Silicon Valley
Mike Judge juega en otra liga sí. En otro espacio. En otro nivel, en el que el talento y la frescura son del todo palpables para el espectador, que vive en sus propias carnes el ingenio de un creador, portador de ideas hilarantes que habitan en los divertidos márgenes de la comedia estadounidense.
A través de lo satírico, la exageración y adentrándose en lo políticamente incorrecto de forma activa, Judge nos ha regalado enormes obras animadas que siempre recordaremos. Basta con nombrar Beavis and Butthead para que una generación casi íntegra asienta con la cabeza y recuerde algún chascarrillo o frasaza genial de cualquiera de los 2. Está en nuestro ADN, en nuestra memoria: aquel sofá y los 2 chavales sentados soltando tacos, pinchando videoclips para la MTV. ¿Y qué decir de El Rey de la Colina? Aquel retrato hilarante de la EEUU más tradicional, fuera del glamour de las grandes urbes, mostrando la vida diaria de un padre de familia en crisis y sus innegociables rutinas y códigos para mantenerse dentro del “terreno de juego” (birras, amigos, barbacoas…). Con el paso del tiempo, ambas se han convertido en clásicos, en instrumentos más que atractivos para enseñar la realidad de barrios residenciales de la clase media y sus gentes, a través un vehículo tan universal y esencial como el humor.
Silicon Valley, su última creación (esta vez en carne y hueso), tiene mucho de eso. Aquí se narra las peripecias de un grupo de jóvenes informáticos en uno de los viveros de ideas más importantes del mundo, que da nombre a la propia serie. Richard (que así se llama el prota) es un tipo que ha diseñado una aplicación de compresión que revolucionará el tráfico de archivos. Él y sus colegas (Dinesh y Gillfoyle), junto a la inestimable ayuda de su patrón Erlich y el bizarro gestor Jared, intentarán desmarcarse con su idea y hacer frente a las dificultades originadas por su propia incompetencia y por la competencia en su sector.
Reflejo de la realidad que acontece a las grandes firmas tecnológicas actuales, nuestra serie se convierte en un transmisor perfecto de lo que se te teje en los polígonos empresariales de aquellas latitudes. Inversión en innovación, valor añadido, fusiones, absorciones, planes de negocios y estrategias de marketing aparecen en pantalla para explicar de forma concisa aunque intencionalmente desdibujada las dificultades por las que han de pasar jóvenes portadores de ideas excepcionales a la hora de hacer válido su producto. El resto son diálogos brutales, situaciones desternillantes hasta decir basta y personajes de cómic diseñados al milímetro.
Con unas interpretaciones sobresalientes, contando con un elenco de profesionales en auténtico estado de gracia, y un guión excepcionalmente trabajado, la creación de Judge convence, y de qué forma. Aquí los actores aparecen como un todo. Elementos regulares que de forma conjunta llegan a niveles brutales contando con una efervescencia singular, conectándose entre sí a las mil maravillas. Sin ellos, los personajes no tendrían ese brillo, esa naturalidad, esa clase que hace que sean algo más que Sheldon y compañía. De entre todos, y sin olvidar la inestimable normalidad de Thomas Middleditch (Richard, el prota), resalta con luz propia T.J Miller, encarnando al otro patrón del barco (al Jobs de Wozniak) Erlick Bachman; un bigfoot danés de casi 1’90, con un estado de carisma total, portador de una labia fuera de lo común y con la capacidad de soltar burradas por doquier y sin filtro de edad. Aunque el resto tampoco se queda atrás. Tenemos al singular Martin Starr encarnando al «especial» Gillfoyle, un programador satánico y malhumorado que ejerce de contrapunto perfecto a otro compañero de equipo, el pardillo de la panda e intelectualmente avanzado Dinesh recreado por el casi desconocido Kumail Nanjiani. Junto a ellos aparece la mirada perdida y nerviosismo perpetuo transmitido por Zack Wood con su alter ego Jared, un gestor con talento pero sin estima ni gracia que deambula en segundo plano dando sentido a la vertiente comercial de Pied Piper, el núcleo de todo, la propia idea de negocio de nuestro prota. De ellos se nutre la serie. De sus relaciones, sus dificultades (en forma de fiera competencia) y las peripecias por las que pasan en el desarrollo de su propio negocio hasta poco a poco dar con la clave del éxito tanto personal como comercial. Un cachito de realidad empresarial sin duda alguna.
Producto original y cautivador. Desde el minuto 1, Silicon Valley logra embelesar por su versatilidad, rapidez y por ser una sitcom totalmente digerible y para nada pretenciosa. Cada uno de los parámetros que aporta aparecen como argumentos del todo consolidados para el espectador, consiguiendo que te sientas parte del equipo desde su primer (y espectacular) capítulo. Y son sólo 10 por temporada (y ya van 3). Los suficientes para que la HBO siga tejiendo su carrera en letras de oro y que su creador sea reconocido como una de las cabezas visibles dentro de la nueva comedia americana; y con razón. Lo único malo: quizás el bajón en el montante de «locuras varias» de la primera a la segunda temporada y que la estructura de cada capítulo tienda a reincidir demasiado en las mismas fórmulas. Aún así, de notable.
¿Te vienes a programar?
Calificación: 8/10
Título original: Silicon Valley (TV Series)
Año: 2014
Duración: 30 min.
País: Estados Unidos
Director: Mike Judge, Alec Berg, Tricia Brock, Maggie Carey, Charlie McDowell
Guión: Mike Judge, John Altschuler, Dave Krinsky, Amy Aniobi, Ron Weiner, Alec Berg
Música: Jeff Cardoni
Fotografía: Tim Suhrstedt, Jim Denault
Reparto: Thomas Middleditch, T.J. Miller, Josh Brener, Martin Starr, Kumail Nanjiani, Zach Woods, Christopher Evan Welch, Amanda Crew, Angela Trimbur, Matt Ross, Aly Mawji, Caroline de Souza Correa, Jonna Walsh, Suzanne Cryer, Milana Vayntrub
Productora: Emitida por la cadena HBO; 3 Arts Entertainment / Judgemental Films Inc.