Ready Player One

Portada de la edición española de la novela.

Corre el año 2044 y el planeta entero vive uno de los peores momentos de su dilatada historia desde que existe el ser humano. No solo está inmerso en una crisis energética severa, sino que el extremo calentamiento global y los gravísimos problemas económicos derivados del profundo declive natural están sometiendo a la población mundial a una de las recesiones más rigurosas jamás conocidas. Además, la ruina económico-ecológica está resquebrajando sin compasión los valores sociales más básicos; la corrupción y la violencia callejera están a la orden del día, los asesinatos son ya un goteo incesante y casi rutinario. El mundo se ha convertido en un lugar en el que casi no merece la pena vivir.  En este lúgubre contexto encontramos al joven Wade Owen Watts, un chico que ha decidido que ante tal panorama lo mejor es no pisar la calle demasiado y refugiarse en la medida de lo posible en OASIS, una suerte de realidad virtual donde cualquiera puede ser lo que quiera ser y hacer lo que le apetezca siempre que tenga el suficiente dinero como para hacerlo. Para acceder a OASIS no hace falta mucho; si acaso unas gafas hápticas, unos guantes con sensores y toda la tecnología y equipamiento de rigor. Nada inaccesible; según tu poder adquisitivo, puedes acceder a todo ello con más o menos facilidades. De hecho, más de medio planeta está enganchado literalmente al gigante virtual que es dicha compañía, hasta tal punto que ya no se entiende el mundo sin OASIS, llegando a convertirse ésta en una especie de espacio alternativo donde se ha construido una sociedad que, a pesar de tener también sus defectos y no ser ni mucho menos perfecta, es de largo más estable y soportable que la dura realidad.

En este marco distópico arranca una historia que tiene sus héroes, villanos y traidores. Ready Player One no es más que uno de esos relatos épicos donde el valiente protagonista no tiene más remedio que salvar el mundo y de camino a la chica en apuros (aquí no decimos si lo consigue o no, que quede claro). La trama, como comprobará el lector, no es original en su fondo, pero sí (y de qué manera…) en su forma, siendo una de esas historias que se disfrutan más por su estilo y ambientación que por sus propias capas argumentales. En otras palabras, estamos ante una propuesta que presume conscientemente de una narrativa y un fondo sencillo, pero a su vez tira sin complejos de innumerables referencias musicales, televisivas, cinematográficas y del mundo de los videojuegos. Ernest Cline nos invita a sumergirnos en una especie de aventura MMORPG donde el héroe (el ya mencionado Wade Owen Watts, a.K.A. Parzival) buscará la gran fortuna que el creador de OASIS ha dejado escondida tras morir en forma de Easter Egg. En su ardua aventura por este vasto universo donde todo es posible tendrá que competir con casi todo el planeta, pues la leyenda del «huevo de pascua» escondido, se ha viralizado rápidamente y ha traspasado fronteras. Así pues, nada será fácil y la búsqueda tendrá fieros oponentes, entre ellos, la malvada compañía IOI, la cual pretende conseguir la fortuna antes que nadie con sus malas artes. En definitiva, como pueden observar, nada nuevo bajo el sol en cuanto a lo básico: Un héroe, el elegido, lucha con su fuerza y resuelve los enigmas con inteligencia para cumplir con su destino. Salvo que esta vez, en vez de ser un caballero con espada o un arqueólogo con látigo, es un chaval apocado, poco social y friki de los videojuegos y las series de los años 80, década que es a todas luces la clave principal (o al menos una de las más importantes) de que la novela de Ernest Cline tenga ese halo especial que la hace tan mágica a pesar de los clichés anteriormente comentados.

Ernest Cline habla sobre Ready Player One en una conferencia

Se sabe que la nostalgia vende. Y Ready Player One tira descaradamente y con toda la intención del mundo de ella. Aquí disfrutarán especialmente los lectores que ronden entre los treinta o cuarenta años, pues las cuasi-infinitas referencias que pueblan las páginas de este libro nos transportan a un enorme macrocosmos pop donde los videojuegos pixelados de ATARI, los programas míticos de la televisión americana y los hits musicales de los años ochenta funcionan como catalizadores infalibles. Así pues, podríamos definir esta novela como un ejercicio climático continuado de melancolía freak. Es esa incesante lluvia de alusiones más o menos reconocibles las que hacen del libro algo sumamente disfrutable para devotos de lo mejor de dicha época. De hecho, éste revival intencionado de los ochenta ya no le coge a nadie de sorpresa, pues parece que la década de los peinados llamativos y las hombreras gigantes vuelve a estar de moda en el cine, la música e incluso la cultura popular más cotidiana. Sin ir más lejos, podemos ir preparándonos para la adaptación de la obra de Ernest Cline que el siempre genial Steven Spielberg tiene lista para la gran pantalla , pues Ready Player One, tiene previsto aterrizar en los cines en marzo del 2018 con el objetivo de reventar la taquilla (y nosotros contamos las horas hasta entonces).

Fotograma promocional de su adaptación cinematográfica

Si tuviéramos que adjudicarle adjetivos a esta novela, serían sin duda los de «fresca» y «adictiva»; sobre todo eso último, ya que estamos ante una narrativa que sin pretender acceder hacia capas temáticas profundas entretiene y sabe enganchar a base de sentido del humor, acción y añoranza. No solo supone un disfrute en sí mismo, sino que además invita a sumergirse en el inmenso abanico referencial que continuamente compone. Ready Player One es un libro para leer, claro; pero también es un libro para escuchar, ver y sobre todo jugar. Su lectura sirve como excusa perfecta para ir en busca de nuestro propio Santo Grial del entretenimiento; aquel donde caben los videojuegos más divertidos, los personajes más carismáticos y las escenas más recordadas del mejor cine de por entonces. Es por ello que a veces tenemos la sensación de que, más que una novela, lo de Ernest Cline es una especie de máquina del tiempo que nos permite rescatar los tesoros del pasado.

Dejando este evidente placer aparte, cabe decir que quien busque una crítica profunda a los males de nuestra sociedad moderna (no olvidemos que estamos ante una distopía), puede llevarse un chasco de proporciones igualmente épicas, pues aunque a veces la pluma del norteamericano se deja caer por esos derroteros, más bien hace un paso velado sobre el asunto. Así pues, no busquen dimensiones conceptuales recónditas ni pasajes analíticamente abismales, porque Ready Player One no se parece en nada a Un mundo feliz1984. Aquí huele más a Matrix y a Willie Wonka que a Orwell, más a los Goonies que a Philip K. Dick. Por todo ello no piensen tanto en lo ensayístico, ni exijan parámetros parecidos, porque la intención de este libro trasciende esa intencionalidad para convertirse en un instrumento perfecto con el fin de desconectar el cerebro, pasar un buen rato y matar las horas de un verano tórrido o un fin de semana relajado. Enfocado de esa forma, la propuesta de Ernest Cline, como si de un buen arcade se tratase, funciona a las mil maravillas.

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Título original: Ready Player One

Autor: Ernest Cline

Año: 2011

Páginas: 464

País: Estados Unidos

Idioma original: Inglés

Editorial: Edidiones B

 

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