Ocho apellidos catalanes
Cómo gusta en España la comedia. El estigma inculcado en la sociedad española de la comedia clásica es ya una característica más nuestra, al igual que para los extranjeros los toros y la paella. Sin importar la calidad de ésta, en cuanto metas un impulso promocional fuerte de mano de alguna productora potente (véase Atresmedia o Mediaset) la recaudación sube como la espuma. No es una crítica hacia cada uno de nosotros, ni mucho menos, pues el resto de países no se exime de esta carga, véase EEUU con los blockbusters explosivos, al estilo Transformers, o Francia con las tantas comedias que siempre rezan “la mejor comedia francesa del año”. Es de agradecer un récord de taquilla, porque mantienen a flote muchos de los cines, que esperan a estos grandes estrenos para reventar las taquillas y aupar sus ganancias por encima de lo normal. Ocho apellidos catalanes es una de ellas, pero sin duda están esperando todavía más para la película que batirá todos los récords del año, que por ahora ya mantiene records de reservas en todo el mundo con muchas salas que cuelgan el cartel virtual de ‘No hay entradas’, y no se trata de otra que la nueva de Star Wars. La última de Emilio Martínez-Lázaro no es buena, ni tampoco mala, simplemente es una exigencia de la productora para exprimir la gallina lo máximo posible.
Amaia (Claro Lago) va a casarse con Pau (Berto Romero), un catalán. Koldo (Karra Elejalde) se entera y no duda en visitar a Rafa (Dani Rovira) para que vaya con él a Cataluña a evitar la boda de su hija con Pau. Lo que no sabe Koldo es lo que ocurrió entre la pareja para que ella fuese a vivir a Barcelona y se enamorase de un catalán, lo cual deberá ir descubriendo. La secuela de Ocho apellidos vascos no puede ser más previsible, con un harén de tópicos comandados por la zona de rodaje, Cataluña, y continuados por los actores ya conocidos de la precuela. Ninguno necesita presentación, más allá de los dos papeles barceloneses, y ahí es donde radica uno de los problemas, los cambios de personalidad con el primer trabajo. Karra Elejalde está cambiado, no físicamente, si no psicológicamente. El odio visceral ya no lo posee, y deja la sensación de ser otro personaje diferente. Dani Rovira continúa igual, con sus gracietas y chistes, de ahí poco se puede extraer pues es un calco de la primera. Clara Lago pierde protagonismo, sin duda absorbida por Berto y Rosa María Sardá. Y Carmen Machi tiene apariciones testimoniales, casi sin destacar. La incorporación de dos protagonistas más (sin contar a la consejera matrimonial, que podría considerarse como un papel importante) no es acertada, porque no da tiempo a evolucionar ninguno de ellos.
En el aspecto de la comedia destacan los papeles de Rosa María Sardá y Dani Rovira por encima del resto. Son las situaciones en las que más te puedes reír, en la de ella porque siempre suele estar sensacional, y en él porque profesionalmente se dedica a ello y tiene su magia, por mucho que el guion a veces se encabezone en reiterar chistes ya explotados. Del resto podría considerar a Karra Elejalde, por lo buen actor que es, como algo positivo, aunque tampoco… ni el comienzo, con el encontronazo en Sevilla (horrible escena con las palmas, tirando por tierra el carisma de Koldo), ni el desarrollo en Monells, el pueblo donde se realizó el rodaje de las escenas independentistas.
Huelga decir que los tópicos están a la orden del día, y son los que destruyen la frescura de la primera parte, la cual también tenía tópicos pero mucho más ordenados. Su recurso es muy utilizado en cualquier comedia, y nunca están de más, sin embargo hay que concienciarse que su uso puede destruir el mejor de los guiones. Tal como ocurría en Ocho apellidos vascos, se utilizan todos los tópicos vascos para hacerte reír, pero uno de ellos está al inicio, otro a los diez minutos, etc… En esta segunda parte catalana no es así, desde la primera escena hasta la última están referenciándose, que si castellers, que si calçots, que si independencia… y no una vez o dos, sino muchas más. El interludio entre ellas es una escena ¿dramática? repetitiva entre sendos protagonistas, donde se ve venir claramente lo que va a ocurrir, y el posterior giro obvio. Podría funcionar durante un rato, pero a medio trabajo te dejas llevar a la espera del gag gracioso, que llega pero le cuesta.
Vapuleado por gran parte de la crítica, Emilio Martínez-Lázaro sale escocido de este trabajo. Tal y como le ocurriese con la segunda parte de El otro lado de la cama, también realizada bajo imposición por la gran recaudación de la primera, aquí ha tocado hueso. No es una película horrorosa, ni mucho menos pérdida de tiempo, pero no tiene ni por asomo el impacto de la primera parte. Y no se debe al hecho de que aquella fuera sorprendente, si no a que una está realizada con mimo y mucho trabajo, sin prisas, y la otra simplemente busca el dinero fácil.
Calificación: 4/10
Título original: Ocho apellidos catalanes
Año: 2015
Duración: 99 min.
País: España
Director: Emilio Martínez-Lázaro
Guión: Borja Cobeaga, Diego San José
Música: Roque Baños
Reparto: Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde, Carmen Machi, Berto Romero, Belén Cuesta, Rosa María Sardà, Alfonso Sánchez, Alberto López, Agustín Jiménez
Productora: Telecinco Cinema