Entrevista a Javier Zoro

Javier Zoro nació en Chile en el año 1984. Estudió filosofía en Valparaíso y, posteriormente, cine documental en la Escuela de Cine de Chile, en Santiago. Ha realizado algunos cortometrajes documentales como En torno al reloj y Teorema del roto. En 2011, trabajó como co-dramaturgo en la adaptación del poema de Shakespeare La violación de Lucrecia, estrenada en Matucana 100. Mapamundi, que competirá en la Sección Oficial de Documentales del 17 Festival de Málaga, es su primer largometraje.
¿Qué permite el género documental que no logre la ficción?
Me parece que documental y ficción son dos categorías problemáticas. Quizá a primera vista todos reconocemos “esto es un documental”, “esto es ficción”, pero mirado más de cerca a veces las cosas se complican un poco y nos encontramos con híbridos, con recursos de ficción en el documental y viceversa. Por mencionar un par de ejemplos, este año he visto dos documentales que usan una puesta en escena con muchos elementos de ficción: César debe morir (Paolo Taviani, Vittorio Taviani, 2012) y The Act of Killing (Joshua Oppenheimer, 2012). De todos modos, no nos cabe duda, son documentales. Pero películas como Close-up o Ten de Kiarostami, ¿documental o ficción? Yo creo que “lo documental” inserta un cierto factor de inestabilidad sobre la imagen. Jia Zhang Ke, Pablo Trapero, José Celestino Campusano, por nombrar algunos. Me interesan mucho las mezclas, creo que el documental permite en muchos casos ingresar en zonas que a los esquemas de producción de ficción más comerciales les está vedado. Pero no por eso me van a dejar de gustar los hermanos Coen. Personalmente, no soy en absoluto un purista del documental, creo más bien en la fuerza que “lo documental” puede imprimirle a las imágenes que vemos, pero al mismo creo que “lo documental” trae consigo siempre un cierto potencial narrativo o dramático. Un trozo de madera en la orilla de la playa, como en el plano secuencia inicial de Five Dedicated to Ozu (Abbas Kiarostami, 2003) ya tiene en sí un germen narrativo, dramático.
Según la sinopsis, Mapamundi es también una humorística reflexión sobre el género del documental. ¿Qué otras dudas se plantea con dicho género?
Mapamundi juega con múltiples registros de la imagen documental. Parte como un documental convencional sobre la cartografía, algo pedagógico al estilo BBC. Pero paralelamente se alterna el “making of”, que es como un germen perverso que anticipa que aquí hay algo raro, que hay que estar atentos, pues el cámara no se interesa tanto en las especulaciones de alto vuelo del protagonista, el cartógrafo-escritor Joaquín Hernández, sino que se interesa más en las condiciones en que éste vive, en su espacio inmediato. Desde ahí, la película muta contantemente. De pronto estamos en medio de un vídeo institucional o publicitario y unos minutos después en un plano autobiográfico. Esta evolución interna y metamórfica de Mapamundi es una de las cosas que la hace una película difícil de clasificar.
¿Cómo le surge filmar Mapamundi?
Como decía Raúl Ruiz, esta es una pregunta muy alemana (el origen de la idea). En EEUU preguntarían “cuánto costó la producción” y en Chile, por supuesto, “¿cuánto ganó?“. Hablando en serio, siempre es un poco difícil de explicar el origen de las ideas. Creo que es el cruce de distintos elementos, entre los cuales mencionaría 3 fundamentales. Primero, cuando llegué a vivir al taller mecánico Euroespecialista, me pareció inmediatamente una locación interesante. Sin embargo, no sabía bien cómo abordarla. Quería hacer algo ahí, aprovechando mi cercanía. Pero no había algo que gatillara mi deseo de filmar o que me motivara a cruzar el límite que me separaba del mundo de los trabajadores (yo estaba ahí como un mero allegado viviendo en un improvisado dormitorio, ajeno al mundo del trabajo).
Entonces, segundo elemento, llegó el mundial de fútbol de Sudáfrica 2010, que fue una pequeña suspensión, una ruptura del rutinario e insobornable tiempo de trabajo del taller. Quizá sea muy absurdo, pero lo único que logró detenerlo fue la pelota rodando en unos virtuales pastos sudafricanos que llegaban por el televisor instalado en el hall de entrada del taller. Ahí estábamos todos, chilenos, peruanos, argentinos (solo un par de mecánicos desinteresados siguieron trabajando). El mundial produce una emoción en mí, ligada al tiempo, quizá una melancolía producto de su fugacidad, de su retorno cíclico cada cuatro años, su desplazamiento geográfico. No sé. Desde esta emoción me abrí a pensar la influencia que tiene el mundial sobre la imagen que uno se hace del mundo. Esta pregunta me llevó a investigar algo de cartografía y así di con –tercer elemento- los mapas del medioevo, que también tienen algo muy infantil y que me conmovieron inmediatamente. Creo que el encuentro azaroso de estos tres elementos (taller mecánico, mundial, mapas) desembocó en un film bastante sui generis como Mapamundi.

Álbumes de cromos, territorios de figuritas de acción, direcciones para una mudanza… ¿Cuántos “mapas” podemos encontrar de nosotros mismos en nuestro hogar? Y, ¿hasta cuánto pueden hablar de nosotros?
En la película se sugieren dos cosas muy claramente, por un lado, la cualidad especular de los mapas, espejos-deformantes, etc. y , por otro, la posibilidad de que cualquier cosa, desde una lámina del álbum (o cromo, como le llaman ustedes en España) a una película hollywoodense puedan ser contemplados como mapas. En el fondo de todo esto creo que estoy siguiendo una idea muy propia de la filosofía del siglo XX, Bachelard, Heidegger, George Perec, Peter Sloterdijk, quienes han puesto el espacio como categoría fundamental y han hecho poéticas o filosofías espaciales. Concretamente es el filósofo alemán Peter Sloterdijk quien ha dicho –creo que en Esferas- que la pregunta griega, délfica clásica que rige en gran modo la filosofía, “¿quién soy?” (conócete a ti mismo) se ha desplazado actualmente hacia un “¿dónde estoy?” o, más bien, “¿dónde estamos?”. Desde ahí, uno cuestiona los límites y certezas del mundo y creo que en eso, el mundo que nos fue legado a los de mi generación –yo tenía 5 años cuando se cayó el muro de Berlín-, es un mundo donde nada es muy definido. Las posiciones no son tan claras como lo fueran antes de la caída de las utopías, como el bastante más dicotómico mundo de nuestros padres, ¿dónde está la izquierda ahora, por ejemplo? ¿dónde está Latinoamérica? ¿dónde está Europa? Son preguntas de resonancia tanto espacial, política y ontológica.
¿Qué va a encontrarse el espectador que acuda a Málaga y entre en sala para ver Mapamundi?
Con una obra que busca sobre todo generar preguntas sobre nuestros modos de habitar y de imaginar los espacios. Mapamundi es un ejercicio, situado, desde el fin del mundo (¿somos realmente el fin el mundo?, ¿la finis terrae?), un intento de repensar la espacialidad global en la cual estamos inmersos. Me da curiosidad saber cómo se recibirá Mapamundi en Málaga, ciudad que lamentablemente no conozco.
Anteriormente había realizado algunos cortos documentales y este es su primer largometraje, ¿le ha costado mucho más sacar este proyecto adelante? ¿Dónde ha encontrado las mayores diferencias entre un formato y otro?
Costó bastante en términos de tiempo, dedicación y dolores de cabeza, no así económicamente porque Mapamundi es un film muy barato. Pero fue una gran experiencia. Yo no sé si ponerlo en relación con mis cortos previos, a los cuales yo considero pequeños ejercicios, exploraciones de alguien que está comenzando en el cine. Mapamundi es más bien una transición para mí desde el formato literario, libresco (yo entré al cine después de haber estudiado filosofía) al cinematográfico. Creo que eso está muy presente en el film, todavía hay un pie en los libros, hasta tuvimos que inventar un libro falso del cual la película es la adaptación. Un gesto bastante borgeano, porque el libro no existe, son sólo las citas que lee la voz en off. Varias personas que han visto la película me han preguntado dónde conseguir el libro.

Si tuviera que realizar una cartografía actual de Chile y su cinematografía diría…
Suponiendo que sea posible hablar de “cine chileno”, diría que sin duda el territorio más extenso y diverso sería uno llamado Raúl Ruiz. Sin embargo, este sigue siendo una especie de terra ignota. Todos hablan maravillas de Ruiz, pero de ahí a ir a visitar sus tierras hay un paso grande. Salvo el cine de Cristián Sánchez, no veo la influencia ruiceana en las películas chilenas, que desde hace un rato más bien parecen estar reunidas bajo el alero de los hermanos Dardenne, como dijera hace algún tiempo el crítico Ascanio Cavallo. En su momento recibí con sorpresa y entusiasmo Tony Manero (Pablo Larraín, 2008), pero la fórmula -seguimiento cerrado del protagonista, sin música extradiegética, etc.-, más allá de los posibles éxitos festivaleros, me parece que se agota rápido (o a mí por lo menos ya me tiene medio cansado). Graficando esto en términos geográficos, es como el problema del centralismo, tan típico de este país. Todos están de acuerdo con la importancia de la regionalización, con descentralizar, pero nadie se mueve de Santiago, una ciudad sobrepoblada, contaminada, hostil, etc. Casi todos hablan de Ruiz pero hacen películas como los Dardenne.
Ahora, quien históricamente siempre ha aportado una dosis de aire fresco al cine chileno ha sido el documental, donde la figura canónica vendría siendo la de Patricio Guzmán, que ha hecho una película fundacional como La batalla de Chile y una película extraordinaria como Nostalgia de la luz, entre otras. Sin embargo, creo que hay algo muy definido en el mundo de Guzmán: el pueblo fue derrotado por una dictadura sangrienta. No niego eso, pero creo que su narrativa se estabiliza en un punto y no creo que los jóvenes documentalistas tengamos mucho camino que explorar por ese lado. Creo que correríamos el peligro de estancarnos en un punto de una izquierda políticamente correcta, que hace obras para sí misma pero sin trascendencia más allá de festivales. Personalmente me interesan más las exploraciones que hacen la pareja documentalista Iván Osnovikoff-Bettina Perut (El astuto mono Pinochet contra la Moneda de los Cerdos, Un hombre aparte, Noticias, etc.) o Ignacio Agüero (más el de Aquí se construye, El otro día, 100 niños esperando un tren que el de El diario de Agustín) y una serie de documentalistas jóvenes.
Bueno, mi mapa es a una escala muy grande y seguro habla mucho más de mis preferencias que de un estado de cosas objetivo. Se podrían decir muchas cosas al respecto, no dije nada de Fuguet que creo es alguien que va a ir evolucionando cada vez más y tiene mucho que dar en una línea muy propia, también me parece interesante lo último de Scherson (Il futuro), Marialy Rivas (Joven y Alocada), Martín Seeger (Piotr, una mala traducción), solo por nombrar algunos.
Por último preguntarle por lo próximo que rodará Javier Zoro y desearle toda la suerte posible para Mapamundi en el Festival de Málaga
Estoy trabajando como co-director en un cortometraje de ficción que se graba en abril. Una historia de búsquedas y desencuentros de dos inmigrantes en Santiago, que tiene a la ciudad como la gran protagonista.
Mapamundi
Título: Mapamundi
Productora: RMGproducciones
Año: 2012
País: Chile
Duración: 75 minutos
Color: Color
Idioma: Castellano
Director: Javier Zoro
Productor: Rodrigo Muñoz
Sinopsis
Mapamundi es un documental “basado en el libro homónimo”, libro en que “un hombre se propone la tarea de buscar el mundo”, por medio de mapas de reinos, naves, habitaciones… A lo largo de esta narrativa cartográfica, “ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara”. Nuestros mapas nos extravían de nosotros mismos, sugiere. Joaquín, geógrafo y protagonista, juega con mapas de distintos ámbitos de su vida. A primera vista un trabajo académico, este irónico documental se extiende a itinerarios que nos señalan atlas inesperados, como álbumes de cromos, territorios de figuritas de acción, direcciones para una mudanza. A la vez, Mapamundi es una humorística reflexión sobre el género del documental. A medida que este trabajo se desarrolla, una mecánica decide contratar a sus realizadores para un publirreportaje. Al estilo de Terry Gilliam y su Lost in La Mancha, los autores se ven expuestos al fracaso de su comercial mientras intentan finalizar su trabajo. Se puede hacer mapas de todo.