Las vidas de Grace

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De vez en cuando, en medio de la polvareda de expectación y ruido que generan las campañas publicitarias de las destacadas superproducciones hollywoodienses surgen pequeñas joyitas, que por el mero hecho de no tener un respaldo económico que las apoye, pasan injustamente desapercibidas. No es cuestión sólo de marketing, el éxito de muchas de estas humildes producciones depende directamente de otros factores también relacionados directamente con el dinero igualmente fundamentales, como por ejemplo la cantidad de salas en la que se proyectan.

Las vidas de Grace (Short Term 12, Destin Cretton, 2013) es uno de esos pequeños tesoros que por sus propias características está destinado a exhibirse en un número de cines bastante limitado, y por ende, condenado a sucumbir enterrado bajo el lado más comercial de la industria, esperando como único recurso a que una selecta minoría abogue por él.

Todo esto lo digo porque Las vidas de Grace es una obra que no merece en absoluto pasar desapercibida. Estamos ante una propuesta que atesora una sensibilidad sorprendente, un proyecto honesto que rebosa sinceridad y humanidad, una de esas portentosas demostraciones de que el cine puede retratar con fidelidad las emociones humanas más íntimas. Es por ello que esta crítica es, además de un análisis valorativo, un pequeño alegato para que os animéis a coger «el mapa del tesoro» que os lleve a los cines donde se pueda ver. Permitidme recomendaros que, por favor, no os perdáis esta película, por mucho que la quieran hacer naufragar entre las corrientes más comerciales.

Quien se acerque a Las vidas de Grace va a encontrarse con un argumento que de por sí mismo garantiza el drama, ya que supone intrínsecamente una fuente de sufrimiento y dolor innegable. Nos referimos a la triste realidad de los menores de edad que por algún tipo de desgracia han tenido que cambiar sus hogares familiares por el techo de uno de acogida. Esta terrible situación ha sido una temática recurrente por parte de otros autores los cuales, con más o menos acierto, se han acercado a ella aportando su particular punto de vista. Pero si por algo destaca la cinta escrita y dirigida por el aún desconocido Dennis Cretton es por desmarcarse de todas las demás historias anteriores aportando un tono de veracidad y naturalidad hasta entonces inédito. Aquí los personajes conmueven por su credibilidad; cada conflicto, cada miedo y cada emoción se respira con un aire de realidad que es imposible que deje indiferente a nadie, por lo que podemos afirmar que, indudablemente, el gran mérito de la película reside en su tono y en su tratamiento formal.

Es demasiado fácil caer en el tremendismo narrativo cuando se trata un tema tan delicado como el del abandono o el maltrato familiar. Las desgracias y traumas humanos que arrastran situaciones así son tan horribles que es imposible intentar contar una historia de este tipo sin hacer hincapié en las miserias a las que muchos son condenados a sufrir, ése sería el recurso fácil para llegar a los espectadores, pero Dennis Cretton se las ha arreglado para contarnos todo evitando el melodrama gratuito y el énfasis innecesario en el dolor, lo que no quiere decir que obvie siquiera lejanamente ninguno de estos aspectos. Claro que la película escuece, es más, en algunos pasajes concretos se clava bien en nuestro interior, pero precisamente escuece de tal forma porque a Las vidas de Grace no la sentimos cine, la sentimos vida. Y eso es una magia muy difícil de conseguir cuando se filma una historia.

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Short Term 12, que así es como se llama originalmente la película en cuestión, nos mete de lleno en el agitado universo de Grace, una joven que trabaja como supervisora en el albergue que da nombre a la cinta, albergue que por cierto acoge adolescentes en situación de vulnerabilidad por un tiempo limitado, hasta su rehabilitación o bien hasta que estos cumplen los dieciocho años. Podríamos definir a Grace como la encarnación en mujer del concepto de vocación; estricta pero cercana, se desvive por el bienestar de los chicos que viven en el centro y se dedica en cuerpo y espíritu a su trabajo. Grace es totalmente consciente de lo que puede suponer un trauma en la psicología y la salud emocional de una persona, ella misma vive en un eterna lucha con su propio pasado. Personalmente, su reacción a esta guerra fría con sus propias emociones es el silencio, la represión de sus propios sentimientos. Pareciera que a Grace, más allá de mirar por sí misma, sólo se cuidase sobre el presente y futuro de sus dos hogares, el de acogida y el suyo propio, es decir, el centro que rige con todo el amor del mundo y el espacio particular en el que cohabita su pareja y compañero de trabajo, Mason. Pero ni el presente ni el futuro pueden ser prometedores cuando el turbio pasado se encarga de desestabilizarlos con su huella. Será a raíz del ingreso de una nueva y joven chica en el centro cuando Grace, a fuerza de empatía, descubra que no puede seguir evitando sus propios problemas, y que como los chicos de los que ella cuida, deberá hacer un esfuerzo para superarlos a base de paciencia y valentía.

Como se ha señalado, la sinopsis de la cinta no indica nada nuevo para aportar. El tema puede sonar a manido y a típica película de sobremesa para un domingo tonto; pero ¡ay de quien se deje llevar por el prejuicio, pues no sabe lo que se va a perder!.

El universo filmado por Destin Cretton no tiene nada que ver con el de los típicos telefilms; para nada. Es más, tanto estéticamente como formalmente tiene mucho más que ver con cintas de espíritu indie. Podríamos citar por ejemplo otra cinta de este año, ¿Qué hacemos con Maisie? (What Maisie Knew, Scott McGehee, David Siegel), para acercarnos conceptualmente al tono y la forma que propone el mencionado director. Sin embargo, aunque formal e incluso temáticamente ambas cintas se asemejen relativamente, sus respectivos méritos ni de lejos guardan semejanzas. La visión de Cretton es una puerta abierta a un mundo en el que el miedo al abandono permanente y la necesidad de ser amados son unas constantes aterradoras que marcan la fragilidad emocional de aquellos que han sido rechazados por los que se suponía que más les debían amar en el mundo. Las vidas de Grace es un doloroso escaparate de traumas y dolorosos recuerdos, un retrato fiel sobre las consecuencias que puede traer a nivel individual y social la desestructuración familiar, concepto que si bien en su dimensión más abstracta puede sonar como otro problema más de los cientos que plantean nuestros días, una vez nos decidamos a explorarlo, nos sacude por dentro poniendo el dedo en la llaga de nuestras emociones más inmediatas.

Sin embargo, dentro del triste contexto en el que se mueven nuestros protagonistas, no se reniega a mostrar las luces de la esperanza. No estamos ante una película destroza-vidas, ni mucho menos. Estamos ante una historia que, a pesar de su dramatismo argumental, no renuncia a rebelarse ante el pesimismo que puede inferirse de éste, pues hace especialmente hincapié en la posibilidad de la superación de la desgracia a través de la lucha personal y el apoyo emocional que te pueden aportar quienes te quieren. Es decir, Las vidas de Grace conmueve, golpea, intimida e incluso asusta por momentos, pero si lo hace así, es para recordar que, si bien todo el mundo es susceptible de verse abandonado alguna vez en su vida, no tiene que ser para siempre. Sólo a través de la valentía, la voluntad de superación, y a través de una predisposición positiva hacia quienes nos quieren ayudar podemos alcanzar y disfrutar de aquello que los demás se negaron a darnos en su día.

Viendo la obra de Destin Cretton uno no puede evitar acordarse de eso que dicen por ahí. Aquello de que la familia es la que te toca y los amigos los que uno elige. Inevitablemente nos aventuramos a retorcer el dicho y transformarlo en la idea de que, en realidad, quizás deberíamos considerar amigos y familiares a aquellos que nos aman como tales. Así lo que se plantea como resignación se transforma en una cuestión de independencia, autoestima y esperanza.

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No quiero extenderme mucho más en esta crítica, me quedan muchas cualidades que resaltar, pero prefiero que cada espectador descubra y termine de valorar las virtudes que esta gema cinematográfica tiene que ofrecer. Desde las cálidas y asombrosas actuaciones de sus protagonistas principales (sobre todo la de una sorprendente Brie Larson), hasta la del elenco de jóvenes que forma el casting secundario. Desde el acertado tacto con el que se abarca una historia tan peliaguda, hasta la música, el montaje, el ritmo, o la propia mirada de la cámara… todo encaja con una especial naturalidad hasta el punto que nos parezca que hacer buen cine y retratar la vida logrando una ilusión de veracidad está al alcance de cualquiera. Nada más lejos… conseguir tal hito es magia.

No sería ninguna excentricidad afirmar que estamos ante uno de los estrenos del año. No una obra maestra, pero sí una notabilísima película. Una de esas cintas a reivindicar y recomendar.

Sería una pena que los honores que consiga Las vidas de Grace se queden en los festivales de cine. Ojalá que el reconocimiento le llegue desde la taquilla de los cines donde llegue a proyectarse, el trabajo bien hecho siempre lo merece. Acérquense a verla los que tengan la oportunidad. La puerta siempre estará abierta para el que quiera observar.

Calificación: 8’5/10

 
 

Las_vidas_de_grace_GE_MCCartelTítulo original: Short Term 12

Año: 2013

Duración: 96 min.

País: Estados Unidos

Director: Destin Cretton

Guión: Destin Cretton

Música: Joel P. West

Fotografía: Brett Pawlak

Reparto: Brie Larson, John Gallagher Jr., Kaitlyn Dever, Stephanie Beatriz, Rami Malek, Alex Calloway, Melora Walters, Keith Stanfield, Silvia Curiel, Harold Cannon

Productora: Cinedigm / Animal Kingdom / Traction Media

 

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