Oculus: El espejo del mal

oculus_MCEs complicado iniciar una verdadera revolución sin tener un plan claro. Si no sabes plasmar a la realidad todas tus aspiraciones es casi imposible trascender y menos en el mundo del cine, casi imposible vamos. No sólo sirve con flipar contigo mismo y con tu idea; si el resto no lo siente así, poco tienes que hacer. Por mucho que sepas cuales son los objetivos que quieres alcanzar y la forma en la que los quieres conseguir, si no sabes transmitir tu mensaje a tus seguidores de poco servirá tu esfuerzo; tu visión es importante, pero la del resto es esencial. Con Oculus: El espejo del mal, segundo largo de terror del director Mike Flanagan (después de Absentia, 2001), ocurre justamente eso. Si bien el director se esfuerza por ofrecer un producto genuino y complejo, con la intención de darle una vuelta de rosca más al género de terror, parece ser que el tiro le ha salido por la culata, pariendo un producto distinto pero brutalmente confuso.

Dos asesinatos (el de un padre y una madre), dos testigos (los hijos), un objeto maligno (en este caso un espejo) y demasiados enigmas sin resolver. Como en tantas ocasiones, el contenido se vuelve a centrar en la aparición de un elemento maldito dentro del seno de una típica familia americana y todo lo que sigue a este: muertes, apariciones varias y mucha oscuridad. Tal como ocurría en Reflejos (2008), la cinta de Flanagan vuelve a ofrecer un juego dual de realidades donde los protagonistas aparecen como meros peones dentro de las ilusiones/ trampas creadas por el espejo en cuestión, de las que tendrán que escapar intentando distinguir realidad de ficción, combatiendo de cualquier forma posible sus propias alucinaciones. Oscuridad, misterio, situaciones inverosímiles, apariciones y sustos enlatados… ¿Os suena?

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Demasiado complicada para su contenido, demasiado esfuerzo para tan poca «chicha». Oculus intenta transformar un bodegón convencional en arte renacentista y termina pariendo un ecce homo trucado. Aquí fallan las conexiones. La narración resulta un verdadero barullo de historias cruzadas y sin sentido que termina asfixiando la cuestionable creatividad inicial de la película, absorbiendo la labor del elenco de actores, que en todo momento mantienen el tipo ante verdaderos agujeros (negros) en el guion. Y es que llega un punto que ni ella misma se entiende: ¿thriller o terror puro?, ¿miedo puntual o tensión continua? ¿Quién es quién aquí? Uno no sabe lo que esperar ni donde va a desembocar todo ni el rol que van a tener los personajes en esa supuesta explosión final, estando continuamente en un terreno inestable e infumable. Es como si todo tuviera un tufillo a misterio involuntario aparecido por la propia torpeza del director a la hora de transmitir; un, no previsto, «as en la manga» excepcional que termina por cabrear más de lo necesario. Por mucho que le pongas un lazo más bonito, una estafa es una estafa y, sin lugar a dudas, en este caso, la promesa se ha quedado en intentona. Es de agradecer que se busque innovar, pero a veces es mejor quedarse quietecito.

En fin, otra para el zurrón, otra cinta más para la parte oscura del cerebro, otro producto ideal para reset. Si eres de los que flipa con este género quizás puedas salvar aún tu alma; Oculus intenta ser creativa a su manera pero su materia prima es demasiado débil y extremadamente poco convincente. Hay alternativas mejores realizadas, con un acabado mucho más sólido y con más fluidez (véase Insidious o la propia Expediente Warren por ejemplo). Si buscas calidad, pasa de este checkpoint.

No se vosotros, pero yo prefiero tapar el espejo.

Calificación: 3,5/10

 
 

oculus_cartelTítulo original: Oculus

Año: 2013

Duración: 105 min.

País: Estados Unidos

Director: Mike Flanagan

Guión: Mike Flanagan, Jeff Howard

Música: The Newton Brothers

Fotografía: Michael Fimognari

Reparto: Karen Gillan, Brenton Thwaites, Katee Sackhoff, Rory Cochrane, Annalise Basso,Garrett Ryan Ewald

Productora: Intrepid Pictures / Blumhouse Productions / WWE Studios

 

 

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