La gran apuesta
Aunque casi nada nos sorprenda ya a estas alturas del camino, a los que aún creemos en que la desvergüenza y la ambición tienen un punto límite nos resulta bastante difícil hacernos a la idea de que existen personas dispuestas a sacar provecho personal incluso en los escenarios más catastróficos concebibles. No vamos a pecar de ilusos, ni vamos descubrir la pólvora de nuevo pero, a pesar de que más de uno se empeña en creer lo contrario casi en un ejercicio de fe ciega, ahí fuera (para desgracia nuestra) siguen pululando los buitres, esperando que caigamos mientras plantamos cara a la vida y hacemos honor a aquello del «Homo homini lupus».
Como todo los seres de naturaleza carroñera, quien vive de enriquecerse de la desgracia ajena suele tener un instinto natural tan desarrollado como para prever con una milimétrica exactitud dónde, cuándo y cómo ocurrirá cualquier desgracia. Añádanle a ello el plus que supone lo de ser una especie «inteligente» y obtendremos como resultado que aquello que los demás animales hacen por pura supervivencia, el hombre lo hace por ambición.
¿Y qué es lo que puede salir de todo esto? Por supuesto, nada bueno. Pues si bien una hiena se limita a esperar a que los depredadores se sacien con lo que han cazado, el ser humano (un ser impaciente igualmente por naturaleza), es capaz de participar activamente en la ruina ajena. Ésta mezcla de rapacidad y agresividad maquiavélica, sin ir más lejos, es la que nos ha conducido a hecatombes como la de la reciente crisis económica global, un desafortunado fenómeno que se ha llevado por delante el bienestar, los hogares, trabajos e incluso vidas de muchas personas por culpa de una «minoría» que no solo provocó el colapso de nuestro sistema financiero, sino que aprovechó para enriquecerse mediante la especulación en un contexto en el que casi todo, incluidos hasta los pilares más sagrados de nuestro status quo, se derrumbaba estrepitosamente.
Seguramente, al leer el párrafo anterior, a más de uno se le habrá venido a la cabeza la fenomenal cinta de Scorsese, El lobo de Wall Street (The Wolf of Wall Street, 2013). Y no es para menos, pues la película de Di Caprio y compañía nos sirvió para desahogarnos (e irritarnos un poco al mismo tiempo, todo sea dicho) presenciando el ácido, desinhibido y memorable retrato que se hacía de los personajes de esta calaña. Su Jordan Bedfort, un personaje que por desmedidamente ambicioso y falto de moral que pareciera no dejaba de ser una representación hiperbólica de alguien de carne y hueso, figura ya entre los estereotipos más llamativos que el cine e incluso la literatura ha creado en cuanto a monstruos y bestias del capitalismo se refiere. El testigo ahora lo ha querido recoger Adam McKay en La gran apuesta (The Big Short, 2015), una obra alejada de la del genio neoyorquino tanto en su contexto histórico como en su tono y forma que sin embargo guarda un trasfondo argumental e incluso unas intenciones bastante similares.
Viendo la trayectoria de McKay y el tipo de cine que venía rodando, resulta algo sorprendente comprobar que, de repente, el realizador ha decidido embarcarse en un proyecto como The Big Short. Francamente, a los que lo conocemos por películas como Hermanos por pelotas (Step Brothers, 2008) o El reportero: La leyenda de Ron Burgundy (2004) nos ha chocado un poco la repentina variación de registro que éste ha adoptado. Atrás quedan sus comedias pasadas de rosca y sin más pretensiones que la de hacer reír con un humor directo y efectivo; en cambio nos encontramos con un proyecto el cual, a pesar de seguir encajando perfectamente en la comedia y la sátira, modula sus maneras para narrarnos el relato de los hombres que lograron prever el colapso de nuestro sistema económico y decidieron apostar en su contra para hacerse todavía un poco más asquerosamente ricos.
Basada en el libro homónimo de Michael Lewis, La gran apuesta es una rabiosa, vivaz y afilada comedia que pivota constantemente y con inteligencia entre la crítica más mordaz y la tragedia que inevitablemente va asociada un tema tan serio como el que se trata. Una historia muy elocuente e ilustrativa que nos describe la naturaleza usurera y carente de valores de esa serie de especuladores, genios de los números, pícaros ambiciosos y animales de rapiña vestidos con trajes caros que han hecho tambalearse a nuestro sistema.
La voluntad de Adam McKay de poner toda la carne en el asador y desmarcarse de todo lo que le ha precedido en su trayectoria se siente como un acierto nada más haber paladeado su tramo inicial. Sorprende que se haya conseguido rodear de buenas a primeras de un reparto tan granado de actores reconocibles por el público en general como es el caso de Christian Bale, Ryan Gosling, Brad Pitt, o Steve Carell (quien hace, por cierto, la mejor interpretación de la cinta), pero asombra todavía más darse cuenta de que todos ellos han colaborado en mayor o menor medida a que la parte interpretativa sea el ingrediente más atractivo de una producción que ya presenta de por sí algunos detalles llamativos en cuanto a su montaje y su lenguaje audiovisual se refiere, algo que, por otra parte, dice mucho a su favor sobre McKay y evolución como director. Así pues, a medio camino del asombro y el agrado, descubrimos que La gran apuesta, además de estar bien interpretada, poseer un argumento interesante y poseer una personalidad única, está dirigida (permítanme decirlo así) de cojones. Más allá de que viéramos ya hace décadas a los protagonistas dirigirse directamente a cámara o haciendo algún inciso y hablando al espectador (y me acuerdo aquí de Annie Hall) o incluso más allá de algún guiño gamberro visual o sonoro destinado a romper la cuarta pared o la sensación de ficción, nos queda el hecho de que estamos ante una cinta rodada con pasión y saber hacer. De hecho, no podemos olvidar que aterriza en nuestras carteleras con la nominación a Mejor película y Mejor director de los Oscars bajo el brazo, algo que traducido a otras palabras significa que, si bien su responsable inventa poco nuevo, maneja sus armas con astucia y efectividad.
Aunque (y no saben cómo duele tener que hablar de este gran «pero») a pesar de todo lo que venimos contando; a pesar de todas sus virtudes cinematográficas, no podemos decir que The Big Short se trate de una comedia explícitamente «para divertirse«. Me explico ahora mismo y termino al mismo tiempo; a pesar de que La gran apuesta sea una fenomenal película, muchos de los que prueben a verla pueden sentirse algo frustrados, cuando no directamente expulsados de la misma. El principal causante de esto es que su libreto no hace ninguna (salvo algún divertido guiño con Margot Robbie de por medio y alguna escena puntual parecida que ayuda a aliviar el asunto) concesión hacia los que no conocemos la terminología y jerga típica del sector financiero. Así pues, más de un espectador puede verse ahogado en el continuo fluir de cifras y términos técnicos que usa la narrativa de McKay y Charles Randolf, aunque también los habrá quienes consideren que esta voluntad renegada a rebajarse a tener que dar sobre-explicaciones innecesarias no es sino otra virtud que sumarle a una cinta que ya viene sobrada de gallardía de casa.
Con todo, merece la pena resistir a esos momentos en los que no damos pie con tecnicismo porque, a pesar de que La gran apuesta es evidentemente farragosa e incluso áspera en sus capas narrativas más superficiales, guarda una bomba de relojería de esas que solo aparecen muy de vez en cuando en la comedia. Así que vean, oigan, pónganle paciencia. Y si les escuece lo que les están contando es porque, por una parte, hablamos de algo real. Y por otra, no lo olviden nunca, porque la sonrisa está siempre muy conectada con su lado más diametralmente opuesto; algo que, paradójicamente, resulta tan carente de lógica como lo de apostar por el fin del mundo y sentarse a esperar a que ocurra…
Calificación: 7’5/10
Título original: The Big Short
Año: 2015
Duración: 123 min.
País: Estados Unidos
Director: Adam McKay
Guion: Adam McKay, Charles Randolph (Libro: Michael Lewis)
Música: Nicholas Britell
Fotografía: Barry Ackroyd
Reparto: Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling, John Magaro, Finn Wittrock, Brad Pitt,Hamish Linklater, Rafe Spall, Jeremy Strong, Marisa Tomei, Melissa Leo, Stanley Wong, Byron Mann, Tracy Letts, Karen Gillan, Max Greenfield, Margot Robbie,Selena Gomez, Richard Thaler, Anthony Bourdain
Productora: Plan B Entertainment / Regency Enterprises