Oda a las cintas subterráneas (parte 2)

Jason_X_MC2Volvemos a la acción y nos volvemos a meter en harina. Volvemos a lo rancio. A ese paraíso repleto de relleno, látex y efectos de garrafa. Es el turno de retornar al ranking más infame; a los bajos fondos del arte y la creación. Aquí está la segunda parte de aquello que empezamos hace dos meses. Volvemos a esos olorosos y particulares niveles subterráneos del cine. Hoy completaremos nuestro círculo de la muerte (pero en broma), daremos por fin vida a la criatura, alimentaremos al monstruo.

Seguimos. Empezamos con el 6.

6. Dragon Ball Evolution (2009)

Sangre, sudor y demasiados disgustos. Ese fue el resultado del visionado de está adaptación dudosa y horripilante de los mundos creados por Akira Toriyama 20 años antes. Con un atrezo made in «me he gastado la mayor parte de la pasta en fx», unas interpretaciones de patio de colegio (a cada cual peor) y unos personajes peor diseñados que las obras maestras de Calatrava; la cinta de James Wong le caga en la boca a Toriyama y encima no le da ni las gracias. Aquí hay 3 ondas vitales, peleas de gallitos en el instituto pero ni rastro ni de Célula, ni de Bu, ni leches en vinagre; lo único que aparece es un Piccolo flojeras (y muy duende verde de Oscorp), un Mutenroshi desquiciado e inútil (¿Qué haces Chow Yun-Fat?) y un Goku en modo guaperas de instituto que se pierden en un guion pobretón y tan poco fiel a la obra original que entran verdaderas ganas de limpiar tu cerebro con lejía durante cada uno de los 90 minutos de su duración. ¡¡Por qué!!

Combate de miradas. Potencia máxima.
Combate de miradas. Potencia máxima.

7. Jason X (2001)

Después de ver Viernes 13 uno se da cuenta de que Jason está hecho de otra pasta. Su cerebro es cortimer y sus intenciones totalmente insanas, pero ni él, ni su madre merecen lo que James Isaac les hizo en 2001: meterlo en una nave y transformarlo en un villano interplanetario (no me j…). Teniendo como referencia todo lo relativo a Alien e incluso la propia Pitch Black, Jason X se torna en una de las lagunas más grandes que ha sufrido la filmografía de Viernes 13 en los últimos 30 años. De sinopsis simple: imposible de matar en la Tierra, llevémoslo al espacio acabemos con él y todas las muertes que le siguen; en esta entrega la franquicia se torna estúpida e irrelevante convirtiéndose en un slasher de coña que no merece ni hundirse en las profundidades de Crystal Lake. Puertas destrozadas, decapitaciones, tripulantes salidos de Star Trek y salsa de tomate en cubas de polvero son las piezas maestras con las que el realizador pretendía darle un aire cool al villano. Pues al final no. Después llegó Freddy contra Jason… Genial.

Jason posando con cara desafiante.
Jason posando con cara desafiante.

8. Un vampiro suelto en Brooklyn (1995)

Aquí había dónde elegir la verdad. De todo lo que hecho Eddie Murphy durante su longeva estancia dentro de la industria cinematográfica era complicado quedarse con una sola película de dudosa calidad. Tenemos ahí Norbit, o la más que estúpida Atrapado en un pirado; pero es que teniendo  Un vampiro suelto en Brooklyn que se quiten las demás. ¿Por qué? Pues por el simple hecho de que intenta ser una obra algo más seria y termina siendo la mejor comedia de todas con mucha diferencia. Si has visto el Príncipe de Zamunda es básicamente lo mismo pero en vez de un príncipe hay un vampiro y en vez de un compañero graciosillo de turno (un Arsenio Hall) aparece un cutre ayudante mega inútil que ayuda al primero en su roneo particular ante la guapa de turno (Angela Basset): misma historia de amor pero con el filtro de Wes Craven.

Simple, patética y más insulsa que el pan con pan, su finalidad sigue siendo una verdadera incógnita. ¿Pretendía renovar el género del terror? ¿Por qué Eddie Murphy? ¿Qué fumamos aquel día? Demasiadas preguntas sin respuesta y demasiado hiriente para el espectador medio. Todo parece una broma de Craven. Un enésimo error justificado una vez más por Freddy. Su particular versión contemporánea de Drácula de Bram Stoker pero con más laca, menos amor, más barrio, menos carisma, menos maestría, más cerveza, más droga y más Spike Lee. Sólo eso. Pobre Lugosi. Pobre Lee.

Un último aviso de Mr.Murphy.
Un último aviso de Mr.Murphy.

9. Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera (1996)

Chiquito, Almería, un western… ¿Dónde hay que firmar? Álvaro Sáenz de Heredia se frotó las manos en pipitas de oro aquel día. Sabía que contaba con la llave maestra, una verdadera jojoya por descubrir, un put*simo as en la manga pero, a que precio. Muchos seguimos flipando con Chiquito la verdad. Nos seguimos sintiendo identificados con el «Comorl», el «Fistro vaginal» o el «No puedo, no puedo» pero llevarlo a la gran pantalla… eso es tener la zona baja, depósito de espermatozoides, cuna de la vida, como el caballo de Espartero.

Condemor es un viaje de ácido de Eastwood por el lejano oeste pero en modo cañí y con chistes de trancas. Un spaghetti western sin spaghetti pero con callos. Una sopa llena de sketches resobaos (igual de flipantes) lleno de tropezones y con Bigote Arrocet de auxiliar de vuelo ante la creatividad de un Chiquito desatado. Poco importa su historia (dos desgraciados buscan fortuna y al final termina defendiendo un pueblo ante un malote de turno), el diseño de personajes, su realización o incluso su música; aquí lo que se pretende es que el artista se desplaye y lo demás más bien importa un caraj*. Junto a Brácula y Papa Piquillo forma el auténtico tríptico de la comedia en España. Un punto de salvado por el que tienes que pasar si de verdad buscas ser alguien en este mundo. Ozores, Landa, Esteso, Pajares, LeBlanc… bah.
Chiquito y su compi por coplas.
Chiquito y su compi de coplas.

10. Godzilla (1998)

La ficción superó a la triste realidad la verdad. Todos pensamos que el remake de Godzilla iba a ser el blockbuster más espectacular de la década y que nos iba a flipar por siempre jamás, pero al final, nada de nada. Vale que los efectos especiales fueran aceptables para aquella época pero es que el resto fue sencillamente horrible. Matthew Broderick, actor acostumbrado a la comedia, ejerció aquí de jefe de grupo, de cabeza visible de una película de acción sin guion, en la que el prota y sus deplorables compis (Jean Reno, Maria Pitillo, Hank Azaria) corrían como pollos sin cabeza en una Nueva York sumergida en el caos debido al ataque de la bestia, del dinosaurio mutado de nombre T-Rex… digo Godzilla.

La cinta da lo que da, y más teniendo en cuenta que viene del que viene. Roland Emmerich crea catástrofes y en eso de los efectos es un genio (aunque aquí no tanto), pero todo lo que hace tiene cierto tufo a vacío y aquí alcanza su estado máximo. No hay interpretaciones, no hay ideas, ni cabeza y si demasiado miedo a cagarla. Tiene tiros y acción pero no hay dirección: esto no lleva a ninguna parte y eso queda claro desde la primera media hora. A partir de ahí lo único que encuentras es al ejército abusando del fogueo, coñas transitorias, caras de circunstancias, gente corriendo y esprintando y al bicho reventando edificios y taxis. Nada más. Una lástima.

John Mc Clane visionando al T-Rex en NY.
John Mc Clane visionando al T-Rex en NY.

 

 

 

 

 

 

 

 

Fin.

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