Frank

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Si alguien te dice que existe una película protagonizada por Michael Fassbender en la que durante la mayoría del metraje el actor lleva una enorme careta de cartón-piedra que le oculta completamente la cara y sólo se la vemos unos escasos minutos, ¿qué dirías?. Me imagino muchas de las respuestas que se os ocurren a bote pronto, pero estoy seguro de que, cuanto menos, las mayoría de ellas llevaría las palabras «locura» o «excentricidad» implícitas en ella. Pues sí… Si habéis pensado en algo estrafalario, habéis dado en el clavo. Porque la última película del polifacético actor alemán es la gota que colma el vaso en cuanto a peculiaridad. Estamos ante una propuesta que, si por algo destaca, es por su singularidad, su rareza y su arriesgadísimo espíritu de transgresión. Nos referimos a Frank (2014), una cinta que, entre otras cosas, nos habla principalmente de la locura, la cordura, la creación artística y las diferentes actitudes que tanto los artistas como el público pueden adoptar respecto a la dicotomía arte por el arte o arte por la fama.

El argumento de la última producción dirigida por Lenny Abrahamson nos presenta el atribulado día a día de una banda de música británica compuesta por unos extravagantes individuos, los Soronprfbs (no, no lo he escrito mal, se llaman así…). Ninguno de ellos es famoso, más bien todo lo contrario, pues la música que hacen no da pie a que las grandes masas asiduas a los sonidos más accesibles y ligeros les den siquiera una oportunidad. La razón no es otra que el estilo en el que se enmarcan, un género inclasificable que coquetea con el rock abstracto, la música experimental, el arte conceptual e incluso el dadaísmo más afilado e inconsciente. Sus canciones no tienen nada que ver con aquello que venden las principales emisoras de radio, no. Su creación musical tiene que ver más bien con lo impulsivo, lo emocional, con lo visceral; con la locura, y la libertad del que sabe que los límites sólo son grilletes cuando se trata de expresarse. Es por ello que se podría decir que su sonido no es más que un fiel reflejo de la jaula de grillos que en realidad es el grupo. Toda la rareza, el histrionismo y la aparente falta de lógica de cada uno de sus temas podría ser un resumen de la extravagancia, la peculiaridad, y el indescifrable laberinto mental que cada uno de sus componentes engloban como persona. La música pues, se presenta a priori como puro elemento expresivo, como un resultado de la necesidad de hacer arte para mantenerse emocionalmente equilibrado, incluso cuando la mente va literalmente por los derroteros de la locura o del trauma, como en el caso de su líder, Frank (encarnado por el mencionado Fassbender) y algunos de sus compañeros.

Este singular caos armónico que reina en el universo de los Soronprfbs se verá perturbado cuando, casi por casualidad, Jon Burroughs se incorpore a la banda como reemplazo de su malogrado teclista. Será entonces cuando la ambición de éxito y el insaciable ansia de popularidad se enfrenten a la concepción del arte por el arte produciendo unos resultados tan previsibles como nefastos. Entre tanto, una cabaña en Irlanda que hará de set para la grabación de un nuevo álbum y una inesperada gira por Estados Unidos serán el marco para todo lo que ocurra; para una historia que se mueve entre la comedia y el drama usando las redes sociales, la música y la demencia como vehículo formal y narrativo.

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Aunque en realidad, sobre el papel, el protagonista de la historia sea el codicioso Jon (a quien interpreta con efectividad Domhnall Gleeson), hay que decir que por carisma, personaje y méritos propios la película se la roba completamente Michael Fassbender, ya que Frank es espiritualmente el centro de un universo tan desquiciante como atractivo en el que parece reinar el sinsentido y el vacío más absoluto. Su personaje es tan misterioso como interesante, sin duda el pilar que sostiene la controvertida propuesta del director británico. Aunque cabe decir que no solo el famoso actor que pudimos ver en Shame (Steve McQueen, 2011) hace su trabajo con profesionalidad ya que es el apartado de las interpretaciones el que más destaca en general. Tanto Maggie Gyllenhaal como el propio Domhnall Gleeson están dignos de mención y mantienen el tipo a pesar de las lagunas del libreto. Hasta tal punto es así, que no cabe duda de afirmar que prácticamente es lo único que puede justificar el visionado de la película más allá de su rareza y su singular concepción formal.

Como contrapartida tenemos que incluir un deficiente uso del ritmo narrativo (el cual está minado por continuos bajones y devaneos argumentales), la poca calidad del apartado musical (ya que tanto la vertiente experimental como la más comercial están caricaturizadas en mayor o menor grado), y una tendencia al sinsentido que si bien para algunos puede resultar un aliciente, para otros puede resultar un muro contra el que estrellarse.

Frank es una de esas películas que te pueden gustar o te pueden sacar de tus casillas. Parece que por culpa de su locura solo los más románticos y rebeldes contra lo socialmente aceptado como normal y lógico podrán considerarla una obra que vaya más allá de lo simplemente curioso. Quizás estemos en una historia que sea de outsiders para outsiders, una cinta para aquellos que siempre están dispuestos a cuestionar las normas y códigos sociales y artísticos. Esos “locos románticos” que se sientan identificados con esta definición quizás vean una joya en lo que para otros se quedará como una comedia que no termina de funcionar ni cuando pretende hacernos reír, ni cuando trata de ponerse seria. Serán estos últimos, los que disfruten con otros formatos más habituales a la hora de ver cine, los que argumenten que Frank no vale la pena y los que crean que no es digna de darle una oportunidad. Aunque sin duda, independientemente de esto, quienes hayan formado parte de algún grupo de música tendrán un valor añadido a la hora de verla, ya que las constantes luchas de ego y de batallas creativas que protagonizan la cinta les pueden sonar más que familiares.

A lo mejor esto de la música, esto del cine, sea un mundo de locos. ¿Quién sabe?. Pero tengan razón o no aquellos que lo sientan así, no quiere decir que tengamos que exigirles al público que se comporten como tal. Quizás el arte, como acto de comunicación y expresión que es, tenga que saltarse sus propias teorías y sus prejuicios para no autoimponerse barreras, y en Frank los muros comunicativos que se levantan son difíciles de superar, su afán iconoclasta y transgresor se encarga de ello. Si merece la pena o no, sólo lo descubrirán aquellos que estén dispuestos a escalar dichas barreras. Yo, que ya lo he hecho, me quedo con la experiencia, pero sinceramente no la recomiendo a no ser que se tenga mejores cosas que hacer. Veo muchas intenciones, mucha valentía, pero el resultado no me satisface ni como espectador ni como crítico. Otra vez será.

Calificación: 4/10

 
 

Frank_Ge_MC_Cartel_originalTítulo original: Frank

Año: 2014

Duración: 95 min.

País: Reino Unido

Director: Lenny Abrahamson

Guion: Jon Ronson, Peter Straughan

Música: Stephen Rennicks

Fotografía: James Mather

Reparto: Domhnall Gleeson, Michael Fassbender, Maggie Gyllenhaal, Scoot McNairy, Lauren Poole, Hayley Derryberry, Mark Huberman, Travis Hammer, Matthew Page

Productora: Element Pictures / Film4 / Runaway Fridge Productions

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