Festival de Sevilla 2017 (Día 1)

Llueve en Sevilla. A 3 de noviembre caen gotas en la capital andaluza, un fenómeno meteorológico que los sevillanos ya casi habíamos olvidado. Eso sí, las temperaturas no es que sean bajas precisamente, pues el interminable verano se perpetúa. Chispea también en el plano secuencia inicial de Tierra firme (Anchor and Hope en su título inglés), la cinta encargada de inaugurar esta atractiva edición del Festival de cine de Sevilla. El director de la obra es el realizador barcelonés Carlos Marques-Marcet, responsable de la interesante 10.000 KM, aquella película que narraba la relación a distancia de una joven pareja española que intentará mantener encendida la llama del amor a pesar de que no pueden convivir juntos, puesto que ella aceptó una beca de un año de duración en la ciudad de Los Ángeles. Un filme que me conmovió pero que no celebré con tanto entusiasmo como sí hicieron algunos compañeros de la crítica. En su nueva película, Marques-Marcet repite con sus dos protagonistas, Natalia Tena y David Verdaguer, a los que se les suma en el reparto Oona Chaplin y su madre en la vida real y en la ficción Geraldine Chaplin. Igualmente, el conflicto desatado por el deseo de tener un hijo por parte de una pareja de treintañeros también es abordado aquí, pero lo que en su ópera prima era todo drama, en esta se combina el género dramático con la comedia, fundamentalmente en su primer tercio, y sin dejar de lado el componente romántico que planea durante todo el metraje.

Tierra firme nos sitúa en el interior de un barco en aguas londinenses donde viven Eva y Kat. La primera quiere ser madre, pero la segunda no. Así de sencillo y así de complejo. Pero todo cambiará con la llegada del seductor Roger, un amigo de Barcelona que se quedará dos semanas con ellas. Y tras una noche de fiesta y borrachera deciden que Roger insemine a Eva para así poder cumplir su sueño. Lo que en un principio nos puede recordar a aquella divertidísima Your Sister’s Sister (Lynn Shelton, 2011), paulatinamente irá pisando otros terrenos, con el componente dramático predominando. Particularmente me interesa mucho más la primera mitad, cargada de frescura, chispeantes diálogos y divertidas escenas, que su parte final, más obvia, predecible y de menor ingenio.

Estructurada en cuatro capítulos de sugerentes títulos, los cuales serán pronunciados por los propios personajes en sus diferentes partes, el tercer largometraje de Marques-Marcet se cimienta en la fuerza de los diálogos, aquí mezclados en inglés y español, y en la decisión de aproximarse hacia temas universales como la maternidad, la madurez, el compromiso, o el egoísmo que aflora en la pareja en determinados momentos cruciales, de una forma natural, sencilla y honesta. Precioso el metafórico plano final. Dos mujeres de distinta filosofía de vida, con disímiles expectativas de futuro, pero enamoradas una de la otra y, por ende, obligadas a encontrarse.

Y de nuevo otra película española para la segunda sesión, también de Sección Oficial pero en este caso fuera de competición. Se trata de la primera obra de ficción del director asturiano Samu Fuentes, y que lleva por título Bajo la piel de lobo. Rodada en las frías e imponentes montañas asturianas, un paisaje bellísimo, la cinta nos narra la solitaria vida de un cazador de lobos, un alimañero, en un aislado y deshabitado pueblo. Es poco lo que se puede decir de ella porque es muy poco lo que se nos cuenta. Y ese poco, para más inri, se narra mal. El protagonista (un apático Mario Casas) se limita a asesinar animales, transportarlos, desgarrarles las pieles, escalar rocas y comer salvajemente con las manos. Poco más. Algo así como a lo que se dedicaba el explorador y trampero Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) en El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015) pero a años luz de esta, por supuesto.

Más allá de todas estas actividades diarias, este habitante de las montañas también le compra a un señor a sus dos hijas, primero se queda con una (impertérrita Ruth Díaz) y posteriormente con su hermana (desaprovechada Irene Escolar), a las que prácticamente viola a diario. Las escenas de cama ha de recalcarse que son irrisorias, imposible creérselas de lo mal que están filmadas.

Sus elipsis también se encuentran muy mal construidas e insertadas en el montaje. Poco conseguido está, además, la evolución psicológica de los personajes, la utilización del espectacular entorno o la introducción de la intriga cuando lo requiere. En definitiva, poco conseguido está casi todo. Así que al final no sabemos si el cazador violador pero de supuesto buen corazón es un lobo con piel de cordero o un cordero con piel de lobo. Quizá no lo sepa ni el propio director y guionista. Típica película que no se comprende por qué se encuentra en Sección Oficial y en un certamen como este si no es porque se quiera tener a su afamado reparto en la gala inaugural. Cosas de los festivales.

Desde Alemania nos llegaba Western, extraña propuesta de la realizadora germana Valeska Grisebach. Estrenada en la Un certain regard de Cannes, el filme nos sitúa en Bulgaria, donde unos obreros alemanes van a parar allí por cuestiones laborales. Nuestro protagonista, Meinhard, es uno de ellos, y los espectadores seremos testigos de cómo se va relacionando paulatinamente con los lugareños, teniendo la dificultad añadida del lenguaje y la cultura, distintos a los de él. Meinhard, otrora soldado en Afganistán y con un pasado trágico, se verá envuelto en algunas disputas (varias relacionadas con un pobre caballo blanco que tuvo que pasarlo fatal en el rodaje) pero también encontrará la amistad e incluso algo más durante esas primeras semanas de estancia.

A Grisebach no le importa tomarse su tiempo en describirnos la cotidianeidad de estos trabajadores dejándolos fluir por la pantalla y sin, aparentemente, crear ningún conflicto narrativo que pueda despertar el interés de los receptores, más allá de ciertas lides relacionadas con el dinero y la libido masculina. Esto resultará ser un hándicap para cierta audiencia más inquieta, pero asimismo es su gran acierto, pues va acorde con el mensaje que quiere transmitirnos su directora. Sus maravillosos quince minutos finales son la muestra perfecta de lo que nos quiere relatar.

Se trata de la historia de un hombre en la búsqueda de su lugar en el mundo. Otro personaje más con la misma preocupación en esta jornada cinéfila. Porque existen muchas maneras de vivir, pero siempre, en algún momento de nuestra existencia, nos interrogamos acerca de la esfera en donde nos hallamos y de los senderos que deberíamos transitar en el futuro. Y por cierto, que llueva, que siga lloviendo. Que falta nos hace en Andalucía. Y bien nos viene para aclararnos.

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