El videoclip del viernes
El grunge. Ese género alimentado por leyendas, luces, sombras y ceniza. Ese aliento generado en la revolución y alimentado en las ganas por romper con la normalidad destrozándola desde dentro con guitarras rotas, letras desoladoras y voces rasgadas. Así fueron los noventa, una década dispuesta a hacerse notar dejando atrás el glam de los 80 para volver a la locura desatada veinte años antes con grupos como Led Zeppelin, Deep Purple o Black Sabbath (entre otros). La creatividad había vuelto y estaba más que dispuesta a quedarse.
Este viernes volvemos al territorio de Cobain, Vedder, Cornell y Corgan; a ese universo repleto de soledad, caos, fuerza y rebeldía. Hoy viajamos a los redobles imposibles, a los hipnóticos himnos violentos de una banda tejida en una sonoridad apabullante y cultivada en un estilo inconfundible. Ellos marcaron la senda del nu metal posterior y diversificaron en gran medida el camino impuesto por Nirvana. Una palabra, un grito: Soundgarden.
Badmotorfinger (1991) fue su primer golpe en la mesa, el primer peldaño en su particular ascenso a la excelencia. Con un público totalmente volcado en la emergente Nirvana, la agrupación de Chris Cornell y los suyos consiguió diferenciarse en la sombra, con energía y fortaleza tanto en lo vocal como en lo instrumental. Cornell se defendía con la guitarra, aportando además melodía sensitiva con su voz lo que hizo que la banda ganara peso con el paso del tiempo. El 94 fue el año de su plenitud. Fue el año en el que siguieron siendo enormes aun siendo más comerciales y menos rebeldes. El año en el que apareció su obra quizás más notable Superunknown (1994). Temazos como «Spoonman», con un inconfundible aroma a originalidad, o la incombustible e introductoria «My wave» dan identidad a una verdadera joya de los 90, un lp que debería de aparecer en todas las disqueras de todo buen conocedor del rock y de la música en general.
Pero puestos a elegir desde aquí nos quedamos con «Black Hole Sun», posiblemente el tema más recordado de la banda sin duda. Pesimista, depresivo y grave; la propuesta se nutre de ese aroma a derrota tan plausible en aquella época para conmover y apabullar a partes iguales mostrando un control sobre la melodía genial. Profundo a la par que psicotrópico. Alejado de la realidad y castigado por ella misma, el tema no es más que un dibujo desdibujado, dejado, ajado, repleto de sombras que se sintetizan con extrema sencillez en su videoclip. Dirige en esta ocasión un experto en estas lindes, Howard Greenhalgh, que ha trabajado entre otros para Placebo, Muse o Pet Shop Boys entre otros, que nos ofrece con esmero y decoro un exagerado mundo repleto de locura, colores vistosos, fantasía desmedida y simbolismo en cada poro. Un mensaje claro queda tras su visionado: ¿realidad o ficción?
Aquí el vídeo. Feliz finde socios.