El videoclip del viernes
Nos abandonó. Pero seguro que está en un lugar mejor ahora. Seguro que anda en una nave espacial camino a alguna parte lejana, alejada de toda concepción racional para una vez más crear magia. Quiero pensar que genios como él no la palman, para mi se quedan por siempre; por eso es tan grande la música, el cine, el arte; por dejar legados permanentes en la mente de meros observadores de obras repletas de excelencia, amor y muchísimo alma.
Y es que David Bowie (o lo que es lo mismo David Robert Jones) se ha ido, si, como muchos, demasiados ya, pero no de la misma forma. Aquí ha hecho historia. Ha sido el único en fusionar ciencia ficción con música, confundiendo en un lienzo mapas estelares con claves de sol con una suavidad, temple y cercanía dignas de remarcar ahora y siempre. No es solo su forma de evolucionar en su propio sonido o su propia estética; lo fundamental de David Bowie es su espiritualidad, su forma de empatizar con generaciones con ese timbre de voz tan sensitivo y suave, haciendo brillar con una luz galáctica sus puntos fuertes. Vendrán muchas generaciones de buenos músicos, de gente que lo haga brutal, que canten mejor y toquen en «modo virtuoso», pero el pasado siempre será mejor: por esa capacidad de fabricar grupos irrepetibles repletos de extraterrestres superdotados, habitantes del bello planeta de la musicalidad.
Hoy, viernes 22 de Enero, y a modo de homenaje, centramos nuestras miras, en su trabajo más inmortal, posiblemente en uno de los mejores álbumes de Bowie, por su perfecta sencillez, su carisma, pero, sobre todo, por la calidez y frescura de uno de sus temas fundamentales, que junto a «Life on Mars» (Hunky Dory, 1971) o el ya mítico, y también versionado (por la también mítica Nirvana), «The Man Who Sold The World» (The Man Who Sold The World, 1971), han logrado trascender generación tras generación con una eficiencia de otra dimensión. Se trata de «Space Oddity», perteneciente al álbum del mismo nombre, un auténtico paseo por los sentimientos del «cadete espacial» enviado a un puesto sin retorno aparente lejos de su mundo, de su realidad, embarcado en una travesía indescriptible y triste hacía lo desconocido.
Obra entre obras, es capaz de narrar la tristeza en primer plano e ilustrar los sentimientos de aquellos primeros exploradores espaciales que tanto han aportado a la historia de la humanidad con amor, estima y cercanía (homenaje en mayúsculas). Dirige Mick Rock, fotógrafo-diseñador del propio Bowie (además de haber trabajado con Iggy entre otros), que ilustra utilizando la figura del propio artista; una combinación sólida de soledad, psicodelia y extrañeza absorbentes.
Sin más, aquí el clip.
Viniste de otro planeta, de una galaxia muy lejana, esperemos que suene tu música siempre, en la Tierra o en el rincón del universo en el que te encuentres. Hasta luego.
https://www.youtube.com/watch?v=cYMCLz5PQVw