Relatos salvajes
El aclamado realizador argentino y no demasiado conocido por nuestra tierra Damián Szifrón (creador de populares series como Los Simuladores (2002) o Hermanos & Detectives (2006) y de películas como Tiempo de valientes (2005), estrenada en España) filma ahora el que supone su tercer largometraje. Coproducida por El Deseo (productora de Pedro y Agustín Almodóvar, con la que se producen todas las cintas del manchego), se estrenó en el Festival de Cannes de esta última edición, donde aglutinó excelentes opiniones y efusivos aplausos por parte tanto del público como de la crítica pero que inexplicablemente no apareció en la lectura del palmarés. Más tarde, tras su arrollador estreno en Argentina, se convirtió en la película de habla hispana más taquillera de la historia en su país, todo un auténtico fenómeno cinematográfico. Añadir además su paso en el recientemente clausurado Festival de San Sebastián, así como en el Festival de Sarajevo, en donde recibió el Premio del Público en ambos certámenes. Ha sido seleccionada por la Academia Argentina para representar al país latinoamericano en los Oscar en la categoría de Mejor película de habla no inglesa, y es de prever que apilará un buen puñado de premios a partir de ahora, entre ellos en los Goya, donde podrá competir en casi todas las categorías dado a que se trata de una coproducción argentina-española.
Hay ciertas películas de las que es conveniente saber algo sobre ella antes de entrar en sala. Alguna anotación sobre su director, el país de origen de la cinta, el año de esta, el contexto histórico en caso de que la trama estuviese relacionada con un periodo exacto de nuestra historia pasada o contemporánea en un país determinado y que sin el conocimiento de este nos resultaría bastante difícil comprenderla, etcétera. Pero en cambio, existe otra serie de títulos de los que resulta bastante recomendable y muy conveniente no saber absolutamente nada de ellos, pues a menor información, mayor el factor sorpresa. Digamos pues, que Relatos salvajes pertenece a este segundo grupo de películas. Aun con esto intentaré hacer un esfuerzo por exponer la trama a muy grosso modo sin desvelar el espíritu sorpresivo de la cinta ni destripar, por supuesto, nada transcendental de la misma.
Digamos que estamos en Argentina, en la actualidad. Digamos también que se nos presentan seis relatos de diferente duración cada uno, en donde no existe un nexo común entre ellos, más allá, claro está, del estado de cólera que nos rodea en nuestro día a día. Todo un acierto apartarse de esa manida técnica de historias cruzadas. Digamos además que entre relato y relato solo existe un fundido en negro, sin más preámbulos ni adornamientos (los títulos de los relatos los sabremos al finalizar la proyección en los créditos finales, y que un servidor no desvelará porque me parece que descubren detalles importantes). Y digamos pues, que el propio Damián Szifrón ha contado que la cinta está inspirada en la célebre serie creada por Steven Spielberg Cuentos asombrosos (1985).
Con esto, puedo añadir que un Szifrón en estado de gracia ha logrado algo realmente bello y cruel, divertido y dramático, macarra y elegante, sangriento y conmovedor, sórdido y maravilloso. Una auténtica OBRA MAESTRA. Una impresionante película que te dejará sin palabras, sin aliento, y sin adjetivos para definirla. Consigue un magnetismo difícil de explicar desde el primer segundo. Yo disfruté como un niño en la sala, como hace tiempo no lo hacía, riéndome, irritándome, conmoviéndome, sorprendiéndome y hasta emocionándome con los protagonistas de estos salvajes relatos. Portentosa su puesta en escena, con un atrevido montaje y una fotografía sublime. La notable banda sonora del siempre acertado Gustavo Santaolalla y unos aspectos técnicos envidiables no hace más que ayudar a aupar esta pieza que gustará a cualquier cinéfilo que se aprecie como tal. Las interpretaciones, no podían ser menos, derrochan talento. Del reparto de lujo cabría destacar a un sobresaliente Ricardo Darín (no se repite lo suficiente que es uno de los diez mejores actores de la historia reciente del cine), a Leonardo Sbaraglia, Rita Cortese, Oscar Martínez, Érica Rivas, Osmar Núñez, Germán de Silva o Julieta Zylberberg. Todos ellos fulgurantes, en su salsa, concibiendo soberbias interpretaciones, y ninguno de ellos como actores protagonistas absoluto de la película, pero sí de sus correspondientes relatos.
Protagonistas de estos relatos que pierden el control en situaciones desesperadas, y muestran su lado menos humano, social, cívico… esto es, nuestra parte más salvaje (de ahí el nombre del filme y la asociación en los títulos de créditos de cada miembro de la película con un animal distinto). Pues el estado de furia, violencia y frenesí en el que vivimos se hace patente miremos donde miremos, solo haría falta salir a la calle durante cinco minutos en una gran ciudad para comprobarlo. Y si a esto le añadimos una crisis económica que no nos quiere abandonar, unos poderosos que corrompen y manipulan nuestra sociedad a sus antojos, una maldita burocracia que nos hace poner de los nervios (aquí en España, en Argentina y en Tailandia, la burocracia es así de irritable en todos lados del planeta), y unos cuantos ciudadanos que campan a sus anchas por el mundo sin las más esenciales normas de respeto y moralidad… ¡Lo salvaje estalla! Por ello la lógica de sus locuras, de sus arrebatos, de su irritabilidad por la situación, justificadas por el contexto de manera brillante, nunca utilizando el maniqueísmo barato e inverosímil.
De los seis relatos, y vuelvo a reiterarme, sin querer desvelar demasiado ni señalar sus títulos, diría que el que abre la cinta como prólogo es más que excelente, buena síntesis de lo que nos espera. Que con los que más me he reído son con el tercero y el cuarto, que estuve en alta tensión y alteración con todos, y que me emocioné con el quinto, historia dura que está repleta de matices y trasfondos que no sería justo obviar, y que igualmente se trata del relato que bien hubiera merecido una película sola. El que clausura la cinta, por otro lado, es el que quizás menos extraordinario me haya parecido, que en absoluto mediocre o malo, pero que en contraposición lo cierra Szifrón de forma impredecible y maravillosa.
Una vuelta de tuerca a las historias mínimas de Sorín. Una oda a la belleza de la furia, la violencia que habita en todos nosotros. Un fiel y exacto reflejo, llevado un tanto al extremo, de la atmósfera iracunda en la que vivimos, en la que estamos inmersos diariamente. Una historia muy actual, que los ciudadanos de a pie vamos a saber identificar bastante bien. Y que justo nos va a servir incluso de referente en nuestra generación para poder controlarnos (si eso se puede), pues como dice en el cuarto relato la mujer del personaje que interpreta Darín reprochándole la propensión diaria a la cólera que posee este: “la sociedad no va a cambiar”.
De momento, mi película del año. Y espero que Szifrón se atreva con una segunda parte, y por qué no, soñar con la trilogía. ¡Id a verlas! ¡Excelente propuesta para la inminente Fiesta del Cine! Y recordar, no os irritéis si el muchacho o muchacha de la taquilla os habla maleducadamente y realiza su labor de forma demasiado pausada, tampoco si vuestra pareja no quiera entrar a la película que vosotros habéis elegido, o si al llegar a vuestra butaca os dais cuenta de que tenéis a vuestro jefe al lado… no vaya a ser, boludos, que os convirtáis en los protagonistas de un relato salvaje.
Calificación: 10/10
Título original: Relatos salvajes
Año: 2014
Duración: 115 min.
País: Argentina
Director: Damián Szifrón
Guion: Damián Szifrón
Música: Gustavo Santaolalla
Fotografía: Javier Juliá
Reparto: Ricardo Darín, Darío Grandinetti, Leonardo Sbaraglia, Érica Rivas, Oscar Martínez,Rita Cortese, Julieta Zylberberg, Osmar Núñez, Nancy Dupláa, Germán de Silva,María Marull, Marcelo Pozzi, Diego Gentile, María Onetto
Productora: Coproducción Argentina-España; Kramer & Sigman Films / El Deseo / Telefé