Philomena
Se suele decir que a toro pasado todo se ve mejor, más fácil y más claro. La ceremonia de los Oscars puede ser un buen ejemplo de ello. Cada año ocurre lo mismo. Una vez se entregan todas las estatuillas, las quinielas sobre quienes serían los grandes triunfadores de la noche pasan a una mejor vida, y dan lugar a los debates y a las voces de aceptación o discordia.
La historia de esta edición ya la sabemos: Un famosísimo Selfie, algo de pizza, un barrido de Alfonso Cuarón y Steve McQueen, y unos DiCaprio y Scorsese marchándose con las manos vacías. Y como no podía ser de otra forma, aún hay debates abiertos sobre lo que fue el reparto de honores de la ceremonia. Se puede decir que en estos días todo el mundo es un poco más cinéfilo de lo habitual, no es una queja, eso es sanísimo para el mundo del cine.
De todas formas, había una categoría que parecía desde un principio ajena a todo tipo de debate. Esa categoría era la de Mejor Actriz Principal. En esta ocasión todas las quinielas apuntaban a Cate Blanchett, nada más allá de la lógica teniendo en cuenta el apabullante trabajo que hizo para Woody Allen. Y así resultó ser. Sin duda, un reconocimiento merecidísimo. Pero como tengo la oportunidad de escribiros esta crítica sobre la última película de Stephen Frears, Philomena (Philomena, 2013), quiero aprovechar para hacer una pequeña y humilde reivindicación de una de las grandes olvidadas de la noche, la actriz británica Judi Dench.
Cierto es que a lo largo de su carrera la actriz nacida en York ha sido reconocida con numerosas nominaciones de los premios más representativos del mundo del cine. Incluso tiene en su poder varios premios BAFTA, dos Globos de Oro e incluso un Oscar como mejor actriz de reparto por su papel en Shakespeare in Love (John Madden, 1998). Pero igualmente, quien clame que su trabajo en la nueva película de Stephen Frears es, si no merecedor de Oscar, al menos de mención, no andará diciendo ninguna barbaridad. Y quien no lo crea que vaya al cine y lo compruebe.
Philomena es un contenido pero emocionante melodrama que nos cuenta un suceso real. Basada en la obra literaria de Martin Sixmith, nos cuenta la historia de Philomena Lee, una anciana irlandesa, que tras quedar embarazada en su adolescencia, fue obligada a dar su hijo en adopción. Philomena es una mujer cándida y de carácter noble, se crió en un hospicio regentado por monjas Católicas que profesaban la fe con rectitud y disciplina. Las mismas monjas que entregaron su hijo en adopción a otra familia en contra de su voluntad y casi a sus espaldas. Aunque a decir verdad, ella no fue la única víctima de esta denigrante práctica, pues más tarde se demostraría que todo el asunto de los niños robados era un negocio sistemático que se practicaba en muchos de los edificios de las órdenes católicas.
Es obvio que la temática que nos propone la película de Stephen Frears es en extremo delicada. Cualquier director hubiera caído fácilmente en las garras del sensacionalismo de manual y la lágrima barata, pero el director británico demuestra en esta ocasión una inteligencia inaudita, alejándose de lo fácil y facturando un drama contenido, emotivo, honesto e incluso arriesgado, ya que no tiene miedo de palpar la llaga en temas tan delicados como la fe y la justicia, o la capacidad y necesidad de perdonar y ser perdonados. Es más, el realizador se permite introducir toques de humor en su historia que resultan muy acertados, ya que las dispares personalidades de sus dos principales personajes dan lugar a muchas situaciones que destilan unos toques de comedia tremendamente deliciosos.
Con un tono pausado, una fotografía y montaje adecuados al ritmo narrativo que requiere la trama e incluso con una partitura sobresaliente de la mano de Alexandre Desplat, asistiremos a una nostálgica búsqueda de lo que pudo ser y no fue. A la búsqueda que Philomena emprende tras su hijo tras 50 años de vergüenza y remordimiento que el pecado de la carne suponía en su católico corazón. Dicha búsqueda no sería posible sin la ayuda de Martin Sixmith (Interpretado por Steve Coogan), un periodista recién despedido, que en plena crisis laboral, se sentirá atraído por la historia personal de Philomena, y por qué no decirlo, por las posibilidades comerciales que potencialmente suponen su posterior publicación.
Pero seamos honestos, Philomena se quedaría en una cinta del montón de no ser por Judi Dench. Es ella quien da riqueza a toda la historia, transformando lo que ya era sobre el papel un buen personaje en una adorable mujer que es capaz de prendarte con su candidez casi Naif, hacerte reír con sus gestos y ocurrencias inocentes, o conmoverte sin remedio con una simple mirada penetrante.
Me ha resultado en numerosas ocasiones difícil aguantarle la mirada a Philomena, me he sentido impotente, lleno de compasión, de rabia o incluso de vergüenza al mirar esos profundos y vidriosos ojos azules, tanto es lo que consigue transmitir Judi Dench con su personaje. Es por ello que el resto del plantel, y casi la producción entera, queda a su sombra. Aunque ojo, ni mucho menos quiere decir eso que lo demás no valga la pena. Desde Steve Coogan, hasta el mismo director, pasando por el guión, la partitura o todo lo mencionado… todo, y digo todo, resulta ser una muy buena película. Lo que pasa es que Judi Dench está simplemente a otro nivel.
Prueben a darle una oportunidad a esta película. Por mucho que se quedase fuera de los debates, merece enormemente la pena.
Calificación: 8/10
Título original: Philomena
Año: 2013
Duración: 98 min.
País: Reino Unido
Director: Stephen Frears
Guion: Steve Coogan, Jeff Pope (Libro: Martin Sixsmith)
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Robbie Ryan
Reparto: Judi Dench, Steve Coogan, Charlie Murphy, Simone Lahbib, Anna Maxwell Martin, Neve Gachev, Sophie Kennedy Clark, Charlotte Rickard, Nichola Fynn
Productora: Coproducción Reino Unido-USA-Francia; BBC Films / Pathé / Baby Cow Productions / British Film Institute (BFI) / Magnolia Mae Films