Jauja
La vida es un cajón en el que se encierran un conjunto de experiencias notables, de viajes procesados donde las emociones se mezclan en páramos difíciles. En amplios campos de incertidumbre y desconocimiento, que nos alejan tanto de nuestro pasado como del futuro, aislándonos de toda realidad, de toda noción del tiempo. Un lugar donde las zonas sombrías de nuestro corazón se tiñen en gris soledad, y donde nuestras esperanzas fluctúan en hilos tan finos como delicados. Un desierto de sentimientos perdidos, de una magia crepuscular tan dañina como preciosa. Un espacio donde soñar, ascender y caer. Un territorio dominado por lo onírico, por la pérdida de conciencia para la comprensión mejor de lo desconocido; creyendo al subconsciente y olvidando la razón. Ese es el fin principal de Jauja, la nueva película de Lisandro Alonso (Fantasma, 2006), una experiencia en sí misma, un viaje hasta el universo oculto de nuestras dudas y miedos, un pozo de emociones.
Utilizando lo onírico y lo mágico, e influenciado por la obra de Jodorowsky (El topo, 1978), el realizador argentino vuelve a explorar en las emociones humanas experimentando y estudiando la soledad en primera persona, rastreando en la naturaleza primaria y bestial para así encontrar soluciones, ataduras para solventar los problemas del alma. A través de la figura de Gunnar (Viggo Mortensen), noble danés y explorador, y utilizando como pretexto el descubrimiento/conquista por parte de los argentinos de una parte remota de La Patagonia, denominada Jauja (algo así como El Dorado en Sudamérica), la cinta profundiza en el viaje de Gunnar por esa basta llanura del sur de Argentina, para la búsqueda de su hija perdida. Un viaje solitario y férreo hacía un terreno desconocido, inhóspito, dónde los reflejos del pasado y las sombras del futuro servirán de muros infranqueables para que la búsqueda del noble, no sólo se base en el relieve del páramo, si no en la calidez y en la profundidad del espíritu. Luchar ante la inconsciencia y sentir la irrealidad con normalidad. Pelear contra uno mismo y lo desconocido.
En Jauja todo se mezcla para ofrecer una epopeya intencional y sin ataduras al subconsciente. El realizador no repara en formas, ni le importa la reiteración absoluta, ni la incorrelación de la propia historia; pretende que todo sea un sueño, una traslación astral del individuo, hacer un «David Lynch» vamos. En parte lo consigue. Apoyado en una imagen espectacular (estilo 4:3) a modo de retrospectiva, una realización correcta, una poderosa ambientación y una interpretación notable (Mortensen casi a secas); la obra se deja en parte querer por ese riesgo sin medida, por esa intencionalidad insensata y limpia. Pero sólo en parte. También es aburrida, lenta y pastosa. Complicada a su manera y poco comprensible en determinados tramos; una obra difícil de digerir para un público medio, un desierto demasiado cruel para la gran mayoría. Si eres de los que logra conectar con la propuesta dejando atrás su aburrida carcasa, encontrarás una pieza, sencilla, pero cautivadora, un oasis anti comercial difuso pero sincero; un viaje extremo hacía lo desconocido que te alejará de la crueldad del mundo, de lo terrenal. Poesía y caos en un mismo envase.
Totalmente recomendable si eres fan de la Montaña Sagrada (Alejandro Jodorowsky, 1973) y eres un flipao del simbolismo mágico. Para el resto no significará nada, siendo un mero recuerdo en un baúl perdido en la memoria. De lo más raro visto en este SEFF 14. Disfruten, si pueden.
Calificación: 6/10
Año: 2014
Duración: 101 min.
País: Argentina
Director: Lisandro Alonso
Guión: Lisandro Alonso, Fabián Casas
Música: Viggo Mortensen, Buckethead
Fotografía: Timo Salminen
Reparto: Viggo Mortensen, Ghita Nørby, Viilbjork Mallin Agger, Adrián Fondari, Misael Saavedra
Productora: Coproducción Argentina-USA-México-Holanda; 4L / Massive Inc. / Perceval Films / Mantarraya Producciones / Fortuna Films