¡Lumière! Comienza la aventura
¡3, 2, 1…, cámara, acción! No sabemos con certeza qué exclamaban los hermanos Louis y Auguste Lumière cuando ponían en marcha su cinematógrafo (considerado el primer aparato de cine y basado en el kinetoscopio de Edison) e iniciaban el rodaje de una de sus muchas películas. Pero lo que sí tenemos claro, todavía más después de ver este precioso documental, es que ellos fueron los auténticos inventores del cine. Y los primeros en realizar una función pública para exhibir sus obras el 28 de diciembre de 1895. Un total de 1422 películas de unos 50 segundos de duración filmaron este dúo francés entre 1895 y 1905 (23 horas aproximadamente si las uniéramos todas), de las cuales 150 se conservan en buen estado y han sido restauradas en soporte digital 4K. Para el presente documental se utilizan hasta 108 películas, que el espectador podrá disfrutar y sorprenderse con el ingenio de estos creadores galos.
El 19 de marzo de 1895 rodaron en su propia fábrica la primera de todas sus cintas, la célebre Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir en la cual mostraban a unos trabajadores que salían apresuradamente de una enorme puerta tras terminar su jornada, unos lo hacían andando y otros en bicicleta. Esta será la primera de las 108 obras que veremos y que se reparten en diferentes capítulos, diseccionándolos por temáticas. Con todas ellas seremos testigos de la Francia trabajadora, pero también de cómo se divertían y a qué dedicaban su tiempo libre los obreros. Veremos también la fijación de los Lumière por la infancia, el crecimiento y los juegos que practicaban los niños. No obstante, algunas de las cintas nos muestran a sus propios hijos comiendo o aprendiendo andar (en la que según se nos revela aquí con cierta ironía, podría tratarse de la primera película de suspense de la historia). Y sin olvidarnos de la comedia, pues estos innovadores hermanos poseían grandes habilidades para hacer reír, como en esa pieza en donde un chiquillo le gasta una broma a un jardinero o en esa otra donde un surrealista carpintero corta la madera con la ayuda de un instrumento de viento.
Otro de los capítulos está dedicado a la ciudad en donde crecieron, Lyon. Con el que nos deleitaremos de hermosas estampas de la urbe y sus habitantes. Posteriormente seremos observadores de la vida e idiosincrasia de los ciudadanos de otras metrópolis del mundo, de las distintas culturas de los pueblos, pues los hermanos Lumière mandaban a operadores para recorrer el planeta y grabar así el puerto de Barcelona, la gran Pirámide de Guiza junto a la Esfinge en Egipto, el puente de Westminster o a varias recónditas tribus africanas.
Como comentaba más arriba, lo que queda firmemente probado es que ellos no hacían solo documentales, sino que realizaban además películas de ficción. Porque los padres del cine se preocupaban por la colocación de la cámara, por el encuadre, en buscarle un sentido a la toma y producir mayor impacto al público. Porque usan el recurso del trávelin. Porque, asimismo, ellos utilizaban de vez en cuando a actores, que comúnmente sobreactuaban y miraban a cámara pero que interpretaban un papel definido anteriormente. Los Lumière eran magos, o tal vez brujos, como algunos los tildaban en la época al salir de la sala desorientados y extrañados al presenciar en pantalla movimientos de personas, muros derribándose y toda una nueva realidad que resultaba difícil encajar en la época. El eterno y discutido debate existente entre quiénes fueron realmente los verdaderos creadores de este arte, si los Lumière o Georges Méliès, me resulta ahora evidente. El visionado de este filme me hace modificar algunos argumentos al haber descubierto ciertos aspectos que desconocía. Ahora lo tengo más claro.
El documental lo narra y dirige Thierry Frémaux, responsable del Festival de Cannes. Con gran pasión y fascinación no disimulada por estos dos cineastas coterráneos suyos, Frémaux se atreve a interpretar las obras, y nos ofrece al espectador multitud de curiosidades y anécdotas con un característico sentido del humor muy adecuado y propicio para la narración. Durante el metraje se cita para realizar comparaciones u homenajes a cineastas de la talla de Akira Kurosawa, Yasujiro Ozu, Steven Spielberg, John Ford o James Cameron, así como a ilustres pintores como Pierre-Auguste Renoir, Paul Cézanne o William Turner.
¡Lumière! Comienza la aventura habla mucho más que de cine, nos realiza una radiografía de cómo somos, cómo nos comportamos. Trata sobre las relaciones humanas, nuestras costumbres. En un contexto histórico apasionante, en plena segunda revolución industrial y con el inicio de los deportes contemporáneos. Es el retrato de un siglo que se acaba y un nuevo tiempo que se aventura. Y nos sirve, además de como historiografía cinéfila, como documento sociológico e histórico de altísimo interés.
Actualmente la calle lionesa en donde tuvo lugar el rodaje de aquellos obreros marchando de la fábrica lleva el nombre de “Calle de la primera película”. Una película que los Lumière volvieron a rodar hasta en dos ocasiones más, considerándose así a los hermanos como los padres del remake. Si quieren saber más sobre esta calle no salgan tan rápido de la sala, quédense hasta el final de los créditos.
Este documental que en nuestro país distribuye Caramel Films es descomunal. Apasionante. Fascinante. Bellísimo. Resulta bastante emocionante observar cómo se daban los primeros pasos de lo que luego se convertiría, lejos de lo que pensaban ellos, el arte por antonomasia del siglo XX. Esta es una obra imprescindible para cualquier amante del séptimo arte. Imposible perdérsela.
El cine es universal, nos hace pasar un rato entretenido y además nos convierte en personas más cultas. ¿Qué más se puede pedir?
Calificación: 9/10
Título original: Lumière! L’aventure commence
Año: 2017
Duración: 90 min.
País: Francia
Director: Thierry Frémaux
Guion: Thierry Frémaux
Reparto: Thierry Frémaux, Auguste Lumière, Louis Lumière, Martin Scorsese
Productora: CNC