En solitario
François Cluzet, el veterano actor conocido aquí por la estupenda pero demasiado comercial en su conjunto Intouchables (Olivier Nakache, Eric Toledano, 2011) interpreta ahora a Yann, un hombre arisco, hosco, antipático, o cuanto menos, poco familiar. Resulta que unos días antes del inicio de la Vendée Globe (regata que consiste en dar la vuelta al mundo a vela en solitario, sin escalas y sin asistencia), Yann tiene que sustituir al número 1 de su equipo por una lesión, su amigo y cuñado Fran Devil, personaje que interpreta el carismático y más popular Guillaume Canet. Consecuencia por la cual nuestro protagonista está más que ilusionado y con muchas ganas de competir en la que es una de las pruebas más duras y exigentes del mundo. Una vez entrados en materia, el barco queda averiado y para repararlo se detiene en las Islas Canarias, donde sin darse cuenta se le cuela un lozano polizón. Para evitar ser descalificado, Yann decidirá esconderlo en el velero.
La ópera prima de Christophe Offenstein tiene fuerza en sus imágenes, tiene historia épica en su interior, posee emoción, pero por una cuestión que se me escapa, no profundiza en absolutamente nada, quedándose toda la historia en una mera anécdota. La trama es contada a modo de competición, cuasi documental, de un deporte por cierto nada usual en cine, hecho que hace que logre puntos en originalidad debido al estado de hastío que algunos nos encontramos de tanto fútbol americano, béisbol, rugby o baloncesto en el séptimo arte. Offenstein no indaga mucho en sus personajes, se queda muy superficial al narrarnos la vida de los que se encuentran en tierra firme, ya sea de los integrantes de su equipo o de la propia familia de Yann, donde observamos la relación de su hija en convivencia con su nueva mujer, sin lugar a dudas lo peor del filme, inclusive una escena en el colegio de la menor tan ridícula como innecesaria.
Entretiene la competición, ver cómo van abortando los adversarios, las poderosas y bellísimas imágenes en alta mar, que van desde ballenas a puestas de sol maravillosas. Incluso llegué a marearme por el tambaleo constante de la cámara, dando veracidad a una narración contada desde un barco, en condiciones extremas y luchando para ganar. Se encuentran muy bien filmadas estas escenas de mar como las del interior del velero, tan difíciles de rodar ambas, aunque a veces se vuelvan monótonas en contadas ocasiones.
La poca hondura que el director galo ofrece a la psicología de los personajes llega a su límite en un incomprensible y nada convincente final, dejando a relucir el mal trabajo de Offenstein en este aspecto. En solitario se deja ver, gracias a los aspectos técnicos citados ya, así como a una entregada banda sonora y una muy correcta interpretación de Cluzet, todo lo contrario que a quien da vida al pobre muchacho, el joven actor Samy Seghir, error de bulto en el casting. Una propuesta que se visiona con agrado, que hay que ver sin esperar nada del otro mundo. Muy recomendable para amantes de la mar.
Calificación: 5/10
Año: 2013
Duración: 96 min.
País: Francia
Director: Christophe Offenstein
Guión: Jean Cottin, Christophe Offenstein, Thomas Bidegain
Música: Víctor Reyes
Fotografía: Guillaume Schiffman
Reparto: François Cluzet, Samy Seghir, Guillaume Canet, Karine Vanasse, Arly Jover, Jean-Paul Rouve, Virginie Efira, Emmanuelle Bercot, José Coronado
Productora: Les Films du Cap / Gaumont