Festival de San Sebastián 2018 (Día 5)
La mañana comenzaba con Illang: The Wolf Brigade, nuevo largometraje del cineasta coreano Kim Jee-woon. Había poca expectación antes de la proyección, aunque se intuía que la acción y el entretenimiento iban a estar presentes. Pues hasta esas expectativas quedaron diluidas, pues la última obra de Jee-woon solo se soporta con facilidad durante la primera hora de metraje, más tarde se comprueba que el argumento y su desarrollo no posee misterio alguno. Se basa en un futuro, 2029, donde Corea del Norte y Corea del Sur deciden unificarse. En este contexto surge un grupo terrorista llamado La Secta, que se opondrá a dicha unificación, y, además, se crea una Unidad Especial que se ve tambaleada por un servicio de inteligencia llamado Seguridad Pública. Igualmente, aparece la “brigada del lobo”, que está ligada a la Unidad Especial. Si la sinopsis ya parece cuanto menos liosa, no quiera el lector imaginarse el batiburrillo que se genera en la pantalla durante toda la película. El problema es que lo que se cuenta no tiene el más absoluto interés y solo queda la opción de disfrutar de todas las escenas de acción que, ante tal historia, inundan la mayoría de las escenas. Aunque, eso sí, estas ocurren mayormente en los mismos escenarios, evidencia del poco presupuesto del filme. Por destacar algún aspecto positivo hay que afirmar que es un curioso intento de mezcla de géneros, pues introduce una especie de subtrama en torno a una relación amorosa que se encuentra muy despegado del argumento central, lo que hace que no haya persecuciones y disparos en todo momento. Incluso con esto, muy discutible su lugar en Sección Oficial.
En el turno de la tarde, también en Sección Oficial, se presentaba Angelo, obra del director austriaco Markus Schleinzer. Quien da título a la película es un joven africano nacido en el siglo XVIII que es trasladado a Europa con 10 años como sirviente en la corte de la nobleza. Resulta interesante ver los primeros momentos del chico acostumbrándose a su nuevo oficio de sirviente, pero pronto el filme resulta bastante soporífero. Para añadir aún más aburrimiento el director opta por dividir la película en tres bloques y los divide con un intertítulo (1, 2, 3), además de insertar una música bastante desquiciante. Como anécdota, añadir que al durar tanto los intertítulos -treinta segundos cada uno- más de un espectador ha aprovechado para marcharse. La película tiene, aún así, aspectos que aplaudir: la puesta en escena y la fotografía están muy cuidadas y más de un plano presenta tal belleza que sería equiparable a la pintura de un cuadro, como algunos paisajes retratados maravillosamente. En este aspecto no hay nada reprochable a la cinta de Schleinzer, pero no sirve de nada una correcta puesta en escena y unos elegantes decorados si lo que se cuenta posee escaso interés.
Quién te cantará es la nueva película, tan esperada, de Carlos Vermut, y fue la última de Sección Oficial proyectada en esta quinta jornada. Protagonizada por las actrices Najwa Nimri y Eva Llorach, el filme se centra en la figura de Lila Cassen que, cuando prepara su vuelta a los escenarios tras una década alejada de ellos, sufre un accidente que la deja amnésica. Violeta (Eva Llorach), fan número uno de Cassen y empleada en un karaoke donde interpreta las canciones de su admirada cantante, recibe la propuesta de enseñar a Lila a volver a cantar. Con este interesante argumento, Vermut vuelve a la dirección después de la obra maestra Magical Girl (2014) que ganó la Concha de Oro a mejor película y la de Plata a mejor director. Con referencias evidentes a obras como Persona (1966) de Ingmar Bergman y a filmes de Pedro Almodóvar como La piel que habito (2011), Quién te cantará trata sobre dos mujeres con vidas oscuras y vacías destinadas a encontrarse y, sobre todo, a entenderse. Lili (Nawja Nimri) necesita a Violeta para resurgir, y esta última necesita de Lili para arrojar algo de luz a su vida. Pero el tercer largometraje de Vermut también versa sobre lo duro que puede resultar la fama para los artistas, de las falsas apariencias, de los miedos y de las inseguridades, de no poder mostrarte cómo eres en realidad y, en definitiva, de saber llevar una carrera y mostrar una sonrisa de cara a la galería, al público. Uno de los aspectos más positivos e interesantes de esta propuesta es el cuidado que Vermut pone siempre al tratar estos temas de la fama y del éxito, y de cómo este último se puede disolver de un día para otro, así como de la fascinación y de la obsesión -sana- por alguien a quien admiras hasta la saciedad y de cómo ello te puede llevar a darlo todo por una persona. En definitiva, una historia de superación y de fascinación al mismo tiempo, de dos perdedoras que resurgen y se sienten felices aunque sea por un breve momento de sus tristes vidas.