Ojalá estuviera aquí
Miedo. Inseguridad. Oscuridad. Malas sensaciones. Siento que me quedo estancado, vacío. Nada me hace feliz, nada me conmueve. Siento no sentir y me encuentro perdido, sin rumbo. Ojalá todo cambiara. Ojalá encontrara una meta, un fin para este laberinto, una ruta para poder seguir; un camino hábil. Ojalá pudiera volver al pasado y revertir esta situación, darle la vuelta a la tortilla, conseguir ser fiel a mi corazón y no a mi cabeza. Que difícil es flotar si el peso de la conciencia te hunde. Que complicado es escapar de los problemas, de los bucles, de las dudas. Pero hay que seguir.
Por mucho que el camino se torne gris: Lucha. Esa es la base de todo, el mensaje que debe de servirnos para encontrar la luz cuando la nube de dificultades sólo trae chaparrones y conflictos, cuando lo único que te rodea es la oscuridad más profunda, la niebla más densa. Ahí es donde tienes que encontrar algo bueno, algo que te motive. Ya sea tirando de tu familia o de tus amigos, las relaciones con los demás pueden salvarte. Una sonrisa, una caricia o un simple gesto pueden hacer que tu existencia pase del infierno al paraíso en un segundo, en un instante. Cuida al resto y te cuidarás a ti mismo. Ser feliz pasa por esa senda.
Disfruta el hoy, aprende del ayer y acaricia el futuro. Esa es la base de todo, y en eso se basa la nueva propuesta de Zach Braff (Algo en común,2004): En cómo afrontar tu realidad, superar tus errores del pasado y recordar el camino que te llevó a ser feliz tiempo atrás, cuidando lo más importante que, posiblemente, el ser humano pueda tener dentro de su recorrido vital; la familia.
Aquí todo gira entorno a la figura de Aidan (Zach Braff), actor de profesión y padre de familia, y el punto de inflexión/crisis existencial que experimenta en su vida como consecuencia de la mala situación financiera por la que atraviesa y las dificultades familiares por las que pasa al tener que afrontar responsabilidades a las que no estaba acostumbrado con anterioridad. Es complejo crecer y aceptar más peso del que normalmente afrontas; pero llega un punto en la vida en la que debes hacerlo. Hay un momento en la vida en la que debes de dejar de ser egoísta para empezar a pensar en el resto, en los que te quieren, en los que darían todo lo que tienen para que pudieras lograr tus sueños. En eso se basa el amor, en dar y recibir. En avanzar y liberarte. En sentir y sentir.
Braff consigue convencer con su propuesta, consigue que me crea todo lo que pretende transmitir. Ya demostró con creces con su anterior (y única producción), Algo en común, que con pequeñas ideas se pueden hacer obras gigantescas, colosales. Aquí lo que brillan son las personas, las sensaciones, la efervescencia del guión pero, sobre todo, las intenciones de alguien que no tiene nada que perder. Las imperfecciones (que las hay) en su cine quedan en segundo plano, lo único que importa es que uno se sienta parte de la trama siendo partícipe en todo momento del estado emocional de los personajes, haciendo que sientas lo que sienten. Hacer eso es muy jodido. Utilizar tan pocos recursos y sacarle tanto partido es complicado. Por mucho que existan fisuras, si eres real la balanza termina decantándose por el polo positivo, siempre serás distinto.
Hay muchas películas basadas en relaciones familiares, pero en pocas puedes ver tanta conexión entre personajes, tanta evolución en estos. A lo largo de la hora y media de metraje he visto como niños se convierten adolescentes, como un par de adolescentes con hijos se convierten en padres, como dos hermanos vuelven a ser hermanos y como un padre logra crecer como persona en su lecho de muerte. He visto como el mero fluir de la vida hace que puedas convertirte en alguien mejor. He sentido como joder al pasado y como perdonando a los demás y apoyándolos uno se hace más fuerte, más resistente. Todo el mundo puede ser feliz antes o después. Todo el mundo merece ser feliz antes o después.
Realización más que correcta, interpretación notable; lo único que chirría aquí en ocasiones es la redundancia en algunas situaciones y el poco sentido que tienen algunas escenas respecto a la línea argumental del film (el rollo comic-con o el rollo astronauta por ejemplo). El autor intenta compensar el drama con la comedia para alejarse de lo lacrimógeno, pero no siempre lo consigue, siendo demasiado brusco en ese tránsito en demasiadas ocasiones. Quizás ese sea el único punto negro, lo único que hace que la cinta no sea sobresaliente y lo que perjudique todo lo que ofrece la interpretación del elenco principal. Sensibilidad, profundidad e intención no le faltan (basta con visionar los últimos diez minutos para darse cuenta), lo único que necesita es más constancia y más regularidad en la propuesta. Si Braff consigue mejorar en esa parcela, estamos ante uno de los grandes directores de aquí a unos años, sin duda alguna.
Si buscas algo distinto y fresco, una película asequible y fiel; no te decepcionará. Si lo que estás buscando es perfección y suavidad y algo más de complejidad visita el videoclub o chequea lo nuevo de Linklater. Me despido con 4 palabras: Ojalá siempre estuviera aquí.
Calificación: 7/10
Título original: Wish I Was Here
Año: 2014
Duración: 110 min.
País: Estados Unidos
Director: Zach Braff
Guión: Adam J. Braff, Zach Braff
Música: Rob Simonsen
Fotografía: Lawrence Sher
Reparto: Zach Braff, Josh Gad, Kate Hudson, Jim Parsons, Joey King, Ashley Greene, Mandy Patinkin, Donald Faison, James Avery, Michael Weston, McKaley Miller, Pierce Gagnon, Phill Lewis, Reese Hartwig, Bob Clendenin
Productora: Double Feature Films / Worldview Entertainment