Entrevista a Alberto Rodríguez
Sevilla. 14:00 horas del jueves 22 de septiembre de 2016. Faltan unos 120 minutos para que comience otoño pero en la capital andaluza las temperaturas son altas y el sol hace de las suyas. Nos encontramos en la terraza de un célebre hotel hispalense cercano a los cines de Nervión Plaza, en los cuales tuvo lugar el preestreno de El hombre de las mil caras, cuyo director me dispongo a entrevistar. Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971) es uno de los realizadores españoles responsables de invertir ese concepto negativo que muchos españoles tenían por su cine. Lleva años demostrándolo, pero con su anterior trabajo, La isla mínima, le supuso un éxito de prácticamente todo. De taquilla, de crítica, de premios, de reconocimientos internacionales, etcétera. Buscamos refugio a la sombra y nos sentamos en una mesa con la disposición de charlar sobre su última película, que tendrá su estreno mañana, sobre la labor de documentación que realizó para la preparación del filme, sobre la corrupción política española de ayer y hoy, y sobre sus proyectos futuros, entre otras cosas.
Cuentan los actores que estuvieron ensayando contigo hasta un mes entero antes de comenzar el rodaje. ¿Por qué tomó esta decisión? ¿Es el procedimiento que también utilizó en anteriores trabajos?
Sí. Es lo habitual. En este caso, además, es que teníamos muchas localizaciones y había que rodar muy rápido y ser muy efectivo. En realidad los ensayos son por mi inseguridad. Una vez que paso por los ensayos me siento mucho más seguro del guion que vamos a hacer. Y también creo que ese es el momento de equivocarse, de estar con los actores y poder equivocarte todo lo que quieras. Cuando llegas al set, normalmente, tienes poco tiempo para hacer la secuencia y pocas oportunidades de improvisar, de probar… Todo esto es mejor que sea en los ensayos.
Una vez que te acercas a esta historia de Paesa a través de un encargo, he leído que quisiste abordar toda su vida pero que finalmente decidiste centrarte en el caso de “los papeles de Laos”. ¿Por qué ese episodio de su vida y no otro?
Porque yo creo que ese episodio es el más significativo, se diría que es su hit mediático. El que más cercano se encuentra del público. Y un poco resume toda su trayectoria, que está tan envuelta en misterio, en bruma, en literatura. No deja de ser un resumen del personaje y de su vida.
En estas radiografías que elaboras sobre lo que somos, sobre nuestra España, ya desde 7 vírgenes hasta llegar a esta El hombre de las mil caras, pasando por Grupo 7 o La isla mínima, se da una lectura que sirve más para comprender lo que somos ahora que para entender quiénes fuimos.
Claro. En lo que aquí respecta, una de las cosas que a mí más me atrapa de la primera lectura del texto es que tenía la sensación que aunque esta noticia había ocurrido hace 20 años podía saltar en el telediario de esta noche. Y eso quizá fue lo que me hizo pensar que merecía la pena contar esta historia, porque, como una especie de juego de espejos, no paran de repetirse y de sucederse casos como el de Roldán. Probablemente no tan rocambolesco, porque este es uno de los más rocambolescos, pero bueno, ahí tenemos a Granados hablando con los dos guardias civiles, que no deja de ser alucinante.
En el Festival de San Sebastián muchos te preguntaban sobre la posibilidad de rodar otro thriller político basándote en casos de corrupción actuales como la trama Gürtel o el caso Bárcenas. Creo que en Andalucía tenemos un material muy cinematográfico con lo que conocemos sobre los ERE o los cursos de formación.
(Risas) Pero yo hasta aquí llegué. He hecho esta y no voy a hacer más sobre este tema. Material hay aquí y en cualquier lugar de España. Ya te digo, escuchando la conversación de Granados el otro día me parecía impresionante que pudieran pasar de hablar sobre que la policía los persigue al minuto siguiente sobre la tarifa que está pagando su mujer por el teléfono móvil. Es muy cutre todo.
Es difícil hacer una película como esta, con personajes como Luis Roldán o Juan Alberto Belloch, que la sociedad española conoce, y no caer en la caricatura en ningún momento. Hacerlos naturales, reales, a pesar de que la narración pueda tener cierta artificiosidad. Además, para interpretar a Roldán optaste por Carlos Santos, un actor que para muchos es conocido, sobretodo, por su faceta más cómica. ¿Cómo fue el proceso de dibujo de los personajes junto a Rafael Cobos?
Bueno, el dibujo fue previo. Los referentes que teníamos era el material que había en vídeo, en prensa escrita y en radio. Y yo creo que estaba todo muy mediatizado, que se estaba intentado dar un mensaje concreto. Así que ahí también nos vimos obligados a ficcionar, no teníamos ni idea de cómo era la otra cara del personaje y no llegamos a conocerlos nunca. Por lo cual tratamos de imaginar cómo serían en la intimidad. También nos aclaró bastante el libro de Sánchez Dragó, La canción de Roldán: Crimen y castigo (2015), y el del propio Manuel Cerdán, del que hay una serie de cosas que están recogidas directamente.
¿Desde el primer momento se tuvo en mente que no hubiera un narrador omnisciente, sino que uno de los personajes debía ser el narrador?
No. Cuando empezamos la película en la fase de documentación que hicimos, hubo un momento determinado en el que nos dimos cuenta que había teorías de periodistas de investigación que llevaban años trabajando en el caso (y siguen en activo) que eran completamente contradictorias. Que no tenían nada que ver unas con otras. Y cuando llegamos a ese punto lo que pensamos era que lo más honesto para construir esta película era partir, nosotros también, de otra teoría más. Una cualquiera, no importaba. Así que yo creo que nos hemos visto obligado a ficcionar. Y lo del narrador se corresponde con esto, esta historia no la estamos contando nosotros, la está contando alguien que es juez y parte en la historia. Con lo cual, lo que él dice es lo que opinaría uno más de este club de mentirosos, que son los protagonistas de esta película.
Figuras como las de Luis Roldán, Ruiz Mateos, el Dioni… eran personajes públicos corruptos, fulleros, tramposos, pero que el nivel de reprobación por parte de la sociedad hacia estos no era, en absoluto, como el de hoy con otros personajes de nuestra actualidad. Era otra situación distinta.
Probablemente la diferencia entre los 90 y ahora es que la gente está harta. Sin embargo, la mentira se ha vuelto una moneda muy común. Lamentable. Seguramente antes teníamos un acceso a la información más complicado y ahora mismo las mentiras cantan mucho, salen muy rápidos a la luz.
Ya para finalizar quisiera que nos hablaras un poco sobre La peste, la serie para Movistar en la que ahora estás inmerso.
Pues el rodaje de La peste comenzará en febrero, calculo. Ahora mismo lo que estamos es en fase de preproducción. Preparándonos para ver cómo lo hacemos. Y más o menos contaré con el mismo equipo, aunque hay algunos que no podrán estar, pues no solo hacen películas conmigo sino con más gente (risas). Porque son muy buenos. Pero básicamente será el mismo equipo de siempre.
¿Y tras La peste? ¿Le apetece seguir en el género del thriller?
Sobre todo lo que me apetece es volver a 2016. Que con una cosa y con otra llevo anclado en el pasado casi ocho años y va siendo hora de volver al día de hoy. Creo que ahora hay muchas cosas que contar y que merecerían la pena contarla.
Suerte para el palmarés en Zinemaldia y con la taquilla, que estoy seguro que responderá muy bien.
Muchas gracias por todo.