SEFF 2015. Crónica del lunes 9 de Noviembre
El cuarto día de SEFF 2015 ha sido una de esas jornadas en las que una sola película se alza casi con un total protagonismo y hace que las demás queden prácticamente eclipsadas, relegadas a un segundo plano. Curiosamente, en esta ocasión la afortunada ha sido una cinta que se enmarca en la selección que el festival dedica cada año a algunas de las producciones prenominadas a los premios de la European Film Academy, una sección que no para de regalar buenas propuestas a aquellos que se deciden aventurarse a dar el paso y probar. Nos referimos a Mustang, una co-producción a caballo entre Alemania, Francia, Turquía y Qatar que, por lo pronto, ya ha cosechado premios como la Espiga de Plata del pasado Festival de Valladolid o el galardón a Mejor Película en el Festival de cine de Sarajevo.
Dirigida por Deniz Gamze Ergüven, Mustang es un relato reivindicativo y valiente que pone el grito en el cielo para denunciar ante todo el mundo el precario estado de los derechos de la mujer en la Turquía más conservadora. Una historia de cinco hermanas huérfanas que están bajo la tutela de su tío (un hombre de valores conservadores) y que parecen destinadas a llevar una vida acorde con los valores tradicionales de moralidad y decoro que marca la sociedad rural donde viven; algo a lo que, ni mucho menos, están dispuestas a ceder. Etiquetadas por algunos como una especie de «Virgenes suicidas a la turca«, Mustang es una de esas cintas que destaca por saber dosificar con tacto la aspereza de tu trama y por hacer gala de un espíritu rebelde y una esencia apasionadamente revolucionaria. En definitiva, estamos ante una de esas películas que siempre se agradece ver en pantalla, no solo por su carácter combativo, sino por su buena factura. Por cierto, que nadie se pierda la naturalidad con la que actúa en quinteto de chicas. Mustang sabe a verdad en casi todos sus aspectos y por eso está gustando tanto allá por donde pasa. Una pena que la de hoy fuese su última proyección en este SEFF, porque, sin duda, es de esas historias que calan y van ganando fuerza con el boca a boca.
En cuanto a las cintas pertenecientes a la Sección Oficial, hemos tenido la oportunidad de hincarle el diente a lo nuevo de Sergio Oksman, un documental de escasa hora y diez minutos que camina de puntillas entre el territorio de lo real y lo ficticio a partir del verdadero encuentro entre el propio director y su padre. O futebol, que así se llama la cinta en cuestión, es una de esas producciones en las que lo real supera y domina a lo que hay planeado sobre el papel hasta reducirlo al absurdo. Una demostración de que el cine, como cualquier arte, es un ente vivo que con frecuencia rompe la barrera de lo previsible cuando está en pleno proceso de creación. Su mentalidad abierta al lenguaje del meta-cine, su complicada relación paterno-filial y el pasado Torneo Mundial de Fútbol de Brasil le sirven a Oskman para componer una obra extraña, mutante y extremadamente particular. Una oferta que puede que no guste a todos y que incluso puede antojarse de muy corto nivel como para figurar en la sección más importante de este competitivo certamen. Una cinta sobre fútbol en la que apenas hay fútbol, pero al mismo tiempo es el elemento más importante y el vehículo narrativo. Un testimonio fílmico de tono elegíaco donde la comunicación explícita escasea y conviene leer entre líneas si no se quiere salir defraudado. Aunque dicho sea de paso, ello no quite de que peque de irregularidad y ciertos vacíos innecesarios.
Aceptable para unos, floja para los más… personal e intranscendente a la vez. Como un Camerún-Korea. Como un estadio a medio llenar.
Tampoco tuvimos demasiada suerte con Suite Armoricaine (Pascale Breton, 2015), quizás esta vez por enfangarse en los lodos de la intelectualidad entendida como disfraz del vacío más absoluto. Y es que esta producción francesa se tiene demasiado en cuenta a sí misma como para tener el detalle de acordarse de que al otro lado de la pantalla hay un espectador ávido de que le cuenten asuntos sustanciales y no lo tomen por idiota. Por mucho que la hayan querido concebir como una suerte de suite cinematográfica formada por varios movimientos y por mucho aire profundo y casi metafísico que se le quiera dar al asunto de la memoria y el pasado, la verdad es que Suite Armoricaine destaca por lo exageradamente aburrida que resulta. Aquí confluyen de mala manera el punk-rock, la historia del arte, el Bretón, el amor ciego (en su sentido más literal) y un montón de cosas más formando una mezcla tan heterogénea como casi aleatoria. El resultado es una película que necesita casi dos horas y media para llegar a una conclusión tan previsible como poco emocionante. Demasiado literaria para funcionar en el celuloide. Demasiados tics pedantes como para no sacar de quicio a cualquiera con un poco de buen gusto y respeto por el buen cine. Demasiados devaneos… El arte no necesita ponerse tan grave para conmover, es más… en ocasiones como ésta, el afán de parecer sesudo acaba haciendo que caigamos en el ridículo.
Teniendo todo ello en cuenta, el encuentro programado para dudas y comentarios del público sobre la cinta es algo anecdótico. Dos horas y media es ya suficiente tiempo perdido. Por cierto, hoy (martes 10) repiten proyección. Si alguien le ve las virtudes (que alguna hay) que las remita.
Concluyendo un poco, entre todo lo demás que cabría resaltar sobre lo que nos ha ofrecido este lunes de festival, figura la división de opiniones que ha despertado The Childhood of a Leader (Brady Corbet, 2015) o el primer pase de Under Electric Clouds (Aleksei German MI), dos trabajos que no dejan indiferente a nadie y, en el caso de la segunda, una de las cintas más interesantes que podremos ver en los próximos días de este maravilloso SEFF 2015; una cita cultural anual que nadie debería perderse.
¡Nos vemos en los cines!