Masacre: Ven y mira
Filmin reestrenó el siete de mayo (dos días antes del Día de Europa) la versión restaurada por Mosfilm de Masacre: Ven y mira (Idi i smotri, Elem Klimov, 1985), película realizada para conmemorar la victoria soviética sobre la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. Dicha restauración fue premiada en el Festival de Venecia en 2017. Klimov es uno de los cineastas más destacados de la generación de la perestroika en la fase final del régimen soviético, integrada por Andréi Tarkovsky, Nikita Mijalkov o Alekséi Yúrievich Guerman, entre otros. Se trata del último film que rodó Klimov y fue progresivamente aceptado como un título fundamental y, posiblemente, como una obra maestra de la historia del cine (hay soberbias críticas en nuestro país de Ángel Fernández-Santos).
Y aunque haya sido descrita como una de las mejores películas de guerra no es estrictamente una obra bélica, ni en su tema ni en su adscripción al género. Ven y mira se centra en la descripción de algunos episodios de la campaña de exterminio decretada por Hitler en el frente oriental, concretamente en Bielorrusia en 1943. 628 pueblos bielorrusos fueron totalmente exterminados. Hombres, mujeres, ancianos y niños, sobre todo, niños, porque de acuerdo a la campaña decretada era a través de ellos como se expandirían los males del comunismo en el futuro. La expansión de los alemanes y de la raza aria precisaba, además, de nuevos territorios y recursos, y contaba con la eliminación de razas inferiores. Ven y mira se muestra mucho más próxima al cine y a la estética de Tarkovsky –La infancia de Iván (1962)- que a las películas clásicas de guerra sobre la II GM o, ya más recientes, obras como Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957) o Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998).
Aparte de su indudable modernidad, el film está dotado de una gran plasticidad, misterio y poesía, que acentúan los pasajes musicales de Strauss, Wagner y Mozart. Las escenas más crudas de enfrentamiento entre las tropas nazis y los partisanos se alternan con fragmentos de gran lirismo, como las escenas en el bosque entre el adolescente protagonista, Flyora, y su compañera, Glasha, duchándose con el agua sacudida de los árboles y acompañados por una cigüeña, o aquella en la que se observa el traslado de la vaca por el niño por los campos en niebla para que pueda alimentar a los supervivientes refugiados en el bosque, así como la escena en donde la abuela se ríe tumbada en la cama en medio del terrible exterminio de los habitantes del pueblo.
Algunas de las secuencias con primeros planos (como por ejemplo el final) dan la impresión de no ser reales, sino fruto de la alucinación provocada por el horror que ha presenciado el protagonista. Y el propio ritmo de la película no parece seguir una narrativa lineal de un modo articulado. Fernández-Santos distingue acertadamente entre una primera parte en que la inicial matanza y la muerte están evocadas indirectamente, a través del impacto que producen en los protagonistas, y una segunda parte, brutalmente explícita, centrada en el exterminio de la población y la salvaje quema de la mayoría del pueblo encerrada en una iglesia.
Al final del film, el adolescente ametralla repetidamente un retrato de Hitler presentado como liberador mientras se van presentando fragmentos de noticiarios, volviendo atrás en la historia desde la II GM hasta los años anteriores del régimen: el ascenso de Hitler, su juventud, su niñez y el retrato final de la madre de Hitler y él como bebé. Klimov parece referirse a esa guerra de exterminio que monstruosamente debía señalar como primer objetivo a los niños.
La reciente novela de Javier Marías, Tomás Nevinson (Alfaguara, 2021), reflexiona continuamente sobre el dilema ético de eliminar o no a aquellos individuos capaces de infligir las mayores desgracias a sus semejantes antes de que tengan la capacidad de hacerlo, y es Hitler precisamente el individuo elegido. El cazador en la película El hombre atrapado (Fritz Lang, 1941) tiene al dictador alemán en el punto mira por azar al principio del film, y el escritor Friedrich Reck-Malleczewen pudo haberle asesinado en un restaurante muniqués en 1932 en un momento en que estaba solo.
Año: 1985
Duración: 136 min.
País: Unión Soviética
Dirección: Elem Klimov
Guion: Elem Klimov, Ales Adamovich
Fotografía: Aleksei Rodionov
Música: Oleg Yanchenko
Reparto: Alexei Kravchenko, Olga Mironova, Liubomiras Laucevicius, Vladas Bagdonas, Victor Lorents
Productora: HBO España / HBO Europe / JWProductions.