Festival de San Sebastián 2017 (Día 6)
Día seis y seguimos vivos. Espero llegar hasta el sábado de una pieza y con la mente sana, aunque parezca difícil después de visionar tantas historias diferentes, adentrarme en universos tan diversos, escuchar tantos diálogos en idiomas heterogéneos y pasarme una semana sentado en una butaca de cine o teatro. Pero así es la vida en los festivales cinematográficos. Y ayer miércoles tocaba continuar con esta vida con el cuarto largometraje de la realizadora polaca Urszula Antoniak, Beyond Words. Anteriormente había dirigido filmes como Nothing Personal (2009) o Code Blue (2011), la cuales he visto y ninguna me entusiasmaron. El cine de Antoniak no me provoca ningún sentimiento en especial, más bien me deja bastante frío cuando termino de ver sus obras. Esos personajes tan silentes, su ritmo pausado y sus supuestas metáforas durante la narración no me cautivan. Con Beyond Words me ocurre exactamente lo mismo. La veo hasta el final con cierto interés pero al concluir su metraje me deja indiferente.
Rodada en un exquisito blanco y negro, la trama viene a contarnos unos cuantos días de la vida de Michael, un abogado polaco que emigró hace años hasta Alemania, donde trabaja en un bufete junto a su jefe y mejor amigo. De forma inesperada a su casa se presenta su desconocido padre, quien intentará acercarse y conocer a su hijo después de tanto tiempo. 85 minutos que parecen algunos más en los que asuntos como la identidad, la migración o el perdón están muy presentes. Con sus incuestionables puntos de interés, la propuesta en sí carece de solidez. Podría haber sido mucho mejor de lo que finalmente es. Se trata de otro título que, salvo gran sorpresa, no debiera aparecer en el palmarés del próximo sábado.
Ya en Nuev@s Director@s, sección interesantísima y de la cual estoy visionando bastantes películas, se proyectaba la francesa Le Semeur, de la directora Marine Francen, otrora ayudante de dirección de Olivier Assayas o Michael Haneke. Irrumpimos ahora en 1852, en un pequeñísimo pueblo francés en donde todos los varones han sido arrestados por los soldados del ejército de Napoleón III, una vez ha triunfado su golpe de Estado a la República. Así, las mujeres de la aldea quedarán en la más absoluta soledad sin ningún hombre que les ayude a realizar las labores de campo por las mañanas y se introduzcan en sus camas por las noches. La joven Violette será nuestra protagonista, quien junto a algunas otras féminas del lugar realizarán el juramento de que si aparece algún macho por allí, este tendrá que acostarse con todas, para así inseminarlas y poder tener vástagos. Pues debe haber próximas generaciones en el pueblo. La complicación llegará cuando un día surja del bosque un joven apuesto.
Le Semeur, que guarda ciertos paralelismos en la trama con la recientemente estrenada La seducción de Sofia Coppola, se disfruta en su visionado a pesar de resultar obvia. Se sabe qué va a ocurrir casi en todo momento. Habrá lugar para las risas, pues esa tensión sexual latente en la villa tendrá sus secuencias cómicas. Grabada en formato 4:3, este filme francés es de lo mejor que he visto en su sección.
Y por la tarde llegaría la eclosión. El terremoto Aronofsky. Mother! comienza con una pareja (él escritor, ella ama de casa) a la que una noche irrumpe en su morada un médico creyendo que su vivienda es un hotel rural. Para ser hospitalarios, deciden dejarle pasar la noche allí. Tras esta decisión los acontecimientos se sucederán vertiginosamente. La primera parte del filme posee un tono de suspense llevado hasta el límite, en estado puro. Tanto que podríamos estar hablando de una muy efectiva home invasion. Luego evoluciona hacia otros derroteros, pero el suspense nunca se pierde. Mother! se presta a múltiples interpretaciones, desde lo bíblico a lo onírico pasando por las misteriosas fases de un creador o el peligro que conllevan las sectas (por momentos recuerda a Rosemary´s Baby), lo que provocará el desconcierto y el malestar del espectador más clásico, más comedido. Cierto es que tanto simbolismo y tanta metáfora pueden llegar a exasperar.
Aronofsky introduce a la sociedad del siglo XXI en un mismo espacio: la mansión de la pareja. Todas nuestras miserias y desgracias (guerras, pobreza, mendicidad, migraciones, rebeliones, protestas callejeras, epidemias, violencia, prostitución, vanidad, superficialidad cínica…) se encuentran apiladas en el salón y habitaciones de una vivienda. Por ello la humanidad necesita a un salvador. Ansía un nuevo líder que nos encamine hacia nuestra estabilidad en tiempos confusos de permanentes crisis, tensiones y bastante incertidumbre.
Las secuencias son vibrantes, te dejarán sin aliento. La fotofrafía de Matthew Libatique y la música de Jóhann Jóhannsson van perfectamente acordes con la sugestiva propuesta. A nivel interpretativo, Javier Bardem y Ed Harris están correctos, pero son Jennifer Lawrence, quien se come todas las escenas, y una sibilina Michelle Pfeiffer, quien produce verdadero miedo, las que derrochan genialidad en pantalla. Para un servidor se trata de la mejor obra del director norteamericano. Sublime. Aquí en San Sebastián hubo gran división de opiniones, al igual que en Venecia. Porque o la amas o la odias. Es difícil posicionarse en el término medio. Pero lo principal es que por nada del mundo se la vayan a perder este viernes.
En Sección Oficial a competición se presentaba La vida y nada más, segundo largometraje de Antonio Méndez Esparza, cineasta madrileño que ha desarrollado su carrera en Estados Unidos. Con su ópera prima, Aquí y allá (2012), se alzó con el Premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes. En esta ocasión los protagonistas serán Regina, madre soltera con dos niños, y Andrew, su primogénito de 14 años. Ambos son afroamericanos que luchan en su día a día para seguir adelante sobreviviendo en los suburbios norteamericanos. El guion ofrece temas ya tratados en otras películas vistas en este festival como son la paternidad, las segundas oportunidades, o la maduración y crecimiento en barrios y contextos complicados.
Lo que en un principio parece que la cinta va a focalizarse en el chico, pronto nos sorprenderá al seguir la vida de la madre y los conflictos que le afligen, tanto en asuntos labores como con su nueva pareja. Méndez Esparza enmarca su filme en las pasadas elecciones que ganó Trump, y me temo que muchas son las películas que veremos estos próximos años que tendrán a estos comicios de fondo. Dotada de gran realismo y naturalidad, La vida y nada más refleja certeramente la vida de muchas personas negras en los Estados Unidos en la actualidad. Sin forzar nunca el drama. Nada simplista.
Para concluir la jornada la proyección especial de La llamada, adapación de la famosa obra de teatro del mismo nombre. Divertida propuesta que encandilará a los chiquillos y a ciertos chavales, acostumbrados a los típicos gags de las sitcoms españolas. Los creadores de la célebre serie online Paquita Salas, Javier Calvo y Javier Ambrossi, debutan en el largo con una comedia que consigue hacer reír pero que se va desinflando poco a poco. Ambientada en un campamento cristiano en donde se le parecerá a una joven un Dios que canta y baila, La llamada fuerza demasiado su historia, estirándola incongruentemente. En el reparto encontramos a unas esqueléticas Macarena García y Anna Castillo, a la andaluza Belén Cuesta o a la madrileña Gracia Olayo. A quienes debemos sumar los cameos de Secun de la Rosa, de la youtuber Esty Quesada (Soy una pringada) y del cantante de reggaetón Henry Méndez. Sus números musicales van desde lo chispeante hasta lo ridículo. Y los chistes son eficaces en pequeños momentos y pueriles y repetitivos (¿de qué señor me hablas?) en la mayor parte del tiempo. Lo mejor es su libertad, irreverencia y buenrollismo, sin temor a provocar la vergüenza ajena, así como destacar igualmente el tema principal, compuesto por Leiva. Para fans del musical y/o la generación millennials.