Hablar
El último largometraje de Joaquín Oristrell aterrizaba en el 18 Festival de Málaga Cine Español acompañado de unas expectativas considerables por parte de público y crítica. No era de extrañar, teniendo en cuenta que Hablar (2015) resulta a priori, cuanto menos, una idea atractiva; una película rodada en un solo plano secuencia por la que desfilan algunas de las caras más conocidas de nuestro cine (Raúl Arévalo, Antonio de la Torre, Marta Etura, Goya Toledo…), con aires de teatro y producción independiente en la que, en apenas 400 metros, se nos cuentan 20 historias que se entrecruzan y giran en torno a la palabra y la comunicación. Casi nada… su sola definición prometía unos 80 minutos de cine arriesgado e innovador, algo que es de agradecer en un panorama que a veces peca de apostar sobre seguro más veces de las que desearíamos. De hecho, si algo tienen los festivales de cine, es la virtud darnos la oportunidad de ver algunas de esas propuestas que de otra forma difícilmente tendrían cabida en la cartelera (aunque en este caso sí que hay una fecha ya fijada de estreno, el 12 de junio), por lo que la decisión de proyectarla tras la gala de inauguración del certamen andaluz se antojaba algo tan conveniente como casi simbólico. Abrir con una de las propuestas más personales que nuestro cine ha dado últimamente venía como anillo al dedo al espíritu renovador y las miras de futuro que siempre van implícitas en un festival de cine.
No sería justo empezar el análisis sobre Hablar sin decir que en su apartado conceptual y formal todo funciona como debería. Su hora y cuarto aproximada de experimento en la que se toma el madrileño barrio de Lavapiés como escenario sabe a «inédita» (aunque lo de la toma única ya se haya ensayado, por ejemplo, en otros filmes como El arca rusa de Sokurov) y a valentía. Sería una frivolidad intentar echar por tierra una puesta en escena que decide desarrollar de una manera tan inteligente las numerosas historias que suceden en su particular y urbanita universo; tanto es así que la sola curiosidad de presenciar esta tentativa de progresar en los estándares del lenguaje cinematográfico puede justificar lo que nos hemos gastado previamente en taquilla. Y decimos esto también porque el trabajo de Joaquín Oristrell es una obra que, una vez sale fuera de sus fronteras estructurales, puede provocar reacciones tan antepuestas que más de uno puede salir del cine con los nervios crispados. La culpa de ello la tiene un libreto demasiado contestatario (y partidario) que difícilmente puede agradar a todo el mundo. Para bien o para mal, Hablar no decide casarse con nadie y no se corta un pelo en exponer su propia política y marcar una única vía ideológica como solución a los problemas que expone, es por ello que más de uno puede verse avasallado y más que incómodo ante el sabor a panfleto que derrocha un metraje en el que solo se ven ciertas vías de escape a través del humor. O dicho en otras palabras, estamos ante una cinta demasiado encendida como para invitar a la languidez, por lo que quienes comulguen con su discurso seguramente la amarán y los que choquen con él, con toda probabilidad sentirán que el guión embarra fatalmente una propuesta que en lo técnico vale oro en sí misma.
¿Y de qué se habla en la obra de Joaquín Oristrell? De todo un poco y de nada a la vez. De casos muy particulares y de generalizaciones banales y despersonalizadas. Hablar es tan hija de nuestros tiempos que seguramente dentro de unos años todo suene a desfasado y ciertamente caduco. Comedia y drama se mezclan, a veces con acierto y a veces con demasiada frivolidad, en un discurso que trata algunos de los males sociales más inmediatos de nuestra actualidad y otros de carácter metalingüístico.
En aquellos que afectan más inmediatamente a nuestras vidas, Hablar funciona a momentos. Recordemos que la cinta nos presenta un abanico de historias bastante amplio, por lo que difícilmente se puede evadir la sensación de que algunas de ellas están metidas con calzador o, cuanto menos, son bastante desacertadas en comparación con las piezas que sí destacan. En este sentido me atrevería a afirmar que la obra de Joaquín Oristrell funciona sobre todo cuando tira de la risa; aunque cuando se intenta poner seria la cosa hace aguas por todos lados, ya que a veces se tiene la sensación de que Hablar tira por el camino más fácil cuando se trata de exponer las cuestiones que tienen que ver con lo social y político. Lo cierto es que hay demasiada demagogia y afán manipulativo en el guión de Oristrell como para ser tomado totalmente en serio. Su intención concienciadora es tan exacerbada que uno sale de la sala de cine con la impresión de que le han intentado lavar el cerebro, algo que difícilmente nadie agradece. Como ya hemos señalado anteriormente, Hablar tiene tan claro cuáles son sus postulados que no vacila en vomitarlos, estén digeridos o no. En medio de este contexto y mediante un tono siempre partidista se nos habla de las consecuencias de la crisis (de la económica y de valores), o de las secuelas y problemas que se derivan de la alienación, la incomunicación y la sobrecomunicación. Hablar quiere abarcar tantos temas que al final su intento de retratar nuestros síntomas comunes se queda en un boceto algo grotesco del que se pueden rescatar algunas pinceladas, pero que sabe a poco, en comparación con su apartado conceptual.
Es una pena que forma y fondo de esa manera en cuanto a acierto porque, de haber ocurrido lo contrario, estaríamos hablando de una de las películas clave de nuestro cine en este año. Así pues, adoptando una postura crítica tanto en lo cinematográfico como en lo discursivo, no podemos hacer otra cosa que no sea afirmar que la obra de Oristrell se queda a medio camino de todo. Hay que ser más sólidos cuando se abarcan tantos espacios y tan distintos en una misma producción. No basta con que el engranaje de una idea funcione correctamente, también hay que dar la cara en el desarrollo de las bazas que vas a exponer y Hablar cae demasiadas veces en obviedades y argumentos fáciles cuando deja de mirarse a sí misma y quiere observarnos a los demás. Tanto es así que al final queda la sensación de que a veces, como en esta ocasión, para confeccionar una buena obra cinematográfica no solo basta con «hablar», sino que lo ideal sería «decir», sabiendo lo que se dice, y lo más importante, al menos con temas tan sensibles, invitando al debate. De otra forma al final todo queda, como escribió el genio de Shakespeare en poco más que «Palabras, palabras, palabras…«.
Calificación: 3/10
Año: 2015
Duración: 75 min.
País: España
Director: Joaquín Oristrell
Guion: Joaquín Oristrell
Música: Alejandro Pelayo
Fotografía: Teo Delgado
Reparto: Goya Toledo, Marta Etura, Miguel Ángel Muñoz, María Botto, Antonio de la Torre,Raúl Árevalo, Juan Diego Botto, Sergio Peris-Mencheta, Álex García, Petra Martínez, Secun de la Rosa, Melanie Olivares, Nur Al Levi, Estefanía de los Santos,Carmen Balagué, Mercedes Sampietro, Astrid Jones, Dafnis Balduz, Juan Margallo
Productora: Canal+ España / Sabre Producciones / Aquí y Allí Films