Tarde para la ira
El estreno de Raúl Arévalo no podía ser más explosivo. Evaluando las condiciones que tenía para dirigir la película, las limitaciones presupuestarias y alguna que otra imposición por parte de la productora ha conseguido plasmar una venganza que recuerda a Venganza pero con mucha más relación con la Sin Perdón de Clint Eastwood en cuanto a la calma, temple y lo sosegado del protagonista. Plasmar una historia que te hace disfrutar es complicado, debes tener un elenco que te motive, un equipo en el que confiar al 100% y ni una sola duda de que te va a salir bien, cualquier pequeño resquicio es un fracaso en la aventura, porque si algo destaca en esta película es una personalidad rozando el súmmum, un riesgo elevadísimo que han sabido canalizar de manera perfecta hasta conseguir lo que ves, una obra sincera y que cumple el propósito inicial.
Curro sale de prisión tras haber cumplido una pena de ocho años por un robo a una joyería. Ya arrepentido solamente quiere pasar tiempo con su mujer y su hijo, sin embargo su vida se cruzará con la de Jose, un hombre que busca venganza por lo que ocurriese en su oscuro pasado. Ambos encabezarán un abrupto camino para lograr redimir y olvidar su pasado, donde las sorpresas no dejarán de sorprender y los giros son como el pan de cada día. El papel de ambos protagonistas acaba de cerrarse gracias a unos secundarios bien dirigidos, con una historia detrás y que aportan muchísimo, lejos quedan esos personajes tópicos sin ningún desarrollo ni sentimiento. No solamente Ana (Ruth Díaz) se desarrolla, si no que los antiguos amigos con solamente hablar unos minutos y recordar aventuras pasadas ya están perfectamente colocados, los conoces y, ante todo, empatizas. Todo ello está recuadrado en unas actuaciones muy buenas, donde destaca la calma de Antonio de la Torre, uno de los actores más utilizados pero que sabe cambiar de registro en este thriller.
Raúl Arévalo ha escrito un crimen. El guion es lo mejor de la película, adoptando lo mejor de cada género que quiere plasmar y aprendiendo de algunos de sus amigos directores. En cuanto a la intriga recuerda a Alberto Rodríguez, si bien el ambiente es diferente (y no peor) sí que sabe transmitir sensación de desasosiego en algunas escenas intermedias y tensión al final. El personaje de Jose es pura dinamita, una persona que se le observan comportamientos difíciles, muy extraños, pero no sabes qué pretende y busca, hasta que en un giro de los acontecimientos te percatas de su historia, en una escena de puro cine, donde las imágenes muestran y el diálogo queda para la mente del espectador, cine de verdad. En este momento observas la relación de Jose con Curro, pero no sabes qué puede ocurrir, qué busca, porque eso se guarda para los momentos posteriores. Curro se ve arrastrado por Jose a algo que no sabe cómo acabará, pero que no tiene más remedio. La dupla de personajes están presentados directamente para hacer creer al espectador quién es bueno y quién es malo, quiere preconcebirte unas ideas claras, sin dudas, por ello la tranquilidad de la primera media hora, que se utiliza para desarrollar los protagonistas y, de forma paralela, varios secundarios del barrio. Cuando se produce la salida de la obra por la tangente y se cambia el sentido hay que adoptar otra idea y responderte a una pregunta: ¿Estás de acuerdo con Jose o hay que olvidar el pasado?
Tarde para la ira es una historia completa, un círculo cerrado a la perfección y sin margen de error. La dificultad de encarar una historia así radica en pensar en el espectador común. Según Jose va avanzando en su propósito existen varios momentos donde lo fácil es dejarse llevar por lo fácil y sucumbir ante la evidencia de “lo bueno” y olvidarse, sin embargo el director en ningún momento permite este común recurso y, aunque todos pidamos clemencia, él dispara, y donde más duele. Comulga con el propósito, nunca se da por vencido y continua con su idea inicial, porque así es como lo ha previsto y así es como acabará. Además de ello es sensata, ha prometido algo y así se hará, por mucho que Jose esté deseando lo contrario, pero una promesa es una promesa, y más entre compañeros. Este desarme increíble lo secunda una banda sonora que va a más, que empieza dividida y diversa para centrarse más en el golpe y subidón de la acción, que solamente con unas notas te aumenta las pulsaciones porque sabes que algo va a ocurrir, pero no sabes el qué, solamente que es algo bueno y que hará disfrutar. Tampoco desmerece el ambiente rural, de pueblo, del típico bar de los conocidos sin nada a destacar pero que te permite entablar conversaciones, el estrecho baño que no permite mear a más de uno, hasta el más mínimo detalle está cuidado para no escaparse en detalles de ciudad y permanecer en el pueblo. Las vestimentas, las conversaciones y hasta las fiestas, escasas en contenido pero adineradas en relaciones humanas.
Una buena película a la que se le podría poner el pero en los primeros treinta minutos de parecer parada, o al menos así lo percibe el espectador, aunque posteriormente analices y observes que el propósito es idealizar personajes para preguntarte por su moralidad. A partir del arranque de Curro y Jose no hay ni un pero, todo está perfectamente medido, los chándals están ahí por algo, la conversación de Los Lebreles transmite, el descubrimiento y sorpresa de otro personaje impacta y sorprende y, ante todo, el final emociona. Nada es lo que parecía inicialmente, y así se hace ver. Lo mejor es olvidarte del futuro, porque el presente es lo que estás viviendo, y el pasado lo que ya viviste. Si no lo ves claro no te la juegues, porque todo oculta algo.
Calificación: 8/10
Título original: Tarde para la ira
Año: 2016
Duración: 92 min
País: España
Director: Raúl Arévalo
Guión: Raúl Arévalo, David Pulido
Música: Lucio Godoy
Fotografía: Arnau Valls Colomer
Reparto: Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz, Manolo Solo, Alicia Rubio, Raúl Giménez, Font García
Productora: La Canica Films / Televisión Española (TVE)