Purasangre

No solo a Woody Allen le han servido las familias de clase alta como inspiración para sus guiones, sino que son muchos los cineastas que se han aprovechado de ellas para crear sus propias historias y así analizar la sociedad y sus problemas más acuciantes. Tolstói dejó escrito que “todas las familias felices se parecen unas a otras”, pero a veces esa felicidad puede resultar ser puramente fachada, simples máscaras con las que ciertas familias ricas intentan ocultar su desdichada intimidad. Y para destapar estas farsas se encuentran un puñado de artistas que valiéndose de esta clase alta son capaces de extraer temas tan universales como la maldad, la avaricia, los celos, la envidia o la muerte. La nueva burguesía occidental se caracteriza por su frialdad ante los conflictos que se producen en torno a su invisible alrededor, por la frivolidad con la que se entregan al voraz consumismo y por la banalidad de sus vacías vidas. Así como por el siniestro arribismo con el que se desenvuelven en su cotidianeidad para amansar más fortuna, comprar los productos más caros y excéntricos posibles, construirse la casa más grande del vecindario y triunfar a toda costa.

Al igual que en El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962), Borgman (Alex van Warmerdam, 2013), El sacrificio de un ciervo sagrado (Yorgos Lanthimos, 2017) o El capital humano (Paolo Virzì, 2013) la película del debutante Cory Finley la protagonizan ricos (como si se tratara de una raza aparte), que ante circunstancias adversas mostrarán su degradante moral del que son dueños. Con prácticamente un único espacio (la lujosa mansión del padrastro de Lily) y dos jóvenes actrices con buena química entre ellas (Anya Taylor-Joy y Olivia Cooke) Finley construye una historia de fantasmas (pues sus protagonistas son seres sin sentimientos que se mueven por  inmensos pasillos como almas en pena y sin emoción alguna) que solucionan inconvenientes tomando decisiones poco convencionales.

La intrigante atmósfera de los primeros minutos va diluyéndose hacia la convencionalidad en el último acto. La presencia de una abundante música para crear ese ambiente terrorífico termina por asfixiar algunos planos, y tampoco ayuda demasiado la indeterminación por situarse  en un solo género (una práctica que funciona bastante bien en otros filmes), que van del terror a la comedia negra, pasando por el cine para adolescentes o la sátira, pues tal mezcla no acaba de convencer durante todos los tramos del metraje. Sí son muy interesantes la utilización de fueras de campo y planos secuencias para crear tensión, claustrofobia y mostrar el aislamiento de esta clase adinerada. Podría decirse que a tenor de los planos que suponen el inicio y desenlace del filme se da por hecho que Finley sabe dónde colocar la cámara. Otra cuestión distinta es el manejo que posea con la escritura de guiones para desarrollar personajes más allá de su presentación o para concluir una historia sin que la originalidad y capacidad de asombro desaparezcan como la ética de los ricos a los que retrata.

Calificación: 6/10

 
 

Título original: Thoroughbreds

Año: 2017

Duración: 90 min.

País: Estados Unidos

Director: Cory Finley

Guion: Cory Finley

Música: Erik Friedlander

Fotografía: Lyle Vincent

Reparto:  Anya Taylor-Joy, Olivia Cooke, Anton Yelchin, Kaili Vernoff, Stephanie Atkinson, Daniel Martignetti, Paul Sparks, Francie Swift, Svetlana Orlova, Alyssa Fishenden

Productora: B Story / June Pictures / Big Indie Pictures. Distribuida por Focus Audiovisuals

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