Entrevista con Natalia de Molina
La vida de Natalia de Molina (Linares, 1989) cambió sin duda el día en que David Trueba la escogió para coprotagonizar Vivir es fácil con los ojos cerrados (2013). En la piel de Belén, la perdida adolescente embarazada que acompaña en coche al personaje de Javier Cámara en su peculiar odisea para lograr conocer a John Lennon en el desierto de Almería, la joven intérprete consiguió no solo el Goya como Mejor Actriz Revelación, sino el respeto y la admiración de crítica, compañeros y público, así como un perfecto trampolín para multitud de buenos personajes. Curtida en cortometrajes y en el teatro desde su debut como Adela en La casa de Bernarda Alba en 2007, la hemos podido ver en series de gran éxito como Bajo sospecha (Antena 3) y en películas tan distintas como Solo química (Alfonso Albacete, 2014) o la alocada Cómo sobrevivir a una despedida (Manuela Moreno, 2015), en la que coincidió con su hermana Celia de Molina . Próximamente podremos verla en la esperadísima Toro, regreso de Kike Maíllo tras la muy exitosa Eva (2011), Pozoamargo (Enrique Rivero, 2014) y la también muy esperada Kiki, de Paco León.
En Mundo Crítica hemos hablado con ella con motivo del próximo estreno de Techo y comida (Juan Miguel Castillo, 2015), un demoledor retrato de la crisis en el que de Molina interpreta a Rocío, una joven madre soltera y en paro que lucha por salir adelante con su pequeño Adrián mientras ve con preocupación la cada vez más cercana amenaza del desahucio. Esto es lo que nos ha contado:
El guión de Techo y comida te entusiasmó desde el principio. ¿Qué sentiste en esa primera lectura?
Cuando leí el guión lloré, directamente (risas). Estaba leyendo y me llegó muchísimo, me emocioné, lo sentí muy dentro. Después lo dejé aparcado y lo que me pasó es que los siguientes días seguía pensando en Rocío y en la historia. Como persona me generó un sentimiento de impotencia y de rabia, porque aunque es un guión, es ficción, también es completamente real en lo que cuenta. Al leerlo empezaba a comprender a la persona detrás de la noticia que vemos en los telediarios. Empaticé mucho con Rocío. Luego hablé con Juan (Juan Miguel Castillo, el director de la película), vi su corto Rosario, con Asunción Balaguer, y supe que, si alguien tenía que contar aquella historia, era él, porque sabe de lo que habla y tiene una visión perfecta como cineasta, para ser una de las primeras películas que tratan este tema. Tiene mucho respeto, mucha verdad. No hay nada artificial, no hay edulcorante, no busca la sensiblería. Es dura y te presenta las cosas como son, pero no porque te esté llevando a sentir cosas, o a que llores. Lo que estás viendo te llega porque lo reconoces y te resulta verdad. Luego tuve un poco de miedo también (risas), porque era mucha responsabilidad. Yo soy muy joven, llevo relativamente poco en esto, y esto era una cosa muy grande. Toda la responsabilidad está sobre mis hombros. Estoy en el 98% de los planos, y algunas escenas, como la del abogado, son sólo un plano sobre Rocío. Por una parte yo decía: «¡Qué guay!», y por otra: «A ver si te vas a envalentonar y te va a salir mal» (risas). Y como tenía tanto respeto por el tema que trata la película, supe que si decía que sí tenía que dejarme la piel. Y dije que sí, tuve el valor, aunque no sin cierta inseguridad por lo enorme que era el reto, pero yo siempre soy así. Si digo que sí a algo, voy a muerte. Además, no había otra forma de hacer este personaje. Tienes que ir a muerte, y es lo que he hecho.
¿Cómo preparaste el personaje de Rocío? ¿En qué te has basado?
La película trata una realidad que todos conocemos y vemos en las noticias, así que me he informado mucho en Internet, en blogs, y he leído muchos testimonios de personas que han pasado por esto. También me he reunido con abogados que trabajan ayudando a personas afectadas por un desahucio o en riesgo de exclusión social. Cerca de donde vivo hay un comedor social y he ido también muchas veces allí a observar a la gente. Ha sido una mezcla entre toda esa información que he recogido y dejarme mucho la piel (risas). Me he tirado a la piscina y he confiado plenamente en Juan, en lo que él quería y en cómo lo quería, y ahí está Rocío.
¿Cómo fue el trabajo con Jaime López, el joven actor que interpreta a Adrián?
Para mí era muy importante saber quién iba a ser el actor que diera vida a Adrián, porque todo pasa por él y por Rocío. Ellos dos son todo en la película, esa relación madre-hijo. Adrián es el pilar de Rocío. A ella le bombea sangre el corazón y hace todo lo que hace porque tiene que tirar para adelante porque tiene a su hijo al lado. Si ella estuviera sola, la película sería otra cosa. Como actriz yo necesitaba saber quién iba a ser el niño y conocerlo, era muy importante. Cuando escogieron a Jaime y yo lo conocí, dije: «Bueno, bueno, ya está todo hecho» (risas), porque es que el niño es un artista. Es realmente impresionante cómo se metió en el papel y en la historia, que es muy dura, pero él lo entendía todo. Luego lo conoces y es un niño, claro, y tiene una buena vida, pero fue muy profesional y lo entendía todo. Yo flipaba con él (risas). Realmente ha sido un gran descubrimiento. Es un actor. Es un gran actor. Creo que ha nacido para esto. Tiene una familia muy centrada, además… él es un niño, va a seguir siendo un niño normal, va a seguir estudiando, y si cuando sea mayor quiere supongo que empezará a estudiar Arte Dramático en una escuela. Pero es un grande (risas).
A nivel psicológico, ¿te resultó duro vivir en un personaje como Rocío?
Yo no soy una actriz que me lleve los personajes a casa. Yo ruedo, soy el personaje, y cuando termino soy Natalia. Pero es verdad que esta película ha sido muy dura a nivel emocional. Lo he disfrutado mucho como actriz, pero lo he sufrido como Rocío. Al llegar a casa me costaba muchísimo dormir, por ejemplo. Yo pensaba que era por los nervios, pero después he reflexionado y sé que era porque el rodaje era tan intenso que, aunque yo quisiera descansar, mi cuerpo estaba en tensión por lo que había vivido durante el día. Ha sido duro, pero estoy muy orgullosa y muy agradecida por poder haber hecho esta película y poder haber dado vida a Rocío. Yo a veces dudo si yo he hecho a Rocío o Rocío se ha metido por ahí y ha aparecido (risas), porque no hay nada de Natalia en ella. Ni la voz, ni la expresión corporal, ni el acento… Yo lo pensaba, pero no lo decía, y cuando lo han visto mi madre, mi hermana, mi padre, toda mi gente que me conoce mucho, todos me lo han dicho, que no hay nada mío. Y yo lo pensaba, pero no lo quería decir, a ver si se iban a pensar que estaba loca (risas), pero es que… es Rocío. Es Rocío.
¿Cómo ha cambiado tu vida y tu carrera el Goya conseguido por Vivir es fácil con los ojos cerrados?
Más que el Goya y el reconocimiento que obtuve, Vivir es fácil con los ojos cerrados es todo. Yo estoy en Techo y comida porque Juan me vio en Vivir es fácil con los ojos cerrados y pensó que yo podía hacer algo tan distinto (risas), esa fue su apuesta. Para mi es una película muy importante. El Goya… pues claro, siendo tu primera película, que nadie te conoce, y de repente te dan el Goya, pues claro… es que suena muy fuerte (risas). Obviamente te da una visibilidad muy grande. Ha sido una película muy importante y hoy estoy aquí gracias a ella.
Natalia, muchísimas gracias por hablar con Mundo Crítica. Te deseamos muchísima suerte.
Muchas gracias a vosotros.