It (Eso)
Se dice a menudo que el miedo es algo que nos une férreamente a nuestra naturaleza más animal y que, como instinto primario, puede que sea una de las sensaciones más antagónicas y alejadas de nuestras dotes racionales. Cuando el pánico se desata, pocos guardan margen para los valores más nobles de los que habitualmente hacemos bandera y solemos enorgullecernos. La solidaridad o la empatía pueden desaparecer de un plumazo cuando el peligro es patente; es entonces cuando el instinto de supervivencia aflora y consume todo nuestro ser, convirtiéndonos a nosotros mismos en una suerte vorágine de terror, a veces descontrolada, a veces presa de la parálisis.
También se suele afirmar a menudo que, como criaturas de la misma especie que somos, a los seres humanos básicamente nos asusta el mismo tipo de cosas. Nada más lejos de la realidad. Aunque todos guardemos miedos en común, el terror no es un ente abstracto que nos invade siempre de la misma manera, sino que suele mutar con las épocas, y lo que es más; puede tomar tantas formas como hombres y mujeres hay en el planeta. Dicho esto (y usando otros términos) podríamos condensarlo todo en la idea de que cada uno de nosotros somos un universo en nosotros mismos, y como tal, nuestros temores tienen que ver con nuestros traumas del pasado, nuestras circunstancias del presente y las incontrolables perspectivas sobre nuestro propio futuro.
No todos tenemos las mismas pesadillas, incluso nadie sueña con el mismo fuego, ni con el mismo filo del cuchillo, aunque hubo un tiempo en el que nuestros horrores más diversos fueron retratados con bastante acierto por el genio de Stephen King, quien con su novela IT (Eso) realizó un notable ejercicio de estilo elevando el género literario hacia nuevas cotas y de camino nos regaló un nuevo icono que pasaría a poblar los malos sueños de más de medio mundo una vez trasladado a la pequeña pantalla (recordemos que la adaptación cinematográfica de Tommy Lee Wallace salió directamente en formato adaptado para la televisión). Hablamos, como no, de Pennywise, un personaje que tras poblar la piel de Tim Curry pasaría a los anales del cine, traspasando las barreras del propio género.
Corrían los primeros años noventa y los códigos del horror del celuloide se movían entre lo sobrenatural, el halo formal de la década anterior y las nuevas propuestas que estaban de camino. Visto así, IT (1990) puede considerarse una especie de eslabón situado entre lenguajes distintos, aunque en esencia el payaso protagonista guarda más relación con el Freddy Krueger de Wes Craven que con los villanos venideros. Sadismo, sangre, terror psicológico, horror gráfico… pocos elementos perniciosos faltan en una película que, a pesar de su limitadísima factura técnica (suponemos que por temas de presupuesto relacionados con no haber pisado las salas de cine), asombra y es capaz de meternos el miedo en el cuerpo. Más allá de la ya mítica interpretación de Tim Curry como Pennywise, la obra de Wallace tiene la virtud de saber poner el dedo en la llaga, llegando a tocar temas realmente dolorosos. Claro está, que esto es en gran parte un mérito indirecto, ya que el material base es lo suficientemente sólido como para rodar algo de calado, pero cabe decir que el director a la hora de imaginar las pesadillas personales de sus personajes ha sabido tirar de originalidad y carácter. Sin bien en su remake todo lo que nos debería horrorizar suena a ya visto, en la adaptación anterior los escenarios del mal se tornan imprevisibles y siempre sorprendentes, siendo ésta una adaptación que de largo es más fresca e inaudita (aunque no le pise siquiera los talones en cuanto a factura técnica) que la versión que Andrés Muschietti ha estrenado recientemente este verano del 2017.
Quienes sepan librarse de sus evidentes carencias en la producción y de ciertos desfases relacionados con el paso inexorable del tiempo encontrarán una cinta que cuida a sus personajes con un respeto casi de novelista. Y de paso descubrirán que aquí la narración es más paciente (3 horas con ciertos bajones de ritmo) e incluso coherente que en la historia protagonizada por Bill Skarsgård. Aunque claro; la estética siempre impera una vez los años transcurren y los habrá que en vez de asustarse con Pennywise terminen por reírse rendidos por lo relativamente Kitsch de sus pintas. Seguramente esto último sea más una cuestión generacional que otra cosa, por lo que los más jóvenes y los asiduos a los cánones del cine de terror contemporáneo difícilmente podrán adaptarse a una historia que no les ofrece una ambientación reconocible. Los que en cambio sí puedan librarse de ciertos prejuicios formales y decidan abandonar los lugares comunes en los que el género nos ha educado últimamente podrán encontrar una película que, sin ser una obra maestra, guarda como tesoro a uno de los personajes más legendarios del cine de terror en particular y el Séptimo Arte en general. Uno de esos roles infames, cínicos y abyectos capaces de traumatizar a una generación entera, tanto dentro de la ficción como fuera de ella. Algo que, como mínimo, ya es suficiente aliciente como para darle a oportunidad.
Atrévete a echar un vistazo. Asómate… «aquí abajo todos flotan».
Calificación: 6/10
Año: 1990
Duración: 192 min.
País: Estados Unidos
Director: Tommy Lee Wallace
Guion: Lawrence D. Cohen, Tommy Lee Wallace (Novela: Stephen King)
Fotografía: Richard Leiterman
Reparto: Richard Thomas, John Ritter, Annette O’Toole, Harry Anderson, Tim Curry,Jonathan Brandis, Brandon Crane, Emily Perkins, Dennis Christopher, Seth Green,Tim Reid, Richard Masur, Olivia Hussey, Adam Faraizl, Ben Heller, Marlon Taylor,Jarred Blancard, Michael Cole
Productora: Warner Bros. Television