Nebraska
Aunque nunca haya sido santo de mi devoción, Alexander Payne tiene la virtud de que la crítica profesional y el lado más alternativo de las salas de cine elogie cada trabajo que saca a la luz. Tras unas cuantas obras que pasaron sin gran transcendencia, el director norteamericano apuntó maneras con A propósito de Schmidt (About Schmidt, 2002), un trabajo que sin duda fue catapultado a mayor gloria por el siempre infalible Jack Nicholson. Desde entonces su nombre comenzó a ser seguido cada vez por un mayor número de cinéfilos de toda índole. Pero sin duda, el punto de inflexión de toda su carrera vendría con su siguiente película, Entre Copas (Sideways, 2004); fue esta cinta la que le colocó en el círculo de los catalogados directores de culto del cine contemporáneo. A partir de entonces, cada nuevo proyecto suyo despertaría unas expectativas desconocidas para el realizador norteamericano. Tras alguna participación en televisión y otros proyectos menores, el ya aclamado cineasta rodaría Los Descendientes (The Descendants, 2011), un drama familiar protagonizado por George Clooney, que aunque con menor efusividad, también despertó el agrado del público en general. No es de extrañar pues, que Nebraska (Nebraska, 2013) viniese seguida por lupa ya desde su concepción como película.
Una vez estrenada, la cinta se ha cubierto de opiniones radicalmente contrapuestas. Nada nuevo; pues por mucho que algunos consideren a Alexander Payne un maestro del cine de corte independiente, siempre ha existido una corriente de opinión que lo critica y piensa que se lo ha sobrevalorado en demasía. Así que podemos decir ya de antemano que acercarse a una película de Alexander Payne es una experiencia que depende mucho de la visión del cine que tenga cada expectador, a algunos les encantará, y a otros les dejará fríos. Difícilmente suelen encontrarse puntos medios a la hora de valorar su cine, es imposible con propuestas tan personales. Y precisamente Nebraska, es de las obras más arriesgadas del director.
Nebraska es una extraña Road Movie que nos cuenta la historia de Woody Grant, un anciano abandonado al alcohol, poco hablador y mentalmente confuso que no tiene gran cosa que hacer y pasa el tiempo a caballo entre la barra del bar y su hogar. Woody parece esperar ya poco del mundo; es viejo, vive acobardado en un hogar con una mujer de carácter fuerte y dictatorial y cualquiera diría que vive esperando impacientemente su hora para morir. Parece un hombre vencido, resignado y que no está del todo en sus cabales. Una carga, según afirma su esposa. Alguien que sólo trae problemas. De hecho, en gran parte tienen razón, Woody es un hombre terco y cascarrabias, está enfadado con la vida y cansado de la monotonía, la única manera de romper lazos con la realizad es mediante el alcohol, asunto que para nada ayuda a su precaria salud física y mental.
El primer plano que aparece en pantalla nos muestra a Woody caminando en sentido contrario por el andén de una carretera. Vemos que lo para un agente de policía y seguidamente nos enteramos de su nueva ocurrencia: quiere viajar a Nebraska para cobrar el millón de dólares, que según dice una carta publicitaria, ha ganado en un sorteo. Por supuesto, todo eso es una farsa, una burda estrategia de marketing. Su esposa se lo dirá, sus dos hijos también. Aunque Woody se reiterará con terquedad en su recurrente obsesión.
Parece que Woody no está en sus plenas facultades mentales, ¿es un viejo demente que no atiende a razones?. Su esposa fantasea en voz alta con llevarlo al asilo, pero uno de sus hijos, David se apiadará de verlo sufrir por no poder ir a cobrar el dichoso millón de dólares y decidirá no ir a su trabajo y llevarlo en su coche desde Montana a Nebraska.
Así pues, la película es una especie de odisea quijotesca en la que un lunático cascarrabias y su Sancho particular irán desvelando capa a capa, y kilómetro a kilómetro los secretos que esconde el pasado, el presente y los entresijos ocultos de sus asuntos familiares.
Sin duda el tema central de Nebraska gira en torno a la familia. En este caso, veremos como la incomunicación, los intereses económicos o el más puro egoismo interfieren en las relaciones de cada miembro. Parece que en el mundo que Alexander Payne nos propone sólo hay lugar para el desencanto y la melancolía. Vemos y escuchamos a padres e hijos y nos resulta evidente que la rutina de la realidad más inmediata los ha hecho unas personas incapaces de tomarse un tiempo para amar, escuchar y en definitiva ser felices. El mismo David tiene ya bastantes problemas tras haber roto la relación con su novia, y su hermano, tampoco tiene tiempo para nadie, pues el éxito reciente que ha obtenido como reportero de noticias lo tiene totalmente ocupado. Quizás es por ello que la hermosa y cuidada fotografía de Phedon Papamichael luce un estricto blanco y negro. Parece que la estética quiere combinar con la frialdad y la melancolía subyacente de la esencia de la obra. Otras voces dirán que es por puro esnobismo, pero en este caso la forma refuerza el fondo, siendo éste uno de los mayores aciertos de Alexander Payne.
El otro punto fuerte de la película radica en las actuaciones. Sin duda es evidente que el casting fue elegido al milímetro, como resultado, cada actor hace de la naturalidad su dogma, quedando en su conjunto una serie de personajes finamente dibujados en cuanto a interpretación se refiere. Lástima que algunos de ellos se queden argumentalmente relegados a ser meros esbozos y queden desdibujados en cuanto a caracterización. Y sé que en ese punto voy a contracorriente.
Muchos de vosotros habréis oido que el pilar base de Nebraska es el actor que interpreta a Woody, Bruce Dern, de hecho se llevó el premio correspondiente en el Festival de Cannes a mejor actor. Pero sinceramente, no creo que su personaje dé para tantos elogios, pues su actuación se limita a encarnar a un personaje ausente, monosilábico, que raramente deja entrever sus sentimientos más allá de sus rabietas. Está muy de moda encumbrar los papeles hieráticos, y ojo, que Bruce Dern lo hace bien, pero no le veo el mérito más allá de la corrección, e incluso me atrevo a decir que Will Forte es más merecedor de ser reconocido en esta cinta en concreto como mejor actor.
Nebraska es una película que da para mucho que hablar. Ya sea por sus virtudes o por sus defectos. Muchos encontrarán en ella un producto de escasa profundidad argumental, una cinta que gira en torno a dos o tres ideas esenciales que se vuelven redundantes, una historia que bucea en el discurso minimalista sin prisa y con pausa, o en definitiva, una película farragosa que cocina a fuego lento los sentimientos de sus personajes. Pero otros verán en ella un ejercicio de estilo valiente que renuncia a la narrativa clásica del cine, una obra que renuncia a los giros de guión artificiales y profundiza en el retrato psicológico de cada uno de los miembros de la familia y analiza a ésta como estructura social en general. Incluso algunos querrán ver un cuadro de la cara más rural de los Estados Unidos enfrentada a la faceta moderna y urbana de dicha nación. Como ya he señalado previamente, cada cinta de Alexander Payne es una experiencia muy personal, cosa que sin duda es una virtud, pues el estereotipo cansa y aliena al espectador.
A éste que escribe, personalmente, el resultado general le deja más bien frío. Salvo en tramos muy puntuales, todo me resulta apático, y fácilmente ignorable, incluso medianamente predecible. Salvo por su fotografía y algunos de sus personajes, Nebraska resulta una combinación poco exitosa de buenos ingredientes, que redunda por momentos, aburre en otros, pero que sin embargo tiene sus chispazos de genio. Lo que sí me queda claro es que todo gana puntos cada vez que se apuesta por la comedia, es ahí donde se crece la película, pues su peculiar humor no deja indiferente por ácido y corrosivo. Aún así, se me hace larga e insulsa. Y lo que es peor, se me queda la sensación de que todo es menos profundo (que no grotesco) de lo que quiere aparentar.
Dejémoslo en que Alexander Payne nos ha entregado una cinta interesante de esas para ver al menos una vez en la vida. Yo desde luego me voy a abstener en convertirla en un objeto de culto.
Calificación: 6/10
Año: 2013
Duración: 115 min.
País: Estados Unidos
Director: Alexander Payne
Guion: Bob Nelson
Música: Mark Orton
Fotografía: Phedon Papamichael
Reparto: Bruce Dern, Will Forte, Stacy Keach, Bob Odenkirk, June Squibb, Missy Doty, Kevin Kunkel, Angela McEwan, Melinda Simonsen
Productora: Bona Fide Productions