Están vivos
El mundo y su funcionamiento aún sigue siendo una incógnita. Poco o nada sabemos de la forma en la que los gobiernos se posicionan, de sus verdaderos intereses más allá del dinero y el poder, de la forma en la que se organizan para ganar adeptos e incondicionales. A medida que los tiempos pasan, que tenemos acceso a una mayor cantidad de información (y no siempre útil), es fácil darse cuenta de que algo está fallando. Los ricos son más ricos, tienen más influencia aún en tiempos de graves crisis económicas y desequilibrios monetarios, mientras el resto se debate entre la vida y la muerte en un alambre más fino que la moralidad de algunos políticos.
¿Quién es el poderoso y por qué? ¿Cuál es su intención? ¿Quién mueve los hilos? Muchas preguntas sin respuesta surgen ante la gravedad del asunto. Ya no hay clase media, ni interesa, los de arriba tienden a esclavizar a los de abajo sin mostrar escrúpulos ante la atenta visión del planeta y nos cruzamos de brazos sin saber a ciencia cierta hacía donde dirigir nuestros esfuerzos. Hay dudas. Existen incógnitas y movimientos ocultos que nunca terminaremos de reconocer; pero hay que buscar alternativas. En ese camino, en esa búsqueda de respuestas ante preguntas tan vitales no siempre aparecen teorías cabales al respecto; y ahí es donde aparecen las teorías conspiranoicas y su influjo: profetas y su visión alternativa de la realidad. Hay demasiadas lagunas de conocimientos y para algunos esta es la única forma de subsanarlas.
El cine siempre se ha nutrido de esto hasta explotarlo hasta los límites de la veracidad y la coherencia. Ha aprovechado el revuelo generado por ese halo de misterio para ofrecer historias a menudo irreales y extraordinarias basadas en hechos que nunca ocurrirán pero que todo el mundo espera. La ciencia ficción ha aportado y aporta soluciones creativas a preguntas sin resolver, soluciones desmedidas e infundadas pero profundamente estilísticas de una realidad que no entendemos pero que deseamos comprender sea como sea. Resulta una herramienta más para rellenar vacíos, aplicando teoremas e ideas no contrastadas que nos atraen por su exotismo y diversidad. No nos importa que sean verdad o mentira, que sean más o menos ciertas; ofrecen una visión distinta, pero una visión al fin y al cabo, y eso nos vale.
Ahí es donde aparece el género fantástico. En ese espacio. En el sitio donde la incredulidad deriva en verdad a medias. El lugar donde las palabras dejan paso a la acción, a la propuesta, al riesgo desmedido y a la calidez en la concepción de productos innovadores y sencillos. De ahí se han nutrido grandes autores, creadores de epopeyas sin complejos, que han dedicado parte de su vida a transportar sus anhelos e ilusiones a la pantalla con amor y dedicación. Es el turno de hablar un poco de la obra de uno de tantos, de, quizás, el padre de la serie B y el cine fantástico, de posiblemente el tipo más especial y despreocupado dentro del mundo del séptimo arte, John Carpenter. Hoy repasamos su mítica Están vivos. Sean bienvenidos.
«Nosotros dormimos, ellos viven». Frase lapidaria donde las haya. Ese es el punto de partida de todo y hacía donde fluyen los esfuerzos de la cinta: mostrar al público el tráfico de influencias de las altas clases, representadas aquí por una casta alienígena, y la forma en la que controlan al resto sin escrúpulos. Los medios de comunicación y el desarrollo de las nuevas tecnologías se convierten en el pretexto, en la fórmula elemental para lobotomizar al pueblo sin que este se dé cuenta; la crisis y el desempleo, sirven de excusa para transmitir miedo e inseguridad y eso es justamente lo que alimenta el poder de los de arriba. En medio de este universo devastado y extraño aparece la figura del héroe (Roddy Pipper, estrella ochentera de la WWC), un desempleado del sector de la construcción; el encargado de descubrir todo el pastel y el primero en darse cuenta del influjo alienígena en esta sociedad no tan distópica. Por medio de unas gafas de sol que identifican a «los visitantes» y la indispensable ayuda de un compañero de fatigas (en la misma situación que él), nuestro protagonista deberá desarmar dicha mentira desde dentro, destruyendo todo el entramado creado para la extinción de la humanidad, o de gran parte de esta, aportando tesón, coraje y claridad, transformándose en el último reducto de valentía de un pueblo desgastado por continuas desgracias y desigualdades.
Más allá de la calidad en la realización, de que el desarrollo y la profundidad de sus personajes sea cuanto menos mejorable; lo que hace que Están vivos sea una obra de referencia, es su contenido, todo lo que propone y pone encima de la mesa: una visión de la realidad contemporánea sin filtros. Partiendo de la visión del protagonista, se nos presenta un Estado deplorado y depresivo (relacionado totalmente con la situación vivida en Estados Unidos durante finales de los 80); un país devastado, sometido por tiranos de otra especie, hechos de otra pasta, capaces de pisotear para subir y ganar. Sin duda, una metáfora más de la ambición humana desmedida y cruel; una verdad incómoda. ¿Pero acaso no es real? ¿No es nuestro día a día? ¿Está tan lejos de lo que vivimos actualmente? Desde hace ya años lo estamos experimentando, lo notamos, pero parece que no lo sentimos. No nos damos cuenta de que nuestra desgracia nutre a otros, parece que no lo vemos. La única manera de resurgir pasa por abrir los ojos, por vivir y por reaccionar. Reacciona y gana; si no actúas, pierdes. Eso es todo. Esa es la clave de nuestra existencia: «obedece o lucha contra el poder establecido».
Están vivos supone otra piedra más dentro de la filmografía del director estadounidense, una propuesta tejida con corazón y cubierta de una esencia especial. Si eres fan de la obra de Carpenter encontrarás muchos de los elementos aparecidos en otras cintas: un héroe magnético-cercano, una música de quilates y una amalgama de situaciones pintorescas, estridentes y brutalmente recargadas. Diversión e intención aquí cabalgan juntas, son compañeras de camino. Si aún no te has adentrado dentro sus atmosféricos bajos fondos no se a qué esperas. Película indispensable.
Obey.
Calificación: 8 /10
Año: 1988
Duración: 91 min.
País: Estados Unidos
Director: John Carpenter
Guión: John Carpenter
Música: Alan Howard & John Carpenter
Fotografía: Gary B. Kibbe
Reparto: Roddy Piper, Keith David, Meg Foster, John Lawrence, Raymond St. Jacques, Peter Jason
Productora: Alive Films