SEFF 15. Crónica del viernes 13 de noviembre

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Ya casi estamos en fin de semana. Queda menos para el fin de este SEFF 15 y la verdad es que el balance, como casi siempre, ha sido positivo. Nos encaminamos a la sala con ganas de terminar esto de la mejor forma posible, de cerrar el festival con la mejor de las caras y conseguir que esas pequeñas joyas visionadas perduren en nuestra memoria hasta al menos el año que viene.

Hoy empezamos con una de esas críticas sociales transformadas en drama, que embellecen más si cabe una industria repleta de obras pomposas y artificiales. Se trata de No One’s Child, dirigida por el realizador serbio Vuk Rsumovic, cinta en la que se retrata las fases vitales por las que atraviesa el individuo y las consecuencias directas en su supervivencia. La historia se basa en las experiencias de Zaris, un  niño salvaje criado por los lobos (muy en la onda de aquella Entrelobos de Juan José Ballesta), encontrado en los bosques de Bosnia, enviado a un orfanato de Belgrado en el que se buscará su inserción en la sociedad (rollo El Cazador de Akira Kurosawa). Con la ayuda de amigos pasará de ser un animal entre gente, a ser una persona más; pero, ¿merecerá la pena?

Con un inicio algo aburrido, un desarrollo suficiente y un último tramo notable; la cinta de Rsumovic consigue trascender, impactar, transmitir y emocionar. A medida que la acción avanza se ven más detalles; hay una crítica en clave de metáfora a la maldad humana y a su poder para corromperse y corromper a otros (como se ve en la parte del tiroteo en los bosques en plena guerra o en la forma en la que tratan a Zaris algunos niños al principio). Mensajes que asociados a una fotografía inmensa consiguen que esa rigidez inicial tanto en la narración como en los diálogos se transforme en algo más complejo e interesante.

Junto a ella se emitió el cortometraje El Nudista, un auténtico homenaje a la figura del ya fallecido Carlos Álvarez-Novoa (que aquí aparece en la narración y en pantalla), un relato breve e intenso en el que queda muy claro que para poder prosperar es necesario ser uno mismo. En nuestra historia se habla de un chico, obsesionado por la belleza que desprende el cuerpo humano y sus distintas fisonomías. Para ello desea practicar el nudismo, una buena forma de tener una toma de contacto con esa belleza intrínseca y hasta renacentista que tanto le motiva a nivel vital.

Sensitiva, directa, sencilla, sin complejos ni vicios, y con una narración genial (con voz en off, música tirando a clásica e imágenes en blanco y negro- estilo Marisa de Vigalondo-) aquí se consigue con muy poco tiempo transmitir más que muchas películas con más presupuesto y mucho más metraje.

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Y llegamos a uno de los platos fuertes del festival, la nueva obra de Giorgios Lanthimos, la ultrabizarra y controvertida Langosta. Continuismo respecto a aquella versión de la educación en casa, de título Canino; en esta se vuelve a tocar un tema normal pero añadiéndole un fondo nutrido de exageración, descaro y violencia: el amor y sus consecuencias más directas.

En una sociedad distópica raruna los solteros se transforman en una especie que hay que abolir. Lo importante es el amor, la vida en pareja o en familia. Los que no encuentran una emigran a una especie de convivencia (tipo Gran Hermano) en la que o se enamoran de alguien en 45 días o son transformados en animales. Sí, una locura, ya; pero es Lanthimos, así es su cine. Una libreta abierta en la que anota los puntos a favor de vivir sólo o acompañado. Diálogos imposibles, personajes diseñados al milímetro (antinaturales, sensitivos –al estilo del director-) y situaciones muy controvertidas (en las que se pasa del drama a la violencia en un chasquido) es lo que convierte a Langosta en un experimento más que apetecible, en una experiencia distinta, en una locura genial.

Lo que empezó bien, ha terminado mal; muy mal. Para acabar la ración de hoy tocaba dosis de cine italiano, Blood of my blood (Sangue del mio sangue) del director Marco Bellochio, una pieza en la que se habla de religión, convicción, amor y fe. Tomando como punto de partida el suicidio de un noble, ayudado (o al menos eso creen los curas del pueblo) por su amante/compañera, en la cinta se narra el comportamiento de su hermano al experimentar dicha situación y su actitud ante la supuesta “ayudante”. Si ella confiesa, su hermano, religioso 100%, podrá ir al cielo; si no lo hace, será enterrado en el anonimato, yendo directamente al infierno. Pero la película cambia en su segunda mitad. La acción se centra ahora en la realidad pero sus intenciones se mantienen casi intactas: habla de la dualidad entre amor y dinero en este caso (o al menos eso intenta).

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Tonta, fría y con una narración más torpe que E.T en Baqueira; en ningún momento he conseguido empatizar con nadie ni con nada de lo que ocurre aquí. No piensas en religión, piensas en fugas; tu cerebro no está conectado, aparece offline demasiado tiempo y nada consigue sacarte de ese parón cerebral aburrido y desquiciante. No ayuda que los actores tiren de caretos inexpresivos (“made in” teleseries) y que la versión onírica del ‘Nothing Else Matters’ de Metallica termine por encharcarte la mente de m*erda líquida. Bellochio se ha marcado un farol enorme. A ver quién le sigue…

Sin más esto ha sido todo por hoy. Viva el cine.

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