Ghost in the Shell
En la época del remake y la adaptación de todo-cuanto-exista-previamente nos llega Ghost in the Shell, una cinta que podría definirse como el más difícil todavía en cuanto a adaptación se refiere, puesto que no solo ha de sortear la fidelidad a una sola obra, el manga original, sino que además cuenta con una gran adaptación al anime que a día de hoy es una obra de culto conocida por (casi) todo el mundo. A este arduo contexto debemos añadirle la elección de una super estrella blanca para interpretar a una protagonista japonesa y la sangría mediática está servida, y el resultado es el mismo de siempre; Hollywood, el sistema y el dinero no respetan a nada ni nadie, (si la mayoría de la población a la que va dirigida fuera oriental las razas se invertirían, como en Yurusarezaru Mono la adaptación samurái de Sin Perdón, por poner solo un ejemplo) tristemente, sólo buscan la manera más rápida y efectiva de que el dinero fluya en su dirección.
Sin embargo hoy no estamos aquí para entrar en el ya viejo debate sobre lo necesario o no de las versiones de una misma historia en distinto formato, evidentemente, cualquiera con un poco de criterio apreciaría que sólo se trasladaran a medios alternativos aquellas obras que tuvieran posibilidad de beneficiarse de las herramientas narrativas específicas de dicho medio, pero como esa no es ni mucho menos la finalidad de una producción de este tipo detallaremos una serie de factores bastante interesantes que hemos encontrado en la cinta.
Y es que Ghost in the Shell es una película que se odia a sí misma. Muchos de sus elementos no sólo son contradictorios si no que poseen un discurso que ponen en duda su misma identidad. Si analizamos su trama (una chica que ha sido despojada por entero de su cuerpo destrozado, sustituido por un moderno y poderoso organismo cibernético, y a la que le suministran un compuesto que inhibe sus recuerdos y su alma) vemos como el centro es algo (el manga/anime original) que ha sido reconstruido de forma cara y espectacular hasta ser algo distinto (la propia película), por momentos, algunos personajes e imágenes parece que sean conscientes de su existencia dentro de la ficción. Entre otros detalles, esta lectura está además apoyada por la manera en que la cinta está siendo vendida a lo largo del mundo, con un único e impresionante Beat Takeshi hablando en su lengua materna y sin doblar. Curioso, ¿verdad?
El filme sobrevive, a pesar de lo expuesto, gracias a cierta coherencia interna que consigue que la fluidez de su puesta en escena y un par de apuntes metafísicos encajen en un todo, que no es más que otra muestra de un futuro que nos atropella. Un comando policial integrado por gente de distinta procedencia, la tecnología al servicio de la vanidad y el cibercrimen hablan de nuestra condición y nuestro futuro de manera certera. Sus giros son tan toscos como las evoluciones mecánicas que se aplican, consiguiendo así dejar entrever una dejadez que subraya lo dicho anteriormente, y un corruptor de cuerpos y almas como gran villano es una apropiada metáfora para una película que al no conseguir encontrar su propio camino (polarizada entre la fidelidad y la originalidad) acaba siendo algo totalmente ajeno.
Calificación: 6’5
Título original: Ghost in the Shell
Año: 2017
Duración: 120 min.
País: Estados Unidos
Director: Rupert Sanders
Guion: William Wheeler, Jamie Moss, Ehren Kruger (Manga: Masamune Shirow)
Música: Clint Mansell
Fotografía: Jess Hall
Reparto: Scarlett Johansson, Pilou Asbæk, Juliette Binoche, Michael Pitt, Takeshi Kitano,Peter Ferdinando, Christopher Obi, Joseph Naufahu, Chin Han, Kaori Momoi,Yutaka Izumihara, Tawanda Manyimo, Lasarus Ratuere, Danusia Samal,Rila Fukushima, Michael Wincott
Productora: DreamWorks SKG / Grosvenor Park Productions / Seaside Entertainment