Kill Bill

Quentin Tarantino se hartó de decirlo durante la promoción del Volumen 2 de esta, su cuarta obra cinematográfica: «Es una historia de venganza. ¿Qué más historia queréis? Un grupo de gente le hace algo muy malo a una persona y años después lo pagan». O algo así.

Y la verdad, el bueno de Quentin tenía razón. ¿Por qué pedirle más a Kill Bill de lo que es? Quizás porque, a un director que había arrasado con sus tres películas previas (y muy especialmente con Pulp Fiction en el 94) y que había fascinado a medio mundo con su peculiar estilo de historias siempre ambientadas en el mundo del crimen, presentadas con extrema violencia, mucho humor, una catarata de referencias y homenajes al cine favorito del realizador y esos diálogos marca de la casa que hacen las delicias de sus fans, podía pedírsele algo más elaborado que esta historia. Una asesina a sueldo retirada y embarazada es atacada en el día de su boda por sus antiguos «compañeros» y queda en coma, solo para despertar cuatro años después con una única idea en la cabeza: vengarse de quienes destrozaron su vida y muy especialmente del hombre que los lideraba, el misterioso Bill del título.

Teniendo en cuenta que, debido a su espectacular duración de 247 minutos, Tarantino se vio obligado por Miramax a estrenar su historia de venganza en dos partes, se puede entender el inicial desconcierto y decepción de fans y críticos. Lo que hoy conocemos como Volumen 1 es una película que, pese a sus innumerables valores cinematográficos, queda sin duda incompleta, contiene pocos diálogos memorables de esos que sus fans aplauden hasta con las orejas y, lo que es más grave, queda sorprendentemente coja en su desarrollo de personajes y trama. Termina la película y apenas sabemos nada sobre quién es La Novia, o esa Elle Driver que hace tan memorable aparición en el hospital, o por supuesto quién es Bill y por qué quiso matar a La Novia de tan feroz manera. De hecho, el personaje del que más datos se nos ha dado es la inefable O-Ren Ishii, interpretada por una excelente Lucy Liu, cuyo sangriento camino hacia el liderazgo de los yakuza de Tokio queda explicado de manera brillante en un magistral episodio manga que es casi un corto dentro del largo. Hubo que esperar a 2004 para que llegara lo que se conoce como Volumen 2 y todos pudiéramos darnos cuenta de que uno y otro volumen no son sino la misma película, que seguramente nunca debió ser partida en dos (aunque mejor eso que no ser mutilada por las tijeras de los hermanos Weinstein, mandamases de Miramax). Solo considerando las dos partes como un todo es posible valorar la obra como se merece. Y lo que se merece es el reconocimiento como una de las películas más fascinantes y extrañamente adictivas no sólo de la carrera de su director, sino seguramente de todo el cine de los últimos quince años.

Kill Bill es la esencia del Tarantino cinéfilo en todo su esplendor. Su habilidad para reciclar referencias y ponerlas al servicio de su propia historia es aquí más evidente que nunca. Así, el Volumen 1 apuesta por homenajear las películas de acción asiáticas (con sus zooms, sus peleas con katana, sus artes marciales, la presencia de actores clásicos de este cine como Sonny Chiba y Gordon Liu), mientras que el Volumen 2, sin renunciar a eso, tira más por el camino del spaguetti western de Leone (no por casualidad, Tarantino pretendía, o quizás aún pretende, que Kill Bill sea su propia «Trilogía de los Dólares», siempre y cuando finalmente ruede una tercera parte, cosa que está por ver). Lo que está claro es que Kill Bill, toda ella, en sus dos volúmenes (que, repetimos, en realidad son solo uno), es una bizarría, una locura, sí, pero una locura maravillosa. Solo alguien como Tarantino puede poner en pantalla unas imágenes tan violentas con tantísimo humor, y sólo él es capaz de fascinar de esta manera teniendo en cuenta que rara vez inventa algo original por sí mismo. Con un poco de paciencia, descubrimos que sí había una historia que contar, y unos personajes solventes que la apoyan. Imposible ver la película y no sentir fascinación por la perversa personalidad venenosa de Elle Driver (una apoteósica Daryl Hannah) o por el esquivo/cobarde proceder criminal de Budd, hermano de Bill (un deliciosamente parco en palabras y cretino Michael Madsen). Por supuesto, también es entretenimiento puro, como demuestra esa orgía de ritmo y miembros amputados que es el episodio de la Casa de las Hojas Azules que hace las delicias de cualquiera que disfrute con una buena secuencia de acción, y tiene tantos momentos memorables que resulta difícil es coger solo algunos… hagamos el intento. Por la diversión que aportan, habría que destacar sin duda la visita de Elle a la Novia en el hospital. Por su interés para la historia y su catarata de referencias, el brutal entrenamiento de la Novia con Pai Mei podría ser destacado. Por salvajes y descarnadas, podríamos mencionar los enfrentamientos de la protagonista con Vernita y Elle (especialmente este último, una gozada de contemplar). Por interés cinematográfico, sin duda el episodio entre la Novia y Budd (con ese silencio, esa pantalla en negro, ese cambio de formato que hace Tarantino) habría de ser destacado. Por humor negro, gana por goleada la imagen de Elle leyéndole a Budd las consecuencias de una picadura de Mamba Negra, que también es el alias criminal de La Novia.

Digamos que, al final, Tarantino sí consiguió lo que se proponía: hacer una película que reuniese homenajes a su cine favorito, que fuese una rabiosa y entretenidísima historia de venganza, con mucha violencia y humor, y además presentase (sí lo hace, pese a lo que digan sus detractores) unos personajes interesantes con buenas historias detrás. Así que repetimos la pregunta: ¿de verdad es justo pedirle más a Kill Bill cuando ofrece todo eso, rodado además con gran pericia y sin renunciar a los buenos diálogos marca de la casa del director (aunque en menor cantidad, vale)? No es una obra perfecta, desde luego. Hay muchas escenas alargadas sin sentido sólo porque a Tarantino le gusta demasiado la música que se escucha o porque quiere meter una referencia más (ver la conversación junto al fuego entre Bill y la Novia, o el encuentro de esta con Esteban Vihaio), y como decíamos antes, la sensación al separar los dos volúmenes es extraña, pero son tantos sus puntos a favor que no perdonarle los fallos es una auténtica pena.

Pero sin duda la gran sorpresa de Kill Bill, y para quien esto firma lo mejor de la cinta, es descubrir que, en el fondo, es una historia de amor. Violenta, salvaje, pero historia de amor al fin y al cabo. La columna vertebral de toda esta vorágine de sangre y venganza es la complicada relación sentimental entre La Novia y Bill, y todo ese tercio final que comparten, hablando de muchas cosas con casi total normalidad hasta que llega el desenlace, es para enmarcar, y ya no sólo por la habilidad de Tarantino para el diálogo o para la caracterización de dichos personajes, sino por la inusitada emotividad con que lo resuelve. Es en esas escenas (y por supuesto en el maravilloso episodio previo a la masacre en la capilla, que el director nos muestra en blanco y negro sin renunciar a las referencias a, por ejemplo, Centauros del desierto; un momento absolutamente extraordinario entre los dos antiguo amantes, la calma que precede a la tempestad) en las que David Carradine y Uma Thurman alcanzan el máximo nivel interpretativo juntos y por separado. Él, que llena la pantalla cada vez que aparece e hipnotiza con su voz cual encantador de serpientes (no en vano el nombre en clave de Bill como asesino es precisamente ese, Encantador de Serpientes…), jamás había tenido un personaje mejor en su carrera, ni lo volvió a tener después hasta su muerte, y Thurman… Thurman es sencillamente la mejor heroína de acción de los últimos quince años. Tal cual. Su construcción de La Novia no tiene parangón en la historia del cine reciente. Combina miradas estremecedoras con humor y ternura cuando toca, sin olvidar la furia asesina y el sarcasmo (ver su conversación con Vernita Green, a quien da vida Viviva A. Fox). Muy merecidas todas las nominaciones que recibió por su trabajo, aunque el Oscar se olvidara de ella entre las candidatas. Solo por la mirada que La Novia echa a Bill (mirando directamente a la cámara) mientras abraza a un sorprendente personaje que aparece poco antes de la conclusión de la película hubiera merecido ser una de las finalistas a cualquier galardón.

Kill Bill. Inclasificable. Brillante. Adrenalítica. Y sobre todo, fascinante. A disfrutar. La venganza es un plato que se sirve… quizás frío, sí, pero con una buena ración de sangre caliente.

Calificación: 9/10

 

Título original: Kill Bill

Año: 2003/2004

Duración: 247 min.

País: Estados Unidos

Director: Quentin Tarantino

Guión: Quentin Tarantino

Música: Varios

Fotografía: Robert Richardson

Reparto: Uma Thurman, David Carradine, Lucy Liu, Daryl Hannah, Michael Madsen, Vivica A. Fox, Julie Dreyfus, Michael Parks, Sonny Chiba, Gordon Liu, Chiaki Kuriyama, Perla Haney-Jardine

Productora: Miramax Films / A Band Apart

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