Festival de San Sebastián 2017 (Día 3)
Primer y último domingo de festival donostiarra, el cual nos dejó en Sección Oficial y fuera de ella obras de una calidad altísima, destinadas a ser de lo mejor de este año 2017. Comencé con Love Me Not, durísimo filme para empezar una jornada larga de cine, pero es lo que dicta el programador. Dirigida por el realizador griego Alexandros Avranas (Miss Violence, 2013), la trama nos sitúa en la llegada de una joven inmigrante en la vivienda de un matrimonio de clase alta y modales exquisitos. Más adelante descubriremos que esta ha sido contratada como vientre de alquiler. Un tema que se volverá a tratar en la película de Lerman. Gracias a los planos fríos, el silencio imperante de los protagonistas o las miradas sibilinas que se entrecruzan podemos advertir de que algo siniestro está por suceder. Y es lo que ocurrirá en cada paso que van dando sus guionistas: Kostas Peroulis y el propio Avranas.
Notable filme sobre la sordidez y miseria humanas. Sobre nuestro egoísmo más ancestral y radical. Sus responsables consiguen sacar lo peor del ser humano, su lado más perverso y deplorable. Cargado de violencia y alguna que otra descarnada secuencia, su quirúrgica puesta en escena y su atmósfera de terror psicológico harán revolverse en su butaca a más de un espectador. Por momentos recuerda a Haneke y Lanthimos. A quien esto escribe le ha gustado bastante y creo firmemente que es carne de palmarés (en especial su meticuloso y bien construido guion), aunque a la prensa en el primer pase no le ha convencido mucho si nos dejamos llevar por los comentarios vertidos tras la proyección y el hecho de que no hubo aplausos, más bien unas tímidas risas por parte de algunos.
Más tarde llegaría una de las revelaciones de la temporada cinéfila: Jusqu’à la garde. La obra comienza magistralmente con otro espinoso asunto de máxima actualidad, el de las custodias compartidas. La cámara nos ubica en una vista judicial convocada para resolver la custodia de un menor en un pareja divorciada, donde la jueza, tras escuchar ambas partes y a sus respectivas abogadas, dictamina la polémica decisión de que se turnen al crío. Hasta aquí no sabemos quién miente o dice la verdad, pero dicha incógnita irá desapareciendo paulatinamente mientras avanza el metraje.
La intensidad de la trama va in crescendo, en un manejo del tempo por parte de Xavier Legrand, director y guionista en solitario, digno de aplauso. Asombra que se trate de una ópera prima, con unos planos asfixiantes que penetran en la mirada de los espectadores, haciéndoles daño, causándoles pánico. Ayudan las soberbias actuaciones de Léa Drucker, Denis Ménochet y el pequeño Thomas Gioria. Y no solo por las desmesuradas dotes de estos intérpretes, sino que también por una dirección de actores grandiosa.
Programada en la sección Perlas y ganadora de los premios de mejor director y mejor ópera prima en Venecia, estamos hablando de una obra maestra sobre la violencia de género. O sobre la violencia, simplemente. Es terrorífica, angustiosa, claustrofóbica y, lo que es peor, muy real. Es perfecta. Y necesaria. He salido de la sala con un mal cuerpo difícil de explicar. Llorando. Aterrado. Temblando.
De nuevo en la Sección Oficial a competición veíamos a continuación Una especie de familia, del argentino Diego Lerman (Refugiado, 2014). Como cité más arriba, este drama intimista toca también la delicada cuestión de los vientres de alquiler o maternidad subrogada. Bárbara Lennie interpreta de manera descomunal (y se sitúa ya como firme candidata a la Concha a la mejor actriz) a una médica bonaerense entrada en la treintena que viaja al norte de Argentina porque su bebé está a punto de nacer, aunque quien dará a luz no será ella, sino otra mujer. En un sospechoso hospital de dudosa moralidad se situará la acción de la mayor parte de la película, la cual se encuentra cocinada a fuego lento, donde los datos se nos ofrecen a cuentagotas, muy bien medidos. Hay suspense, hay lágrimas, hay dolor. Pero lo que hay sobre todo es la historia de una mujer desesperada que lo intentará todo para recuperar su vida tras un triste suceso personal. La secuencia de la plaga de langostas es remarcable.
Por lo demás, he podido asistir también a otras dos proyecciones. Por un lado la de Princesita, cinta de 78 minutos dirigida por la realizadora chilena Marialy Rivas, que al igual que con su primer y anterior largometraje, Joven y alocada, no termina de convencerme ni en sus formas ni en su fondo. Aquí prosigue su obsesión con la iniciación sexual, el paso a la madurez y los conflictos juveniles con la religión llevada al extremo que impera en los círculos más cercanos de los púberes. Basada en hechos reales, el filme me resulta un videoclip estilizado con ínfulas de artista.
Y por otro la de Wonders of the Sea 3D, documental narrado y producido por Arnold Schwarzenegger (quien ha llegado hoy a la ciudad) donde se nos muestra las maravillas de las profundidades marinas. Narrativamente no hay nada original, más bien hablamos de un documental de la 2 de TVE. Otra cosa es la grandeza de sus imágenes, la pericia de los operadores para captar los momentos precisos y la hipnosis que provoca deleitarnos de estas secuencias oceánicas en tres dimensiones. Está dirigida por Jean-Michel Cousteau, hijo del célebre explorador marino, y Jean-Jacques Mantello, y merece la pena su visionado por lo antes mencionado y por su mensaje ecologista, aunque le falte eso tan preciado en el séptimo arte como es un buen guion.