Jeong-sun

Imposiciones sociales, cadenas absurdas

Hay algo en la sección New Directors (formada únicamente por óperas primas) que no se encuentra en ninguna otra sección dentro de un festival, y es que, primera vez solo hay una. En el cine, curiosamente, esa primera vez requiere de un equipo gigantesco (aunque no se entrevea) detrás, por lo que no solo se tiene que convencer uno a uno mismo de lo que se está creando, si no uno a uno mismo y a muchos a la vez, a un equipo entero, de que lo que se está haciendo vale la pena tanto para ser elaborado como para ser visto. La experiencia, el tiempo, el estudio, el ensayo-error dan la sabiduría para que, cada vez, eso que se construye se sujete de una mejor técnica, más orden, incluso más cordura. Pero no siempre es la perfección lo que se busca en el arte. Quizás, para ser creativo no se puede ser perfecto. En la sección New Directors del Festival de San Sebastián han pasado muchas y muchos jóvenes artistas brindando sus primeras piezas cinematográficas. Junto a lo expuesto anteriormente, las óperas primas demuestran una visión única, tal vez, visceral, de lo que se quiere retratar, por lo que cada pieza difiere potencialmente de las otras, siendo esta sección la más ambivalente y menos encorsetada, al menos, por lo que la sociedad demanda, si no, por lo que cada uno en esencia es. New Directors es el preludio de la originalidad y, al mismo tiempo, de lo naïve de un cine que compite, como sabemos, en un festival de tal calibre como éste. Por lo que, las obras nuevas, pequeñas, poseen ese aire fresco de lo que se hizo con cuidado, con minucia, y, por qué no, también con ciertas grietas, ¿errores?, algunos más obvios (en cuanto a lo académico), otros más desdibujados (en cuanto a lo distinto).

New Directors abría su sección con la película coreana Jeong-Sun, dirigida y escrita por la joven Jeong Ji-hye. Dentro de un largometraje con una estructura sencilla, de tiempo lineal, de una fotografía simétrica, junto a una cromática fría que alude a lo distante y al escalofrío, y correctamente bien hecha, si faltara algo, sería implicar a un lector algo más implícito (un sembrar y recoger menos obvio, aunque, es una de las herramientas que se afinan con el tiempo y, por ende, con la práctica); aun así, la creadora, sobre todo, nos sorprende con el tema escogido para su ópera prima y el cómo abarca dicha cuestión. Una mujer de mediana edad que trabaja en una fábrica de alimentos, recibe ciberacoso por sus compañeros a causa de haberse filtrado un vídeo íntimo donde la protagonista, en ropa interior, baila delante de la cámara de su nuevo ligue; siendo, el mismo amante –como persona que ama– quien lo comparte por la presión de tener que encajar. Por lo que, la necesidad de encajar es uno de los temas palpables y el ciberacoso lo que lo enmarca. Jeong Jo-hye comenta que su primera idea de guion estaba enfocada en un ciberacoso juvenil, como conocemos que está vigente este severo problema, y asfixiante, que conduce a la juventud al aislamiento, al no poder ser libre, es decir, a la copia carnal, y a la depresión. Aunque, más tarde, la directora comenta que, durante su proceso de investigación, sonsacó información a sus compañeros de trabajo –también en una fábrica de alimentos, como la protagonista de la historia–, y le sorprendió darse cuenta que las víctimas de esta epidemia social no tienen edad concreta, que la mediana edad también está afectadas por la burla y el buylling, y añadía que son muchas más las víctimas cercanas de las que nos podemos imaginar.

A esta mediana edad –mujeres sin menstruación, sin capacidad de tener hijos, mujeres que ya fueron madres, y que dejan de ser “objeto de deseo”– no se la quiere mirar, no se la mira, ni se la ve: ni a sus cuerpos imperfectos, ni sus arrugas, ni que puedan seguir queriendo o deseando. Jeong Jo-hye se lo plantea y lo plasma, diciéndonos, esta es la realidad, se te puede expulsar por el sencillo acto de bailar, de mover el cuerpo, un cuerpo real, un cuerpo que muy lejos está de la hipersexualización (que sí explotan otros medios de venta). Este retrato, recordemos, inmerso en una sociedad coreana que: “esconder los sentimientos es algo normal, diario, lo anormal sería mostrarlos, por eso sonreímos tanto. Y la protagonista, llega a un punto, que deja de poder sonreír”, apuntaba Kim Kum-soon, la actriz del film. Dicha actriz se expone espléndida en un papel que sostiene toda una trama llena de realidad, y verdad: de su cuerpo y vergüenza desnuda, de pulcritud desmentida. Ambas mujeres, junto a su equipo, nos hacen, al menos, plantearnos, desde lo emocional, si fuéramos también nosotros –cada uno– partícipes de cualquier visualización o risa que pueda avivar la llama de la burla ajena, y ser presa también del abusador. Uno de los puntos más acertados de la película es darse cuenta, desde fuera, de lo ridículo de los que señalan, y del poco ridículo que la que es señalada hace, hizo o dejó de hacer. Los roles, lo absurdo, al menos desde la butaca son claros, pero la sociedad los ha quebrantado y mal-girado.

 
 

Título original: Jeong-sun

Año: 2022

Duración: 105 min.

País: Corea del Sur

Dirección: Jeong Ji-hye

Guion: Jeong Ji-hye

Fotografía: Jung Jin-hyeok

Música: Hwang Hyeon-tae, Choi Hye-ri

Reparto: Kim Kum-soon, Yoonkeum Sun-ah, Cho Hyeon-woo, Yong Yong-joon

Producción: Won-uk Choi

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