Logan
Que la industria cinematográfica hollywoodiense (prácticamente la más poderosa y virulenta del planeta) esté en mitad de una de oleada genéricas no es nada raro ni novedoso, desde el noir o el western, el sistema ha ido depurando géneros hasta agotarlos solo para hallar y consumir uno nuevo. Señalar esto con sorpresa sólo puede denotar ignorancia y estrechez de miras, y digo más; que nadie se confunda, el género sobrevivirá a la explosión de la burbuja, al igual que hicieron el western o el noir, sobre todo porque el género superheroico es una de esas cosas puramente yanquis, como el jazz y el blues.
Lo cierto es que en una de las fases de esta oleada llegó Deadpool (Tim Miller, 2016), y habló del género en su propio lenguaje, se colocó entre las viñetas y los fotogramas y le quitó importancia a todo eso de la calificación por edades y demás milongas superficiales (aun siendo terriblemente superficial), el público, que ya estaba cansado de batallas pijameras limpias (sin sangre, vamos) la colmó de éxito y se la dejó en el pie y con la portería sola a uno de los superhéroes que más necesitaban de lo explicito para ser ellos mismos; Lobezno. Tradicionalmente arisco, acosado por el dolor y los remordimientos, sufrimos versiones light del X-Men canadiense por demasiado tiempo, y no se ha hecho justicia con el personaje hasta que el célebre Hugh Jackman anunciaba que colgaba las garras. Pero más vale tarde que nunca, aquí le tenemos, por fin, Logan, el verdadero Lobezno, con (casi) todos los rasgos que le han definido a lo largo de su historia.
En un futuro próximo, y con la especie mutante en las últimas, Logan se dedica a sobrevivir en una sociedad tiránica que recuerda demasiado a nuestra realidad. Ya no es un X-Men, ya no es un héroe, sólo es Logan, el viejo y cansado Logan.
Bebiendo de varias miniseries bastante importantes (y de diversa calidad) pero tomando su propio camino, Logan es una dura y sincera película de superhéroes de esas que muestran todas las posibilidades del género, exploradas antes en el cómic pero no en el cine. James Mangold se redime por aquella chapuza llena de buenas intenciones que fue Lobezno Inmortal (The Wolverine, James Mangold, 2013) y con una libertad creativa que salta a la vista nos regala una historia llena de lecturas en la que unos Hugh Jackman, Patrick Stewart y Dafne Keen insuflan vida y hacen grandes sus respectivos papeles, sin medias tintas, devolviendo el honor al denostado y mal entendido concepto mismo del superhéroe.
No obstante, en la propia película vemos de manera explícita el cómic como el objetivo y la fuente, y algunas ideas respecto a Xavier tan estimulantes como arriesgadas que suman enteros a la gran variedad de pinceladas que forman esta cinta, porque que nadie se lleve a engaño, Logan abraza su propio género, desde una óptica crepuscular y ciertamente postapocaliptica, sí, pero con cien por cien ADN X-Men. Ya es hora de dejar de señalar como superheróicas sólamente a las obras fallidas, ya es hora de asumir el funcionamiento del sistema y de aceptarlo o huir hacia el blanco y plano cine europeo actual de una vez por todas.
Calificación: 8/10
Año: 2017
Duración: 135 min.
País: Estados Unidos
Director: James Mangold
Guion: Scott Frank, James Mangold, Michael Green (Historia: James Mangold)
Música: Marco Beltrami
Fotografía: John Mathieson
Reparto: Hugh Jackman, Patrick Stewart, Dafne Keen, Boyd Holbrook, Stephen Merchant,Elizabeth Rodriguez, Richard E. Grant, Doris Morgado, Han Soto, Julia Holt, Elise Neal, Al Coronel
Productora: 20th Century Fox / Donners’ Company / Marvel Entertainment / TSG Entertainment