Entrevista con Juan Miguel del Castillo

Juan Miguel del Castillo (Carlos Alvarez/Getty Images Europe)

Juan Miguel del Castillo (Jerez de la Frontera, 1975) debuta en la dirección de largometrajes con Techo y comida, un durísimo retrato de la crisis en su versión más salvaje, la de dejar sin casa a personas como Rocío, la protagonista de la historia (a quien da vida una excepcional Natalia de Molina), y su hijo Adrián. El realizador andaluz había probado ya suerte anteriormente en el mundo del videoclip y también en el del cortometraje, consiguiendo gran reconocimiento gracias al celebrado Rosario, protagonizado por Asunción Balaguer. Igualmemte, estuvo detrás también de la divertida serie Curso Dandalú, creada para Canal Sur TV.
En Mundo Crítica hemos podido hablar con él con motivo del estreno de Techo y comida. Esto es todo lo que nos ha contado.

¿Cuando surgió la idea de Techo y comida, tu primer largometraje?

Surgió hace tres años ya, en 2012, el año en que la crisis estaba en su punto más álgido y cuando más desahucios hubo. Yo tenía una vecina que vivía en su piso con sus dos niños, y algunas veces me pedía leche u otras cosas, pero siempre me ponía excusas… hasta que un día desapareció y dejó de vivir allí. Y un día, por televisión, me enteré de que la habían desahuciado. Eso me impactó, lo cerca que había estado yo de aquella mujer (que a veces incluso venía a casa y se sentaaba a charlar conmigo) y cómo me había tenido que enterar de aquello por la televisión. Me di cuenta de que estas personas viven ese drama en silencio, con mucha vergüenza, y me afectó bastante porque, claro, yo la conocía a ella y a sus niños… ni me lo creía. Además, soy cineasta, estaba buscando historias, y siempre me ha preocupado mucho la situación tan mala que tenemos, sobre todo en Andalucía. Ahora mismo en Jerez tenemos un 40% de paro. Mucha gente lo está pasando muy mal. Yo tenía que aportar algo a esto y me lancé a escribir el guión.

 ¿Qué dificultades has encontrado a la hora de ponerla en pie? ¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de rodarla?

Son tantas las trabas que ha habido que podemos estar aquí hasta mañana (risas). Lo más complicado ha sido la financiación. Imagínate lo que es hacer una película y lograr que se estrene en toda España. Nosotros no somos una gran empresa, no somos conocidos. Yo empecé solo en esto, escribiendo el guión sin saber si se iba a rodar. Esto no es Hollywood, aquí no hay encargos ni dinero (risas). Además, tú tienes que vivir, pagar las facturas de tu casa. Lanzarme a esto solo fue una decisión muy importante. Al año o así encontré la productora. Se enamoraron de la historia y apostaron por mí. Lo más complicado ha sido buscar la financiación. Ninguna televisión nos ha apoyado, y tampoco hemos recibido ninguna subvención del Estado. La película está financiada con capital privado y la productora, Diversa Audiovisual, se la está jugando.
Lo mejor ha sido la entrega de la gente. Todo el que ha trabajado en la película lo ha hecho de forma muy apasionada. Esa entrega ha sido fundamental. Yo siempre he querido hacer películas, desde chico, y esa entrega me ha llegado. Yo veo los créditos y se me saltan las lágrimas por todo lo que ha trabajado el equipo. Está todo ahí. También ha sido importante darle voz a todo ese colectivo de personas olvidadas. Eso es lo mejor. Lo peor… no sé, porque sólo nos han pasado cosas buenas. Lo que más he podido sufrir ha sido el montaje, quizás. Hemos tenido que eliminar veinte minutos de película, y eso son muchos días de trabajo, pero al final hay que decidir y es por el bien de la historia. Pensamos que así iba a funcionar mejor.

La escena de la victoria de la Selección Española de fútbol, que coincide con un momento dramático para Rocío y Adrián, ¿pretende retratar o criticar a esa España que mira para otro lado mientras ocurren gravísimas injusticias sociales?

Sí, se trata de despertar la conciencia. Estos personajes están solos, están abandonados, nadie les escucha. Esa escena muestra esas dos Españas. Dramáticamente me venía muy bien, porque tiene esa pincelada de crítica pero no deja de ser ficción.

Llaman la atención también los créditos finales, con ese molesto sonido como de sierra…

Me alegra que me digas eso, porque ese era exactamente el efecto que queríamos conseguir. Muy poca gente se queda a ver los créditos de una película, y yo quería que la gente se quedara en esta ocasión. Yo quería «molestar» hasta que la gente se vaya de la sala. Son martillazos y un taladro, y es un sonido muy molesto. Es otra manera de seguir contando la historia.

¿Tuviste miedo en algún momento de abrumar al público con mucha desgracia?

Yo quería concienciar a la gente, y aunque la película parezca dura, en realidad es muy light. No es nada comparada con lo que está pasando. Ojalá hubiera podido contar otra cosa, pero es así. También había que tener cuidado con no pasarse, porque el cine que gusta a las masas en España no es nuestra película, y eso lo sabemos. Por supuesto que es dura, sobre todo porque cuando la ves piensas que tu vecino de al lado puede ser alguien como Rocío. Eso es lo que duele. Es un tema muy delicado. Hay tanta injusticia… esta vez he contado esta, pero me gustaría poder contar más.

¿Cómo se trabaja en el set de rodaje cuando se está filmando una película tan oscura?

Pues aunque no lo parezca estábamos de cachondeo todo el día (risas), porque claro, tienes que desahogarte. Algunas escenas incluso provocaron mucha risa. El ambiente la verdad es que fue muy bueno, había muy buen rollo. Si no hay bromas de por medio, un rodaje es muy estresante, y más el nuestro, que se hizo en veintitantos días. Le pusimos mucha pasión, eso sí.

¿Te ves como cineasta dentro de una tendencia actual del cine español más político y social?

Con esta película sí, pero no quiero quedarme encasillado. Me interesa el cine realista, el que hace pensar y puede ayudar a cambiar lo que no va bien. Como decía, me molesta mucho la injusticia. Si me dejan, me gustaría seguir por ese camino.

 El final de la película es abierto. ¿Por qué?

El objetivo está claro: el espectador debe sentirse como la protagonista. ¿Y ahora qué? Rocío y Adrián están igual, sin saber qué va a pasar. Eso es el cine para mi, poner al espectador en el lugar del personaje. Esa es la única razón.

¿Natalia de Molina fue la primera opción para interpretar a Rocío? ¿Cómo fue trabajar con ella?

Había pocas actrices que pudieran hacerlo. Yo quería que fuera andaluza, por el tema del acento, porque es horrible cuando se intentan imitar los acentos (risas). Ella además tenía la edad adecuada, estaba en un momento muy bueno, después del Goya… todo eso ayudó. Además Natalia se enamoró del guión, quería hacerlo y no nos lo pensamos más. Lo leyó y al día siguiente nos dijo que sí. Yo no me lo creía (risas). Con ella fue todo muy fácil.

¿Y con Jaime López, que interpreta al pequeño Adrián?

He tenido mucha suerte con él. Yo ya estaba decidido a no trabajar más con niños en la vida (risas), pero aquí me metí en el lío otra vez, y al conocerlo dije: «Por fin he encontrado un niño bueno». Tiene mucha chispa, lo hace muy bien, no hay secreto. En la prueba final de casting yo sólo le pregunté si se sabía su texto, me dijo que sí, y yo decidí dejarle a su aire, a ver qué hacía… e hizo eso. Tengo ese vídeo y la verdad es que lo hace clavado a como luego ha quedado la escena en la película. De hecho, en la peli lo hizo a la primera. Quiere estudiar Interpretación, le apasiona este mundillo, es muy natural, y es que tiene un talentazo. Hemos tenido mucha suerte con él. Además nos saca de todos los apuros en las entrevitas (risas). En Málaga le preguntaron cómo actuaba tan bien, y él dijo: «Como Natalia es tan buena actriz, yo la imito a ella» (risas).

¿Cuáles son tus influencias cinematográficas?

El neorrealismo italiano me influye muchísimo. Por decirte algo más contemporáneo… los hermanos Dardenne, me apasionan. También me gustan muchos clásicos del cine mudo, o Hitchcock, o Haneke… me gusta todo lo que esté bien hecho. Y por supuesto todo influye.

¿Cómo encaja esta película dentro de tu trayectoria?

He hecho muchas cosas… algunas son trabajos, porque hay que comer (risas) y otras son las que realmente me gustan. He hecho varios cortos en los que he podido ir experimentando y probando cosas, y con uno de ellos tuve tanto éxito en Internet que hasta me llamaron de Canal Sur para hacer una serie de 13 capítulos, Curso Dandalú, que es de humor y no tiene nada que ver con Techo y comida. También he hecho videoclips con mi productora, y ya desde la escuela de cine me empecé a interesar por las historias más sociales, por un cine más austero, más sobrio. y en eso sigo. Uno, con la edad, se va centrando y le interesan cosas más series. Más adelante igual digo: «Pero, Juan, ¿qué hiciste con Techo y comida?» (risas), pero bueno, ahora mismo estoy muy satisfecho.

Nos dicen que la situación económica está mejorando. ¿Puede ayudar Techo y comida a aclarar esa percepción?

Yo pienso que es mentira. Yo invitaría a quien dice eso que se venga a Jerez para ver la realidad. cuando la hice, pensaba que el tema iba a estar pasado de moda. Y es muy triste ver que la situación está igual o peor que antes. Yo creo que los políticos tienen que estar más en la calle, en la batalla, y dejarse de tanta estadística. Espero que la película ayude a concienciar a la gente. Lo que menos está gustando a ciertos sectores son los datos que damos al final de la película. Se nos critica porque es subrayarlo. Y sí, es cierto, es subrayarlo para quien lo sabe, pero para quien no lo sabe es nuevo. Hace poco estuvimos en Estonia en el festival de Tallin y la gente se quedaba asombrada con esas cifras de pobreza. Yo no quiero molestar a nadie, pero sí quiero contar lo que está pasando. Si la película sirve de algo, con eso me conformo.

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