La danza de la realidad
Alejandro Jodorowsky (Tocopilla, Chile, 17 de febrero de 1929) es uno de esos tipos especiales, uno de esos artistas irrepetibles. Creador de fantasías, descubridor de diversos planos existenciales; si por algo se caracteriza su obra es por experimentar fuera de la realidad para poder encontrar el sentido de la creación: Por qué estamos aquí y, sobre todo, para qué. El único fin que persigue es encontrar respuestas, intentar comprender mejor el fundamento de la propia vida humana para así profundizar en las emociones más primarias del hombre.
A través de su dilatada carrera tanto como escritor, guionista como en su faceta de director, el mensaje de sus creaciones queda claro desde un principio: El ser humano es mágico y especial; no sólo es carne y hueso. Mediante sus creaciones el autor pretende transmitir la fragilidad del ser mostrando sus debilidades, sus dudas y conflictos internos; destacando además la capacidad que tiene este para solventar dichos problemas existenciales y redimirse. La forma en la que el individuo es capaz de encontrar una salida, una luz, un camino para conseguir huir de la oscuridad más profunda; interpretando mejor sus latidos y dejando fluir su espíritu.
Películas como El topo (1970) o, la archifamosa obra de culto, La montaña sagrada (1973) se encargan de recordarnos que hay algo más allá del campo terrenal, que el hombre es algo más que un punto en la Tierra, que es uno con el Universo. Utilizando la magia y el surrealismo como piedras angulares el cineasta nos abre las puertas de la percepción, mostrando otro plano distinto, un mundo bipolar y parcialmente desenfocado en el que ni los héroes son tan buenos, ni los villanos son tan malos; un plano donde lo que marca la naturaleza de tus actos es la bondad con la que tu alma afronte las decisiones a tomar. Todo el mundo tiene la posibilidad de resarcirse, si lo hace desde la justicia y el amor. Si encuentras esa verdad, de nada sirve lo material. Muestra de esa oda hacía las vicisitudes del corazón y los sentimientos más enraizados tenemos su nueva producción (basada en la novela del mismo nombre), La danza de la realidad: Un sentido homenaje a su tierra, a sus gentes y a la figura de su padre con letras mayúsculas.
Ambientada en el Chile de los años 20, la cinta transmite con maestría la realidad del país en aquella época, sumido en una crisis económica muy acusada debida principalmente a la posición política neutral de este durante la Primera Guerra Mundial y la mala gestión económica de por aquel entonces, pasando en poco tiempo de la prosperidad al estancamiento y la pobreza. Fruto de ese clima tenso y de esa situación de desequilibrio, se muestra una visión desolada de un país perdido en su propia memoria, anclado en un desierto de inestabilidad en la que se acentúan con mayor intensidad si cabe las diferencias entre clases y entre propias ideologías políticas.
Jodorowsky nos da una visión de su pueblo, triste y realista, profundizando no sólo en la riqueza del entorno o en su propia belleza, sino en el carácter y naturaleza de sus gentes. Narra de forma viva y directa sus experiencias desde pequeño, tanto positivas como negativas, con una suavidad conmovedora, sin alzar la voz, sin menospreciar a nada ni a nadie mostrando la realidad con franqueza y esmero; profundizando en el odio y la tristeza, mostrando el camino hacia la redención humana tramo a tramo, punto a punto, a través de la figura de su padre Jaime.
Figura totalmente desdibujada y autoritaria en sus inicios, persona plena al final. A medida que el film se va desarrollando el padre pasa del total odio hacia todo y todos (incluida su propia familia) a un estado de serenidad y calma; haciendo real el dicho de que: cuando caes hacia lo más bajo del pozo, todo tiende a subir. El autor describe de una forma directa y fiel no sólo la relación tensa y complicada con su propio progenitor si no que además muestra la forma en la que el segundo consigue vencer a sus miedos y conflictos internos para así poder resarcirse, para poder reencontrarse y volver a nacer, encontrando claridad en lo más profundo de su ser, olvidando su turbulento pasado. Unida a esa imagen oscura aparece en todo momento la amabilidad, riqueza y fragilidad de su madre; algo difusa al principio pero enfocada hacia el bien durante todo el viaje. Son como el azúcar y la sal. Forman una figura en la que el niño aparece como ente delimitador al principio y como nexo de unión al final. Una muestra más de lo fácil que es perder a tu familia y lo sumamente complicado que es mantenerla unida.
Propuesta arriesgada y compleja, experiencia y viaje excepcional. Lo que hace la cinta resulte genial, no es solamente su trasfondo, la rotunda profundidad de sus personajes y la calidez en las interpretaciones (destacando la labor de Brontis Jodorowsky), si no la forma en la que utilizando simbología y surrealismo se logra una visión directa y simple de la realidad. Uno deja de lado las figuras, los personajes, para aunar en el campo emotivo; logras ver mucho más que gestos y palabras, logras ver la fe y la esperanza en su mirada y el perdón en sus rostros. Te sumerges en otra galaxia cognitiva, olvidando todo lo demás, aislando lo innecesario y disfrutando de lo elemental. Lo que menos importa aquí es la apariencia y la fluidez entre plano y plano; da lo mismo la brusquedad en la narración, la poca suavidad en algunas tomas o la rigidez del guión en ocasiones. Lo que importa aquí es el corazón, no la cabeza.
Si eres de esos que buscan algo más que cine convencional; esta es tu cinta. Si aún no estás listo para cambiar de plano ni de espacio, y lo que te mueven son caras bonitas e historias simples, puede que te pierdas.
Gracias por volver Alejandro.
Calificación: 7,5/10
Título original: La danza de la realidad
Año: 2013
Duración: 130 min.
País: Chile
Director: Alejandro Jodorowsky
Guión: Alejandro Jodorowsky (Libro: Alejandro Jodorowsky)
Música: Adan Jodorowsky, Jonathan Handelsman
Fotografía: Jean-Marie Dreujou
Reparto: Brontis Jodorowsky, Jeremías Herskovits, Pamela Flores, Alejandro Jodorowsky,Axel Jodorowsky, Adan Jodorowsky
Productora: Coproducción Chile-Francia-México; Le Soleil Films / Camera One