunto tan complejo como el que se trata se presta a una interpretación que bien podría ser de un carácter mucho más profundo, sin embargo, no es ésa la voluntad de esta crítica ni la de la propia película en sí, más bien al contrario, pues el debut del que fuese el director de fotografía de Christopher Nolan para El caballero oscuro (Batman: The Dark Knight¸2008) y Origen (Inception, 2010) pasa por alto cualquier pretensión de profundizar en un tema que daría mucho de sí para centrarse en el conflicto físico y abierto que se genera entre científicos y luditas. En otras palabras, lo que podría haber sido una producción seria de ciencia ficción, termina por ser una especie de thriller en el que se superpone la acción y el drama romántico a las cuestiones de fondo.
Transcendence no pasará a los anales de la historia del cine como la cinta que supo plasmar con certeza los dilemas que surgen ante el avance en el campo de la investigación científica, sino que más bien pasará a ser parte, con el paso del tiempo, de esas cintas que pese a sus prometedoras bases, renuncian a sus premisas en pos del entretenimiento más estándar. Así pues, se puede afirmar que estamos ante una película que defrauda. Todo lo sugestivo del primer tramo de la producción se hunde ante su resolución final. Todos los hilos conductores de la trama, que parecían que iban a tejer una sólida historia, acaban sucumbiendo ante las convenciones de Hollywood.
Quizás la clave de todo resida en que no se ha sabido abarcar con eficiencia un tema complicado en exceso; quizás Wally Pfister haya elegido una temática demasiado difícil para ser la cinta de un primerizo en la dirección cinematográfica. El caso es que, lo que podía haber sido una referencia del mejor cine del género, naufraga en sus propias pretensiones, ya que Transcendence se ahoga clamorosamente en un mar de incongruencias argumentales y sinsentidos resolutivos.
Así pues, que nadie vaya a ver esta película con esperanzas de encontrarse una distopía de gran profundidad y calado, Transcendence funciona mejor si nos la tomamos como una cinta que bajo un contexto distópico nos cuenta una historia de amor enfermiza y se permite retratar de camino una serie de personajes que son siervos de sus propias convicciones y sueños. Es cierto que la producción plantea ciertos dilemas de perfil científico que no carecen de interés, pero como ya hemos señalado, estos no se resuelven bien. Así pues, el primer proyecto de Pfister como director depende en gran medida de las expectativas con las que se vea.
Apartándonos del aspecto puramente argumental, el cual es sin duda el protagonista de la propuesta que estamos tratando, cabe mencionar las conocidas caras que vamos a encontrarnos en pantalla; Jonnhy Depp, Rebecca Hall, Paul Bettany, Cillian Murphy o Morgan Freeman harán aparición, pero desafortunadamente sólo es apenas destacable el trabajo de la actriz británica. El resto del plantel parece perdido en la desidia fruto de una dirección artística más que deficiente. Incluso Johnny Depp parece ejercer su trabajo si no con cierta indiferencia, con poca convicción, por lo que los numerosos fans del actor probablemente se sientan defraudados por un desempeño que queda lejos del lucimiento que ya mostrara mismo bajo la piel de otros personajes más histriónicos y excéntricos. Es como si el camaleónico Depp se hubiera encasillado hasta tal punto en personajes estrafalarios que ya le resulta incapaz hacer de alguien normal.
Técnicamente, el trabajo de Pfister sí que es bastante aceptable. La fotografía de Transcendence parece beber de obras anteriores del propio director, asunto que no deja de ser irónico ya que en esta ocasión delega el trabajo fotográfico en otra persona. Pero la verdad es que se intuye cierta conexión entre esta película y los anteriores trabajos que el mismo director hiciera para Christopher Nolan, aunque todo sea dicho, el cómputo general no llega a la lucidez de dichos trabajos. Los efectos especiales tampoco deslucen y cuando aparecen funcionan con decencia aunque no con demasiada garra, por lo que al final tampoco contribuyen en demasía a deleitarnos visualmente excepto en contadas ocasiones, poca cosa para el presupuesto que se le intuye.
En resumen, no estamos ante la cinta que todos esperábamos. No hablo ya de expectativas pre-visionado, sino de las que los primeros minutos de la película generan por sí mismos. Transcendence es un templo de reflexión que se construye para autodestruirse cuando estaba a medio camino de todo. No sabemos si por miedo a donde podía llegar o por no saber encadenar sus diferentes etapas argumentativas. El castillo de ideas se derrumba cuando las necesidades de rematar aparecen. Es una pena porque temáticas como la que trata siempre son ya interesantes de por sí.
Por desgracia nos ha salido otro monstruo, a lo mejor va a resultar que esto de experimentar en el cine también tiene su doble filo…
Calificación : 4,5/10.
Título original: Transcendence
Año: 2014
Duración: 119 min.
País: Estados Unidos
Director: Wally Pfister
Guión: Jack Paglen, Jordan Goldberg, Alex Paraskevas, Wally Pfister
Música: Mychael Danna
Fotografía: Jess Hall
Reparto: Johnny Depp, Rebecca Hall, Paul Bettany, Kate Mara, Morgan Freeman, Cillian Murphy, Cole Hauser, Clifton Collins Jr., Josh Stewart, Olivia Taylor Dudley
Productora: Warner Bros. Pictures / Alcon Entertainment