SEFF 2015. Crónica del sábado 7 de noviembre
Segundo día de festival. Ayer empezó el cotarro aquí en Sevilla, y la verdad, que en fechas como esta, más que nunca tiene un color especial impregnado de amor hacía el séptimo arte. Levantarse temprano para una jornada de estas siempre gusta, y más en tu ciudad la verdad. Uno se despierta con otra óptica distinta a la del día a día y afronta con una ilusión y ganas lo que le espera de aquí en adelante.
Ya espabilado con café en el cuerpo y parapetado con víveres, mochila y ganas me encaminé hacía las salas. Frío era poco al despertar esta mañana pero a medida que van pasando las horas «la calufa» habitual se instaura poco a poco (aunque eso aquí es normal), cosa que jamás impedirá meterse entre pecho y espalda una buena ración de cine.
La primera de hoy ha sido Babai (Las nuevas olas), ópera prima de Visar Morina, un auténtico grito sordo y seco directo al cerebro del espectador. La cinta retrata la triste pero auténtica realidad de familias salpicadas por el conflicto de los Balcanes. La acción se centra en la odisea sufrida por un padre y su hijo, el sufrimiento que ambos sufren en sus carnes ante la situación desesperante sufrida en su país de origen (en este caso Kosovo) y los efectos secundarios (y negativos) de la emigración como única vía para prosperar.
Morina explora los sentimientos humanos sin filtros, sin formas, de manera directa pero con capacidad nula para estilizar su mensaje. Babai parece más un documental que una película, y eso habla mucho de la enorme calidad en su imagen (con tomas verdaderamente interesantes) y la falta de contenido de sus personajes retratados como sufridores natos con capacidad cuestionable para transmitir. Es dura, tosca, demasiado rígida. Pero también sincera. Una verdadera hostia de realidad para los ojos del respetable, que deja de lado la elegancia para encrudecerse más si cabe.
Ya de tarde tocaba disfrutar de uno de esos directores diferentes, el francés Michel Gondry. Era el turno de presenciar su último trabajo en pantalla grande, el cuento juvenil Microbe & Gasoil (Seff joven). De una ternura espectacular y unas intenciones inmejorables, la cinta de Gondry tiene un brillo brutal de inicio a fin, una esencia especial, un compendio de detalles que la convierten en una divertida continuación de los micromundos creados con aquella Rebobine por favor (2008) que tanto gustaron al personal por su pura originalidad.
Esta nueva tiene mucho de aquella pero en versión adolescente. Por momentos recuerda a una versión no preciosista de Moonrise Kingdom (Wes Anderson, 2012) más terrenal y cercana. La historia aquí parte de dos chavales que buscan encontrar su camino alejándose del entorno en el que viven, y que tanto merma su evolución en este mundo. La fabricación de un coche-casa ejerce de punto de partida para mostrarnos una aventura desenfadada repleta de momentos espectaculares y llena de diálogos efervescentes escupidos por un dúo de protagonistas que llenan la pantalla de inicio a fin, aprovechando un guion finamente escrito (aunque la historia pueda pecar de simplista y demasiado lineal) y genialmente diseñado para el disfrute del espectador. De lo mejor de hoy sin duda.
Más tarde y ya en la sesión de las 7 apareció ante mis ojos uno de los buques insignias de este año, la islandesa Rams (EFA). Una de esas historias nórdicas de bajas presiones en las que predominan los tonos grises y los corazones cálidos. En nuestro caso, aquí se relata la distancia entre dos hermanos granjeros, separados tan sólo por unos metros y los problemas por los que pasarán al detectarse una enfermedad en sus ovejas. Aquí se retrata ese distanciamiento entre dos personas separadas por sus propias convicciones pero más cercanas de lo que creen en sus propios comportamientos.
Fría. Muy fría. Demasiado distanciada del público y altibajos en la narración afectan negativamente a un producto suficiente en el que los personajes aparecen como elementos parcialmente vacíos y evidentes. Sus 90 minutos pueden llegar a ser eternos si eres de los que no domina/ no aguanta piezas tan lentas, tan pausadas, de esas que se recrean en exceso pero que no llegan a todo el mundo de la misma forma.
La jornada acaba con una dosis de humor británico, de mano de la inglesa The Trip to Italy (Special Screening), dirigida por Michael Winterbottom y que aparece ante nosotros como una continuación de The Trip (2010) un recorrido gastronómico-festivo de Steve Coogan y Rob Brydon a lo largo y ancho del Reino Unido. En este caso nos encontramos al dúo protagonista en otra espléndida aventura de «papeo del bueno» en este caso por la península de Italia, cargada de historia pero también de platos excelentes y de lugares espectaculares.
Road trip del montón. Sin más. Puede que en el pasado destacaran por su efervescencia, pero ahora ya no. The Trip to Italy se convierte en un episodio alargado e innecesario, en el que los chistes se repitan tanto que terminan por ahogarte, por asfixiarte ante tanta imitación (pesadez ++ la de Brydon) y tantas conversaciones sin ningún fin más allá que el de mirarse al ombligo continuamente. Demasiado hype parece.
Sin más, esto es lo que ha dado esta segunda jornada de festival. Mañana más y mejor. Esto solo acaba de comenzar.