Nueva vida en Nueva York

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Nueva vida en Nueva York (2013) es el nombre de la última película que Cédric Klaplisch realiza para dar cierre a una saga de películas que empezó en el año 2002 con Una casa de locos (L´auberge espagnole) y tuvo su continuación tres años después con Las muñecas rusas (Les poupées russes). En toda la saga se repite un denominador común primordial, que no es otro que el continuismo, por lo que a lo largo de la trilogía del director francés se repiten los mismos actores para dar vida a unos personajes que serán los protagonistas de una serie de historias que tienen como principales temas al amor, la amistad, el choque entre diferentes culturas y los vaivenes que da la vida, la cual parece encaprichada en llevarnos siempre por senderos veleidosos.

El protagonista de esta trilogía tiene nombre propio, Xavier, un joven que en las primeras cintas de la saga lo conocimos como un estudiante de Erasmus en Barcelona y que más tarde aspiraría a ser escritor y a llevar una vida mínimamente estable. De las vicisitudes de las anteriores cintas no vamos a dar muchos más detalles, ya que ciertamente no nos hace falta ninguna información anterior para disfrutar al 100% del cierre de la trilogía (cosa que sin duda supone una gran virtud a favor de Cédric Klaplisch). Así que más bien resumiremos en unas palabras el planteamiento que Nueva vida en Nueva York nos ofrece como punto de partida.

Tenemos a Xavier (interpretado una vez más por Romain Duris) ya ejerciendo como escritor profesional, viviendo en Francia, casado y con una relevancia cada vez más notable en el mundo de la literatura. A pesar de tener dos jóvenes hijos a los cuales ama con locura y a pesar de su proyección literaria, Xavier sigue empeñado en su punto de vista sobre la vida, a la cual ve como demasiado complicada y caprichosa. De hecho, en su nueva novela intentará dar esta particular visión de la vida utilizando la suya como base, aunque siempre con el consejo y la presión de su fiel y exigente editor. Lo que no intuye Xavier es que la vida se le va a complicar mucho más de lo que parece en un principio. Todo empieza cuando una de sus mejores amigas, Isabelle, quien por cierto es lesbiana y vive en Nueva York, le pide un peculiar favor, que le done su semen para que su actual pareja y ella puedan tener un hijo. Xavier, aunque contrariado por la situación que supone todo el asunto, acepta, mientras la que es su actual mujer, Wendy, no acabará por comprenderlo, haciendo que su matrimonio caiga en una crisis letal que hará que ésta vuele con sus dos hijos hacia Nueva York, después de confesar por su parte que ha conocido a otro hombre durante los días que visitó la ciudad por motivos laborales.

Resumiendo. Si a Xavier se le antojaba la vida complicada, ahora empezará a verla como un intrincado puzzle chino de esos con los que puedes formar figuras a partir de formas geométricas. Con sus hijos al otro lado del Atlántico, y en plena crisis existencial, Xavier decidirá acortar distancias para al menos estar cerca de las dos personas más importantes de su vida, sus dos pequeños vástagos. Así pues, Xavier se embarcará en un viaje que cambiará su vida radicalmente, tomando un sendero que el destino le obligó a iniciar por puro capricho y azar. Un sendero cuyo fin no desvelaremos por supuesto, pero que supone todo un regalo para el espectador por ser una historia ágil y fresca que nos habla de las relaciones amorosas y de la amistad con toda la naturalidad del mundo, así como con unos toques de humor y un equilibrio dramático muy bien dosificados.

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Si de algo nos habla Nueva vida en Nueva York, es de que la vida es impredecible y nadie puede hacer planes creyendo que estos se van a cumplir a pies juntillas. Las personas van y vienen, se llevan parte de nosotros cuando lo hacen y nos dejan un sinfín de recuerdos y sentimientos en los que regodearnos o torturarnos, según cual sea nuestra actitud ante el cambio. El director galo nos deja claro con su guión que es inevitable resistirse a que las cosas cambien y que, por muy difícil que nos pueda parecer buscar una aparente razón a todo lo que ocurre, al final, quizás nos conviene más adoptar una actitud activa y positiva ante lo ocurrido, tomando las riendas de nuestro futuro. En otras palabras, ante el cambio sólo tenemos dos opciones, frustrarnos y lamentarnos o hacer algo para readaptarnos y volver a vivir felices. Y Cédric Klapisch parece tener muy clara la respuesta ante semejante dilema, no nos queda otra que aceptar lo que ocurre y actuar para volver a tocar la felicidad con nuestras manos, o al menos intentarlo.

Es por ello que, aunque la cinta toque situaciones que tienen un claro trasfondo dramático y de cierta profundidad, el poso que termina dejando la película en el espectador es el de un optimismo apreciable, dándonos de camino un toque para que no nos tomemos la vida tan en serio, por intrincada que ésta resulte en ocasiones.

Llega un momento de la película en el que se cuestiona si la felicidad vende en el mundo de la literatura (pregunta que podríamos extender por supuesto al mundo del cine), el editor de Xavier es de esas personas que piensa que en el arte solamente hay buenas ventas cuando hay drama y tragedia de por medio, que nadie quiere que le cuenten historias felices porque nadie las acepta como verosímiles. Los finales felices repelen a muchos porque no ven en ellos un espejo fiel a la vida que observan a diario. Pero la verdad es que la vida, al cambiar sin aviso tantas veces, nos brinda a lo largo de su transcurso muchos finales felices y también muchos tristes. El cine en general y esta película en particular se toma con ironía este tema, ¿qué importan los finales?, ¿qué importan los tumbos que nos haga dar la vida?, el caso es aceptar la naturaleza mudable de ésta y tratar de ser felices mientras estamos vivos, disfrutemos en la medida de lo posible nuestro camino.

Es por ello que la trilogía del realizador galo se cierra siendo en el fondo un optimista canto a la madurez. La vida puede ser un rompecabezas en el que a veces las piezas no encajan a nuestro gusto, pero tampoco hay que olvidar que los rompecabezas en el fondo se hicieron para jugar, aprender y dar un aliciente extra a nuestra vida, la cual sería mortalmente aburrida si todo permaneciese siempre en el mismo estado. Aceptemos pues, de buena voluntad los caminos que debamos tomar, y seamos valientes ante lo que venga.

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No mentiré si digo que las dos primeras películas de la trilogía de Cédric Klapisch me parecieron más bien discretas, si no olvidables, pero en esta ocasión me rindo ante el realizador galo. Su última película es un deleite desde sus créditos iniciales, los cuales insinúan el rompecabezas existencial al que vamos a asistir. El conjunto de actores es simplemente el que debía ser, estando estos más acertados que nunca en esta ocasión ya que se nota que, tras dos películas, el plantel está más cómodo que nunca metido en la piel de sus deliciosos personajes, desde el ya mencionado Romain Duris, pasando por Audrey Tautou, Cécile de France, o la imponente Kelly Reilly. Incluso hay un número de personajes secundarios dignos de señalar por el rol que juegan en la historia y los actores que les dan vida. Pero a estos prefiero que los descubran por vosotros mismos.

Como ya hemos dicho, el cierre de la saga es sin duda el clímax de ésta por méritos propios, ya que resulta un soplo de aire fresco que goza de un humor y un ritmo narrativo que hacen que apenas podamos ponerle pegas. Sus casi dos horas de idas y venidas entre amistades nostálgicas, amores frustrados, sensaciones no olvidadas y vaivenes sentimentales son un regalo para quienes gustan de ver una película ágil, sincera y que atrevida, vuela por encima de los tópicos del género. Además, nunca nos viene mal recordar que la vida nos pondrá continuamente nuevos caminos inciertos, pero que en cambio tenemos todo un mundo entero y un gran abanico de personas para recorrerlos si estamos dispuestos a caminar.

No quiero extenderme más, sólo decir que me he callado algunas sorpresillas técnicas y narrativas (entre otras cosas) para que disfrutéis aún más si cabe cuando piséis la sala de cine. No dejen de ver Nueva vida en Nueva York, es de esas películas por las que merece la pena pagar una entrada de cine.

Calificación: 8/10.

 
 

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Título original: Casse-tête chinois (Chinese Puzzle)

Año: 2013

Duración: 117 min.

País: Francia

Director: Cédric Klapisch

Guión: Cédric Klapisch

Música: Christophe Minck

Fotografía: Natasha Braier

Reparto: Romain Duris, Audrey Tautou, Cécile De France, Kelly Reilly, Sandrine Holt, Flore Bonaventura, Jochen Hägele, Benoît Jacquot, Pablo Mugnier-Jacob, Margaux Mansart, Amin Djakliou, Clara Abbasi, Li Jun Li, Sharrieff Pugh, Peter McRobbie, Jason Kravits, Byron Jennings, Peter Hermann, Martine Demaret, Adrian Martinez

Productora: Opposite Field Pictures / Ce Qui Me Meut Motion Pictures

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