Las altas presiones

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Presentada a concurso en la sección Las nuevas olas de la ya finalizada última edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF14), Las altas presiones se ha revelado como una de las sorpresas del palmarés del certamen al coronarse como ganadora del premio que se encargan de entregar el jurado de jóvenes universitarios de la ciudad. A pesar de no ser la favorita en primera instancia, la última película de Ángel Santos se ha llevado las galas de un premio que tiene como objetivo sacar a relucir a ojos de distribuidoras y público las nuevas promesas del cine europeo, y de camino, darles un impulso. En este sentido, siempre es de agradecer que una producción española sea la afortunada en un festival que tiene lugar en su propio país, y en cierto modo, tiene cierta lógica que una propuesta argumental como que hace el director español haya generado una empatía en un jurado que por evidentes motivos circunstanciales son susceptibles de empatizar con las circunstancias y el contexto de sus protagonistas. Pero dejando de lado estos factores subjetivos y analizando todo desde un prisma más objetivo, no es ninguna barbaridad pensar que quizás el galardón otorgado a Las altas presiones no sea del todo merecido. Primero, porque había dos o tres cintas, sino ya mejores (que las había), más arriesgadas; condición que se supone que en una sección como la de Las nuevas olas, cuanto menos, debería tener un peso más que notable. Y segundo (y quizás éste sea el Talón de Aquiles de la obra) porque estamos ante una de esas películas que a pesar de ser correcta está destinada a perderse en el olvido en cuestión de días tras visionarse. Y es que, si algo caracteriza a la última propuesta audiovisual de Ángel Santos, es una excesiva languidez y un espíritu desangelado en demasía. Estamos ante una propuesta demasiado inocua e incluso trillada como para ser tenida en cuenta en el panorama de las nuevas perlas del cine europeo. Lo que aquí se nos cuenta, ni es nuevo, ni se nos presenta de una forma renovadora o meridianamente atractiva. Hace falta algo más para relucir en un escenario como el de nuestros nuevos autores y quizás este momento no era el idóneo para premiar el trabajo de Santos y su equipo. Aunque los hechos son los que son y hay que respetarlos.

Pero vayamos a la cinta en sí misma y dejemos de lado estas cuestiones. ¿Qué nos narra Las altas presiones?. Pues la historia de Miguel, un chico de treinta y tantos que, como muchos otros jóvenes del país en estos tiempos de crisis, emigró huyendo del desempleo y la precariedad laboral a tierras británicas en busca de un futuro mejor. Después de un tiempo trabajando en el extranjero, Miguel vuelve a su Galicia natal. El motivo de su vuelta es totalmente distinto al que le llevó a abandonarla, pues ahora trabaja buscando localizaciones para un director de cine no muy conocido que pronto va a rodar una nueva película. Los que no tratan demasiado a Miguel podrían decir que a bote pronto ha progresado en su vida; debería ser feliz porque ahora tiene un trabajo que parece interesante y los tiempos de incertidumbre económica quedaron atrás como fantasmas de otros tiempos. Parece un afortunado entre los miles de los hijos de la crisis, aquellos que parecen condenados a buscarse la vida en un país que parece estancado en su propio inmovilismo. De hecho, poco parece haber cambiado en el paisaje meses después de que Miguel lo abandonase. Como testimonios físicos de la eterna desidia laboral que corroe a España quedan las fábricas abandonadas, vacías de trabajadores o las habituales imágenes de las huelgas de astilleros en las noticias. La eterna batalla por el pan que nunca se gana, la eterna niebla del futuro inmediato… un panorama incierto y difuso de puertas cerradas en el que Miguel ha logrado encontrar una cerradura al conseguir un empleo medianamente estable. Aunque de poco sirven las puertas abiertas si no se sabe a dónde se quiere ir…

Y es que, si observamos a Miguel detenidamente una vez vuelve a pisar Pontevedra nos daremos cuenta que su gesto denota algo de melancolía. Los reencuentros con los amigos no parecen alegrarle en exceso. Su ánimo en las fiestas y reuniones parece gris y triste… De hecho, pisar de nuevo la tierra que le vio nacer ha despertado en Miguel unas sensaciones que llevaban un tiempo adormecidas en su interior. Ahora que ha vuelto temporalmente del exilio forzado, Miguel se siente perdido y atrapado, no sólo en un trabajo que no le llena profesionalmente, sino en una situación sentimental que naufraga entre la confusión y la aridez emocional. Irónicamente, Miguel no sólo busca lugares para el rodaje de una película, sino que se ha dado cuenta de que también está buscando su lugar en el mundo. Así pues, Las altas presiones es una historia que gira en torno a las preocupaciones existenciales de un joven que parece haber perdido su brújula vital y que vive en una continua duda sobre qué caminos tomar para intentar volver a ser feliz. Romper con todo y retomar viejos sentimientos, refugiarse en el amor o simplemente dejarse llevar son sólo algunas de las opciones que barajará nuestro protagonista; en definitiva, una encrucijada por la que todos pasamos alguna vez en la vida.

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No es difícil de atisbar la voluntad y la motivación que hay implícita en esta última propuesta de Ángel Santos; resulta evidente su intención de presentarse como un retrato realista e íntimo que a través de una historia sencilla y reacia a caer en lo grandilocuente pretende hacer un retrato de una generación perdida y confusa. Tanto el protagonista principal, como los demás personajes dibujados por el propio director y por Miguel Gil, son unos prototipos en el que muchos de los jóvenes de nuestra sociedad se pueden ver reflejados sin demasiada dificultad. En ese sentido Las altas presiones funciona medianamente, ya que su elección de tratar temas profundos aunque cotidianos a través de la sencillez y lo desdramatizado encaja totalmente con lo pretendido. Aunque bien es verdad que al final se tiene la impresión de que el retrato acaba resultando algo distorsionado, ya que parece que todos los jóvenes que aparecen en la cinta atienden a un perfil muy parecido, por lo que uno tiende a preguntarse si el director y su co-guionista conocen verdaderamente la realidad social más allá de su círculo inmediato de amistades. Claro que, puede que la intención de Las altas presiones no tienda a retratar a una generación entera a través de lo individual, sino que se haya quedado en la fotografía de un lugar, unos personajes y un momento concreto. Si es así, no habría nada que objetar. Pero sí que es evidente que la estampa generacional que nos describe el director español se antoja quizás con los márgenes demasiado estrechos. Se agradece su propósito, pero algo falla… unos personajes menos unidimensionales encajarían más en el fresco de corte realista que pretende ser la película. Sin duda este apartado no ayuda a la débil factura de la cinta.

La puesta en escena de Las altas presiones tampoco arreglan la excesiva tibieza que padece la producción en la totalidad de su metraje. Se apuesta por la naturalidad y el realismo, pero la contrapartida de esto es que ese tipo de apuesta sale muy bien cuando funciona, pero suele hacerlo sólo cuando confluyen los factores adecuados; y en este caso, aunque la labor de los actores no resalta negativamente, tampoco refuerza el tono soso de la película de Ángel Santos. Para colmo, el añadido de un montaje funcional, una trama un tanto mínima e irregular y un ritmo ciertamente anodino, hacen de todo un producto demasiado desabrido e insustancial.

No son pocas las cintas que nos han hablado ya de las conocidas crisis existenciales. Es más, hay un grandísimo número de películas que ya nos han retratado la confusión que parece estar unida a ciertas edades, yendo desde nuestras etapas más tempranas hasta las más longevas de nuestra vida. De todas ellas, Las altas presiones, se antoja como un grano de arena en el desierto, o lo que viene a decirse más coloquialmente, una más del montón. Parece demasiado crudo dicho así, pero créanme, una vez vista es imposible que se pueda pensar otra cosa a no ser que se esté pasando por una situación personal parecida a la que nos cuentan. Dejando ese factor puramente subjetivo basado en la conexión empática pura y dura, la película de Ángel Santos no tiene demasiado que ofrecer como obra artística. Todo resulta tan pretendidamente sencillo que se queda en una mera anécdota tan olvidable como se olvidan las desgracias cuando nos vuelve a ir bien en la vida, en el trabajo o en el amor. Hay demasiado poco arte en esta película y hay demasiada poca vida en el universo que intenta crear. Si acaso algún destello aprovechable en escenas puntuales y alguna arista que sobresale en algún personaje, pero la sensación de que estamos ante un trabajo desaprovechado y a medio gas es constante y determinatnte.

Si hay algo malo para decir cuando uno se enfrenta a una película, un libro, o cualquier propuesta artística, es que haya poco que destacar, ya sea para bien o para mal. Lo peor que puede pasarle a un autor es que su obra no provoque nada más allá de la indiferencia. Y desgraciadamente estamos ante uno de esos casos. Quizás nos hayamos vuelto demasiado exigentes, pero… ¿acaso es malo pedir más a quien intuyes que puede dártelo?. Seguro que no. Esperemos que Ángel Santos madure su arte, y que pronto su cine haga justicia en cuanto a resultados se refiere para ser catalogado como una de las nuevas promesas a tener en cuenta.

Calificación: 4/10

 
 

Las_altas_presiones_GE_MCcartelAño: 2014

Duración: 95 min.

País: España

Director: Ángel Santos

Guion: Ángel Santos, Miguel Gil

Música: Unicornibot

Fotografía: Alberto Díaz Bertitxi

Reparto: Andrés Gertrúdix, Itsaso Arana, Diana Gómez, Juan Blanco, Marta Pazos, Hugo Torres, Xabier Deive, Fernando Epelde, Iván Marcos, Olalla Tesouro, Borja Fernández, Pablo Piñeiro, Bea Campos, Unicornibot

Productora: Matriuska Producciones

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