SEFF 2015. Crónica del martes 10 de noviembre

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Y con la quinta jornada del festival llegamos al ecuador. Sigue el buen ambiente, las estimulantes y agradables temperaturas y la magnífica calidad de la mayoría de las cintas exhibidas. El martes 10 de noviembre comenzó con el notable documental (algo ficcionado) The Other Side, al que le siguió la española Berserker, todo un auténtico y muy grato descubrimiento. Ya por la tarde, tuve la ocasión de visionar el drama eslovaco Koza, que se proyectó junto al interesante cortometraje en 3D Back Track. Y para cerrar el día, la demagógica y propagandística Techo y comida, para un servidor, de lo peor que ha visto en esta edición.

El director italiano afincado actualmente en Texas (Estados Unidos), Roberto Minervini, quien ya estrenó en Sevilla Stop the Pounding Heart (2013), nos ha entregado ahora Louisiana (The Other Side), en la cual nos sumerge de lleno en a realidad de una de las caras que posee los Estados Unidos de América muy poco conocida, la que no se suele mostrar. La de los suburbios marginales, la de las personas excluidas socialmente, la de la alta pobreza, la sordidez. En la periferia del estado de Luisiana seguiremos la vida de Mark, un hombre al que la vida no le ha tratado especialmente bien, y viceversa. Consumidor de todo tipo de drogas, con una madre gravemente enferma, un hermano fallecido recientemente, que sepamos, con hermanas que sobreviven entre la precariedad y la droga…, y que habita en una caravana de forma muy limitada junto a su compañera sentimental, igualmente drogadicta y con un pasado, intuimos, nada agradable. Junto a ellos encontraremos a distintos personajes que residen en la zona, desde mujeres stripers que se desnudad completamente, a ancianos que viven como pueden discutiendo sobre política y trabajando en lo que sea posible. Ya en su segunda mitad, la cinta se centrará en un grupo de paramilitares de corta o escasa inteligencia, rednecks haters de Obama, que aman las armas, disparan todo el día con ellas y dicen estar entrenándose para así proteger a sus familias. Un disparate lo de estos hombres.

El espectador deberá presenciar escenas realmente impactantes, hirientes incluso, como ver chutarse heroína en vena a una embarazada en un estado avanzado, a unos niños que ya crecen sin futuro, a unos ancianos hablar con sinceridad y de manera desgarradora que son los olvidados del país y que los políticos nunca se preocupan por ello, o incluso, la desagradable escena donde muere un jabalí a consecuencia de las mordeduras de dos perros. Jugando entre el documental y la ficción, Minervini construye una película de grandes personajes, cargados de franqueza, veracidad, con unos diálogos muy claros, reales, algunos de estos de una gran sensibilidad y dolor. A esto se le debe sumar la bastante loable y magnífica fotografía, así como el muy logrado y preciso montaje. Si en su anterior cinta, que sí era absoluta ficción, Minervini se adentraba en en una comunidad ultra cristiana de Texas a través de los ojos de Sara, una chica de 14 años que debe cuidar a sus hermanos y trabajar en la granja, ahora, en Luisiana, nos habla de la pobreza de una parte importante de Norteamérica, de esos abandonados social y políticamente, del extrarradio, del uso libro de armas en el país, y su controvertida ley que la ampara, de la desilusión que ha supuesto el presidente Obama para muchísimos ciudadanos, mayoritariamente los desamparados, los miserables, nos habla de la imposibilidad de futuro en esta zona y del contraste entre entre los pobres drogadictos y los descerebrados paramilitares. La otra USA, oigan, la que no solemos tener presente cuando pensamos en el país más poderoso del mundo, y que también es la USA de verdad. Ese «otro lado» del título. Altamente recomendable y que espero, el jurado oficial se acuerde de ella en la lectura del palmarés.

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Después le llego el turno a Berserker, segunda obra del español Pablo Hernando, quien también escribe el guion en solitario. Esta suerte de thriller y comedia extraña, aguda, moderna e inteligente, bien podría resultar un cruce entre la magnífica ópera prima del siempre soberbio Alejandro Amenábar, Tesis (1996) y el universo fílmico creado por Carlos Vermut (Diamond Flash, Magical Girl). La trama nos cuenta la muy peculiar investigación de un escritor treintañero que vive a base de patatas (bastantes kilos para mes y medio por solo 5,50 €) y cigarrilos y que comparte piso con una compañera en la que poco o nada se parecen. Esta magnética y exótica historia tiene a unos personajes realmente bien dibujados, extrañamente originales, que son genialmente interpretados por Julián Génisson (todo un hallazgo), e Ingrid García Jonsson, una de las actrices emergentes más interesantes de nuestro cine.

Berserker es original, misteriosa, de atmósfera única, especial, intrigante y cómica, de un humor atípico que funciona de maravillas, unos diálogos y situaciones verdaderamente desternillantes. A la cinta, la cual se ha valido de mecenas para su producción, se le aprecia su limitado presupuesto y es en su irregular montaje de sonido donde se producen más altibajos. Con todo, y a pesar de algunos problemillas de ritmo en su tramo final, Hernando es, desde ya, una gran promesa de nuestro cine. Se trata de una película notable que espero tenga la repercusión suficiente y que, por nada del mundo, deben perderse.

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Ya por la tarde entré a ver Koza, otro documento más de este género híbrido entre ficción y documental (aunque en este caso sea mucho más ficción) tan de moda en el cine actual y que nos llega, en este caso, desde tierras eslovacas. En esta triste y pausada road movie, seguimos a…  Una historia de drama social y superación personal ante situaciones precarias, penosas, en países económicamente no muy estables, más bien lo contrario, que es efectiva pero que nunca termina de arrancar. Ya lo hemos visto mil veces en pantalla, y más por aquí en el SEFF, y esta no es, ni mucho menos, de las más destacables. Minimalista, con pocos elementos, bajo presupuesto. Una película de silencios, de pocos diálogos.Preseleccionada para los Oscar por su país, uno termina de visionar Koza con la sensación de que podía haber ofrecido mucho más de lo que ofrece. Demasiada lentitud, poco que contar. Aún así, aceptable, se deja ver.

Junto a Koza, la proyección se acompañaba del cortometraje austriaco Back Track, del realizador Virgil Widrich. Widrich, autor de los célebres cortos Copy Shop y Fast Film (nominado a los Óscars), recopila aquí más de 25 películas en blanco y negro, creando una experiencia curiosa y muy sensorial. 7 minutos en los que podremos ver en tres dimensiones a Marcello Mastroianni, Delphine Seyrig o Billy Bob Thornton. Una propuesta curiosa y poco más.

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Y para finalizar mi jornada, llegó la irritación. Era el turno para la primera película del jerezano Juan Miguel del Castillo. Hablamos de Techo y comida, que venía de alzarse con el premio del público y el de mejor actriz en el Festival de Málaga. Esta cinta, que bien podría pasar por ser el vídeo electoral de PODEMOS para las próximas elecciones generales (curiosamente se estrena el 4 de diciembre) nos sitúa en Jerez de la Frontera, año 2012, en plena crisis económica de nuestro país, y tiene como protagonista a Rocío, una joven de 25 años que no tiene a nadie más que a su hijo de 8 años de edad. Sin empleo estable desde hace muchísimo tiempo, sin ayudas ni subsidios, viviendo de alquiler y con bastantes deudas que la asolan, sin poder comer, ni ducharse, ni comprarse champú, etc… Sin apoyos de nadie, ni instituciones, ni amigos, ni nada, solo de una vecina que vive más arriba suya.

Panfletaria, demagógica, maniquea, amarillista, sensiblera, manipuladora, lacrimóginamente barata, repleta de clichés y estereotipos y, también, muy, muy inverosímil. Un guion obvio, mal narrado y bastante infantil, exagerado hasta decir basta. Está desastrosamente estructurado, todo muy forzado, con unos personajes desdibujadísimos, sin alma alguna. Solo busca la lágrima fácil y la rabia del espectador hacia los bancos, los empresarios, las monjas, los políticos… Una caricatura vergonzosa, sonrojante. En Techo y comida encontramos escenas irrisorias, paupérrimamente ejecutadas, con unos intérpretes que no pueden hacer nada mejor debido a una dirección de actores descuidadísima y asombrosamente horrible. Natalia de Molina, también andaluza, lo intenta, pero cae repetidamente en la sobreactuación, con un acento forzadísimo y artificial en todo momento (al igual que el resto de personajes) e incluso sumergiéndose en el ridículo por momentos. No me la creo nunca.

Lo más destacable es su cercana y sincera fotografía. Por lo demás, me resulta un vídeo-discurso de la izquierda demagógica y rancia, entre la propaganda electoral de PODEMOS y un capítulo de Arrayán. A Castillo le hubiese venido mejor documentarse mejor y ser menos partidista (el mensaje en los créditos finales sobraba), y los espectadores, que habrá muchos quienes acogerán esta cinta con los brazos abiertos, un poco de perspectiva y criterio. Nada que ver con la interesante y simbólica hipérbole que plantea la griega Boy Eating the Bird´s Food (Ektoras Lygizos, 2012) o la emotiva, profunda y esta sí, altamente real, Hermosa juventud (Jaime Rosales, 2014). Esperemos que las futuras películas que se realicen sobre la crisis económica en España no sigan la estela de esta o de Justi&Cia (Ignacio Estaregui, 2014).

Y por eso, hay muchas formas de hacer cine de denuncia social, unos captan la realidad, adentrándose en ella, no posicionándose, dejando que el espectador reflexione y saque sus propias conclusiones, y otros, en cambio, utilizan sus películas como instrumento propagandístico, exaltación de una ideología concreta. En fin, debate abierto. Cosas del cine. Viva el cine.

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