Festival de San Sebastián 2017 (Día 1)
La 65 edición del Festival de San Sebastián arrancó con Submergence, la última película del veterano director alemán Wim Wenders. Una extraña narración, entre lo lírico y lo pretendidamente trascendental, para una historia de amor más bien convencional. Lo cierto es que hay bastante química entre los actores protagonistas: James McAvoy, quien hace de espía e ingeniero hidráulico al que lo secuestran unos terroristas yihadistas en Somalia, y Alicia Vikander, una biomatemática que trabaja estudiando las profundidades del mar, sumergiéndose en las últimas capas de los océanos para descubrir nuevos hallazgos acerca del origen de la vida en el planeta Tierra. El tempo, el montaje y esa pretensión autoral en todo momento para retratar el vacío existencial de sus personajes pueden llegar a exasperar a una gran parte del público, que en cambio recibió la película con más elogios y aplausos que la crítica en general. A un servidor le ha resultado bastante curiosa la propuesta y le mantuvo pegado a la pantalla en prácticamente sus 111 minutos de duración. Lejos de ser magnética, sí existe, en cambio, una lograda incertidumbre de cómo se cerrará la historia, con unas secuencias finales muy conseguidas.
Bastante mejor fue The Charmer, notable ópera prima del danés Milad Alami. Proyectada en la sección Nuev@s director@s, la trama sigue a un joven iraní que se desplaza hasta Dinamarca con el propósito de seducir a mujeres, normalmente bastante mayores que él, para conseguir que alguna se case con él y así lograr que no lo deporten del país para posteriormente ayudar a su familia que ha dejado en Irán. Los acontecimientos, como eran de prever desde el minuto 1 donde se nos muestra el suicidio de una mujer que se lanza desde una ventana, no serán nada fáciles para nuestro protagonista, Esmail. Y le surgirán innumerables problemas, algunos de más consideración que otros. La nacionalidad, la patria, la migración, la familia, las relaciones de pareja en el siglo XXI o la violencia son algunos de los temas expuestos por Alami en su elegantísima película, con una plausible puesta en escena y una atmósfera de suspense altamente conseguida. La fotografía, que corre a cargo de Sophia Olsson, acompaña espléndidamente a crear ese estado de angustia, temor y ansiedad que sufre Esmail. De vez en cuando el humor también se cuela de manera bien hilada, puesto que las dificultades que encuentra nuestro “encantador” para conquistar a féminas desesperadamente se presta a esas gotas de comicidad. Lo dicho, una magistral primera obra, con una intensa y bien medida interpretación de Ardalan Esmaili y un ingenioso guion capaz de asombrar en cada giro argumentativo. Espero que el nombre de Milad Alami se tenga desde ya a muy tener en cuenta para el futuro.
Ya por la tarde, dentro de la Sección Oficial se proyectó la esperada El autor, la última película de Manuel Martín Cuenca, quien se basa en El móvil, la novela de pocas páginas con la que Javier Cercas se lanzó a la literatura. La historia nos traslada hasta Sevilla durante el pasado verano 2017, donde seguimos de cerca a Álvaro Martín, un abogado que trabaja en una notaría cuyo sueño es escribir una buena novela. Pese a llevar tres años asistiendo a una escuela de escritura y a diferentes talleres los resultados no son muy positivos, pues en palabras de su profesor, a Álvaro “le falta vivir, salir a la calle”. Mientras, su mujer alcanza el éxito con su última novela publicada, habiéndose vendido más de 300.000 copias en poco tiempo. Si los planos durante toda la cinta son muy originales, más aun lo es un guion repleto de detalles y reflexiones internas sobre el juego de la ficción y no ficción.
Avalada por el Premio FIPRESCI en el recién clausurado Festival de Toronto, la obra de Martín Cuenca no defraudó. Se trata sin duda de uno de los títulos españoles del año. Las carcajadas no cesan durante toda la proyección. El realizador almeriense controla a la perfección ese fino humor que baña toda la película. Brillantes las actuaciones de Javier Gutiérrez, absoluto protagonista y que se come cada plano de manera sorprendente, de Antonio de la Torre, dando vida al sibarita profesor de escritura, y de Adelfa Calvo, la portera cotilla del bloque cuyo marido pasa de ella. Espero que le lluevan los premios. Y otro personaje más en el filme es Sevilla, que queda magníficamente retratada utilizándose adecuadamente varios bellos puntos de la ciudad en escenas clave.
Para haber sido más redonda le hubiera recortado algunos minutos, pues aprecio que el ritmo en su tercio final decae un tanto en comparación con el resto del metraje. Pero esto no desmerece una notable propuesta cargada de chispeantes y sagaces diálogos, escenas costumbristas y variopintos personajes altamente bien dibujados. Al contrario de la interesante Ruby Sparks (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2012), en donde un personaje de la novela que está escribiendo el escritor protagonista se materializa en su casa y comparte vida con él, en El autor es el propio escritor quien se crea su propia novela en su vida para luego plasmarla en el papel. Pura imaginación, no se la pierdan.
Y para cerrar la jornada descubrí una espléndida obra maestra. Se trata de la última ganadora de la Palma de Oro en Cannes, cuyo jurado fue presidido por Pedro Almodóvar. Hablamos de la sueca The Square. La dirige Ruben Östlund, quien después de fascinarnos con tramas ingeniosas e imágenes absorbentes difíciles de olvidar con obras como Play (2011) o Turist (2014) aquí el realizador escandinavo nos sumergirá en la vida del director artístico de un importante museo de arte contemporáneo en Suecia. Son 142 minutos de absoluto ingenio. Cada paso es un acierto. Cada plano, magia. Cada escena, una película en sí misma. El espectador nunca sabrá hacia dónde derivará las inauditas secuencias, donde el humor y la crítica afilada siempre se encuentran presentes, aunque a veces haya que rascar demasiado para encontrar la metáfora o la incisión. Estudio antropológico del hombre occidental en el año 2017. Plantea infinidad de preguntas, de debates, de dilemas morales. El mundo del arte, la igualdad de derechos entre los seres humanos, la mendicidad, la brecha abismal entre ricos y pobres, la globalización o los límites de la libertad de expresión son algunos de sus puntos de reflexión. El personaje de Christian, interpretado soberbiamente por Claes Bang, va a quedar para los anales de la historia del séptimo arte. En noviembre se estrenará en las carteleras españolas. Por nada del mundo vayan a obviarla. La adorarás o te parecerá sobrecargada, pero no te dejará indiferente.